Cada libro que llega a nuestras
manos llega a través de una historia diferente. En el libro del que hablamos
hoy el simple hecho de leer el título convirtió la lectura en una especie de
obligación: y es que muchos de los que fuimos adolescentes en los años ochenta
reconoceremos en este título uno de los álbumes que publicó el flaco de Úbeda,
que entre unos cuantos acordes y una voz
muy poco cuidada nos regalaba ya entonces (y sigue haciéndolo) inconfundibles e
inolvidables trocitos de Literatura.
“El hombre del traje gris”,
además de ser, como decíamos, uno de los álbumes de Joaquín Sabina, es una
novela publicada en 1955 por Sloan Wilson, y que alcanzó gran éxito de crítica
y de venta de ejemplares, además de una película estrenada al año siguiente con Gregory Peck como protagonista y un enorme éxito.
El protagonista de este libro se
convertiría en un símbolo, así como el título en la definición de una clase de
persona. Tom Rath (cuyo apellido, como el propio autor nos indica, tiene
deliberadamente una pronunciación similar al de “wrath”, significado de “ira”
en inglés) es un joven ejecutivo de una familia media estadounidense unos años
después de la Segunda Guerra Mundial. Tal y como le sucedió a la mayor parte de
los jóvenes de su edad, la participación en los horrores de dicho conflicto
dejó una huella imborrable en Tom.
Tom y su esposa, Betsy, viven en
una de tantas urbanizaciones que hemos visto cientos de veces en las películas
que definen el “estilo de vida americano”: viviendas iguales en Connecticut con
un trocito de jardín en las que las familias tienen prácticamente la obligación
de ser felices. Para completar el cliché de familia perfecta, Tom trabaja en la
ciudad con un sueldo suficiente para vivir y cuidar de sus tres hijos. Cada día
es una repetición del anterior, y tras la jornada de trabajo para Tom y la
jornada de cuidado de los niños y la vivienda para Betsy, se permiten tomarse
una copa cada noche, y quedar una vez por semana con sus vecinos en una de las
viviendas a tomar una mayor cantidad de copas, y en donde los hombres hablan del trabajo y las mujeres de los sueldos de
éstos y del precio de los objetos que poseen unos y otros.
Sin embargo, Tom y Betsy hace
tiempo que no son felices: su vida “de revista” está lejos de llenar el
interior de uno y de otro. Betsy, con una aparente superficialidad, resume sus aspiraciones en la esperanza de que su esposo consiga un
trabajo mejor (o mejor dicho con un sueldo mayor), y así ir escalando en la sociedad, dejar su barrio e ir a una
urbanización en la que las viviendas y los vecinos sean de un nivel superior. Para
ello, Tom habrá de dedicar más y más horas a su trabajo, lo que hará que se
planteen todos y cada uno de los aspectos de su vida: el pasado, el presente y
el futuro. Como si de una broma del destino se tratase, al conseguir el puesto
deseado Tom se encuentra con un antiguo compañero de armas, que traerá consigo
un pasado del que ya era incapaz de olvidarse.
Escrita con un estilo sencillo y
conciso, la novela que visitamos hoy se convirtió en el mejor ejemplo de la
sociedad de una década, los años 50, que sentó las bases de la sociedad actual:
prima el afán consumista, y es poderoso el deseo de sentirse parte de un grupo, sacrificando la búsqueda de la
individualidad. De hecho, “El hombre del traje gris” se convirtió en una
expresión que todavía hoy define a ese ambicioso trabajador dispuesto a
sacrificar su crecimiento interior y entregarse definitivamente a la monotonía con tal de ir subiendo peldaños en la
escala salarial, y cuyas ambiciones se centran en adquirir los últimos y más
lujosos modelos de lo que sea que el mercado pueda ofrecerle.
La eterna búsqueda del sentido de
la vida y la exploración del descontento humano nos ofrece otra exposición en esta novela que, como muchas otras joyas
de las últimas que he leído, nos trae la excelente editorial Libros del
Asteroide. Además, en esta edición se incorpora el prólogo de nada menos que Jonathan Franzen en el que menciona (a mi modo de ver acertadamente) que “quien
crea en el amor y la lealtad y la verdad y la justicia, terminará la lectura
con lágrimas en los ojos”. Es una lectura que probablemente no llega a deslumbrar, pero que
nos ayuda a reflexionar, y con ello a conocernos un poco mejor a nosotros
mismos.