Existen algunos personajes que,
una vez fallecidos los creadores que les dieron vida y empujados por el éxito y
el ansia de las editoriales por exprimir hasta la última gota dicha buena
estrella, son heredados con mayor o menor éxito por otros autores, llevando al
propio personaje a una dimensión diferente.
En este caso se encuentra el
inolvidable y archiconocido espía al Servicio Secreto de Inteligencia
Británico, y cuya “licencia para matar” fue descrita por Ian Lancaster Fleming.
Evidentemente, estamos hablando de James Bond y su 007.