Se acerca la Navidad y nuestra
narradora, Ronja, una niña de tan solo 10 años, tiene la ilusión de tener al menos una vez en su vida un
árbol de Navidad que jamás ha llegado a tener. Sabemos que Ronja es húerfana de
madre, y suponemos que lo es desde hace mucho tiempo, ya que parece no tenerla
presente en su día a día. Vive con su hermana Melissa, seis años mayor que
ella, y con su encantador padre, hacia el que Ronja siente una devoción y
admiración que saltan a la vista. Habitan un pequeño piso en un pequeño pueblo
noruego (iba a poner el nombre pero no encuentro en el teclado una de las
letras, así que tendré que prescindir de ello, aunque no sea importante) y,
como podemos imaginar, en esas fechas la nieve es una constante.
El problema de Ronja y de Melissa
es que su padre, además de ser simpático, encantador y amable, es también
alcohólico, con lo que incapacita eso a cualquier persona. A consecuencia de
ello, ningún trabajo le dura más de unos días, los suficientes como para que
cobre la primera de las pagas y la dilapide en el bar de turno sumando alguna que otra deuda por el camino, dejando sin
atención a sus hijas y obligándolas a crecer demasiado rápido. Este año, sin
embargo, todo parece diferente: el padre de Ronja consigue un trabajo vendiendo
nada menos que árboles de Navidad, lo que supone una incipiente ilusión en la
siempre positiva niña.