Nuestro personaje en la novela
que recordamos (o descubrimos) hoy es un
anodino Martín Santomé, que comienza a escribir en un diario las impresiones
que le ofrece una vida que está a punto de sufrir un gran cambio: debido a la
cercanía de su cumpleaños número 50, existe una seria posibilidad de una jubilación anticipada (no
sabemos ni él mismo sabe todavía si es deseada o no) funciona como un acicate para hacer un
resumen de lo que lleva vivido.
Nosotros seremos testigos, con
ello, de la narración de los momentos más importantes de una vida gris, sin
brillo, refugiada en el anonimato de una cotidianidad insulsa en la ciudad de
Montevideo en la década de los cincuenta del siglo pasado. Pronto
comprenderemos que el fallecimiento (o muerte) de su mujer Isabel, en cuanto
nació el tercero de sus hijos, cambió para siempre esa existencia de la que ahora
hace balance. Tal vez la falta de ilusión hizo que el día a día en su casa esté
lejos de ser el ideal, y viva instalado desde hace muchos años en el
conformismo.