Dorothea Dodds está a punto de cumplir sesenta años y, aunque parezca mentira, siempre ha llevado la misma vida. Con eso quiero decir que, desde que nació, vive con sus padres. Su vida laboral se resume en asistir a su padre, pintor de profesión, en todas y cada una de las facetas en que lo necesite. Es un trabajo que nunca se acaba, y ha de hacerlo también en su propio hogar. El miedo a decepcionar o incomodar a sus padres hizo que siempre fuese prudente, y con ello dejó pasar la vida mientras la miraba desde la orilla.
Su vida (y por lo tanto la de sus padres) está a uno y otro lado del Océano Atlántico, y en los hemisferios opuestos. Debido a que su padre, Robert, es inglés, y su madre, Sofía, es argentina, tienen domicilio en ambos países y alternan estancias en cada uno. Mary es la prima de Dorothea, la persona que más la conoce, y a la que considera una hermana y amiga del alma. Es idea de Mary que, en el último viaje que van a realizar de un país a otro, Dorothea se quede en Inglaterra mientras Mary ocupa su lugar. Quizás así venga una tardía independencia, o al menos unas semanas para ser ella misma.