martes, 13 de agosto de 2024

"Elogio de la madrastra", de Mario Vargas Llosa

Don Rigoberto es un viudo de 50 años, y hace un tiempo que se casó con Lucrezia, una mujer diez años menor. Aparentemente la relación entre ellos es inmejorable, y en muchas ocasiones él siente que ésta es un regalo del cielo. Sin embargo, con ellos vive el pequeño Alfonso (Fonchito), hijo de la primera esposa de Rigoberto. 


La mayor preocupación tanto de Rigoberto como de Lucrecia es evitar a toda costa el rechazo del niño a su madrastra, lo que sería un desastre para la relación del matrimonio. En la época en la que comienza la narración parece que todo va sobre ruedas, ya que Fonchito hace el regalo más especial a Lucrezia en su cuarenta cumpleaños: le declara a través de una carta su cariño incondicional y apasionado. Lucrezia se siente inmensamente feliz por ello...


Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura en el año 2010, es evidente que no es un autor sin experiencia, y a lo largo de las pocas páginas de "Elogio de la madrastra" hace vigorosa gala de ello. El tema principal es terrible, escalofriante, repugnante, y genera un rechazo inmenso (más que un asesinato, ya que estamos más que acostumbrados a leerlos de millones de maneras) pero él consigue jugar con el lector de una manera que me es difícil de describir.  Con esa manera de jugar consigue despertar interés por cosas tan dispares como arte, historia y mitología, como higiene personal (difícil de olvidar esta parte y también de clasificar) todo ello filtrado con los toques eróticos en la relación entre marido y mujer.


Vargas Llosa lo hace jugando una partida de ajedrez con el lector que, aunque nunca llega a justificar los hechos narrados, es capaz de escuchar las motivaciones de la persona que los perpetra. Y, por si fuera poco, el autor se permite romper la baraja en la última parte del libro. Es una lectura desconcertante. Deliberadamente polémica y provocadora, y comprendería que generase rechazo en un porcentaje de los lectores. Creo que el resto será capaz de admitir la genialidad de ese juego del escritor con el lector. Tanto es así que todavía sigo enfadado con el autor por haber conseguido que me sintiese un lector novato, ingenuo. La recomiendo para personas capaces de leer sin prejuicios.