Vive en una pequeña y mal gestionada granja junto a su hermano Gideon y sus padres. Tras la muerte del padre, el heredero pasa a ser Gideon. Su ambición y su incansable disposición al trabajo, con la que parece cumplir con las tareas de siete hombres, hacen que tenga muy bien planificado el futuro a medio plazo: trabajar cada día de sol a sol durante varias temporadas en las que va a apostar por cultivar cereales, gravados con grandes impuestos que aumentarán sus beneficios de forma estratosférica. Para ello necesitará el compromiso de Prue, lo que la convertirá en poco menos que una esclava de su incansable y avaricioso hermano. La recompensa: hacerse ricos y comprar una mansión con sirvientes en el pueblo más cercano.
Y a eso se refiere el título del libro: el precioso veneno que se instala en la sangre de las personas como Gideon que desean más y más bienes materiales, más dinero, y cuyos síntomas, una vez contraída la enfermedad, son prácticamente eternos, difíciles de mitigar. Era una enfermedad entonces, y lo sigue siendo ahora: siempre se puede conseguir un poquito más, una casa mejor, un coche mejor, unas vacaciones más lujosas...