Zezé es un niño de cinco años que forma parte de una familia humilde en el Brasil de la primera mitad del siglo pasado. Para que te hagas una idea de las dificultades económicas por las que pasan, viven en una austera casa pero, tras ocho meses sin poder pagar la mensualidad del alquiler de la misma, han de buscar otro barrio y otra casa más barata. En ella los hermanos eligen para sí mismos los árboles de los que dispone el jardín. Es evidente que el que le toca a Zezé es un joven naranjo, que da título al libro, y que de momento no es capaz de producir ni tan solo una flor.
La narración nos la sirve el mismo Zezé, y nos trae esa infancia (basada en la del propio autor) en la que nos encontramos con un niño muy inteligente y sensible. Y, sobre todo (y todo el mundo se encarga de hacérselo saber a diario) muy travieso. Tan travieso que en su barrio, cuando se comete alguna tropelía, inmediatamente se culpa al niño, sea o no el autor (que lo suele ser). Las consecuencias tanto físicas como morales son devastadoras, y son una de las bases del texto.