August Brill es un crítico literario en el ocaso de su vida, que ha sufrido un accidente automovilístico y se recupera en una apartada casa en Vermont. Ahí convive con su hija Miriam y con su nieta Katya, lo que en cierta medida le ayuda a superar el peor momento de su existencia: vivir desde la ausencia de la que fue la mujer de su vida, muerta víctima de un cáncer tan solo unos meses antes.
Además, el insomnio ocupa sus días y sus noches, lo que le da pie a dar rienda suelta a su imaginación y escribir algunas historias con mayor o menor éxito. La sosegada vida que lleva en casa de su hija le da también para tener valiosas conversaciones con su nieta en las que de algún modo (y con la inestimable ayuda de Katya) pone orden a su pasado, a las vivencias que arrastra consigo; leyendo esas charlas veremos los claroscuros de una persona resumiendo su vida. Esa compañía y esas conversaciones entre abuelo y nieta les sirven a ambos para ir cerrando unas cicatrices (cada uno las suyas) que amenazan con hacerse mucho más profundas de lo aconsejable.