Hemos visto en estas páginas
diversas curiosidades que tienen que ver con los personajes que campan por las
obras literarias; entre otros hemos visto, por ejemplo, personajes que vieron
convertidos sus nombres en varias patologías literarias.
También nos hemos fijado en personajes
que resultaron tal acierto que acabaron engrosando las páginas de los
diccionarios. En la interminable variedad de personajes que van surgiendo
prácticamente cada día, y con ellos nos topamos con nuevas características y
clasificaciones posibles.
En las próximas líneas nos ocuparemos
de conocer un poco algunos casos de personajes a los que sus creadores
decidieron dejarnos con la incógnita del nombre. No son casos comunes, y puede
que por diversas causas (el mantener la incertidumbre o incluso el no acertar
con un nombre concreto pueden ser algunas) la verdad es que con mayor o menor
éxito pasarán a la posteridad con interrogantes como nombre y apellidos.
Para comenzar podemos referirnos a uno de los más estimulantes escritores de la actualidad, que además suele experimentar utilizando diversas técnicas, con mejor o menor resultado. En concreto en la obra que traemos Cormac Mccarthy decidió que no sepamos el nombre de los protagonistas: Padre e Hijo. De hecho, el autor norteamericano llevó más lejos el recurso, y nos privó de conocer el nombre de todos los (escasos) personajes que aparecieron en la novela que le valió para conseguir el Premio Pulitzer (consulta curiosidades sobre el premio Pulitzer aquí), la claustrofóbica y durísima “La carretera”.(reseña de "La carretera" aquí)
Como veremos a continuación, esta
curiosa forma de no otorgar nombre a los protagonistas de un libro es usado por
autores de diversas nacionalidades y estilos, e incluso un autor con un estilo
tan reconocible y con tantos seguidores como el japonés Haruki Murakami (eterno candidato en las quinielas de la prensa para el Nobel de Literatura) echó
mano de ello y nos introdujo en su mundo particular de la mano de los dos
protagonistas de “El fin del mundo y un despiadado país de las Maravillas”.
Este libro intercala dos
historias, la de un hombre que llega a un mundo alejado de la realidad en el
que pierde su sombra, y la de un informático que se ve involucrado en una guerra
por el control de información. Tanto el hombre sin sombra como el informático comparten nombre con los
protagonistas del anterior ejemplo, es decir, ninguno.
Como no podía ser de otra manera,
en España también podemos encontrar uno de esos personajes que permanecen en la
memoria del lector aún con la dificultad de clasificarlo por su nombre. El
polifacético autor barcelonés Eduardo Mendoza decidió omitir el nombre del personaje
protagonista de su segundo libro, la parodia de novelas policíacas o de
misterio “El misterio de la cripta embrujada”. En él conocemos al alocado
investigador que sale de su sanatorio mental para ayudar a resolver crímenes.
Dicho personaje aparece de nuevo en su siguiente novela, “El laberinto de las
aceitunas”.
Tras la aceptación del entrañable
personaje, Mendoza nos lo volvió a presentar en otras dos ocasiones (“La
aventura del tocador de señoras” y “El enredo de la bolsa y la vida”), sin que
hasta el momento tengamos noticias del nombre del protagonista, aunque el
propio “astuto” detective nos intenta despistar tomando el apellido de su
médico (Sugrañes) y diversos nombres de pila.
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No es posible determinar si el hecho de la
ausencia de nombre pudo ayudar a que un
personaje permanezca en la memoria del lector, o si con un nombre acertado
crecería esa aceptación del protagonista. De todos modos es curioso contraponer
los personajes sin nombre que hemos consultado con los nombres de personajes
inolvidables que forman parte de la historia de la Literatura.