El resumen o argumento que voy a hacer de este libro no puede ser más sencillo: trata sobre la vida en una pequeña, remota y sufrida aldea en lo alto de una montaña en el Cáucaso armenio, con guerras, terremotos y riadas incluidos. Difícil encontrar un mundo tan lejano del nuestro, a pesar de encontrarnos en el mismo planeta.
Y, como ya doy por amortizado el argumento, voy a centrarme en lo que me supuso la lectura de este libro desconocido para mí, pero que me ha regalado una lectura potente y satisfactoria. Lo primero que quiero señalar es que es una novela coral, que sigue primero a Anatolia, una mujer dispuesta a recibir a una muerte cercana con estoicismo y valentía, y posteriormente a diversos personajes del pueblo, a lo largo de varias décadas. También quiero decir que cada capítulo parece un relato por sí mismo.
Entre todos esos personajes y cuentos la autora armenia consigue un valioso equilibrio entre el narrar las costumbres y el folclore de su cultura y el introducir las diversas supersticiones o creencias más o menos fantasiosas que suele traer la tradición popular. Lo logra trayendo esas figuras tradicionales (vamos, lo que tantas veces se ha llamado realismo mágico) y personificándolas en hijos, primos, bisabuelos y diversos antepasados (que no descendientes, ya que las guerras se encargan de que sean pocos) de Anatolia y sus escasos y ya ancianos vecinos.
El resultado final de esa mezcla es, creo, brillante. Tiene la habilidad de anticiparse al posible hastío del lector, y antes de que se canse de una historia (al menos este lector), dar un giro de volante y poner el foco en otra época, en otra persona, en otros hechos...
Así, la lectura me resultó ágil, interesante, novedosa y equilibrada, con esos toques de realismo mágico (me niego a mencionar ese libro en el que estás pensando) leves y digeribles, comprensibles y encantadoras pinceladas de esa tradición de la que Nariné Abgarián lejos de renegar de ella nos trae para presumir ante todo el mundo. Sorprendente y agradable lectura.
