lunes, 17 de mayo de 2021

"Madres e hijos", de Theodor Kallifatides

 

A  la hora de comenzar una reseña no es que exista ninguna norma o regla (o tal vez las haya pero no las conozco y, en consecuencia, no las sigo por ignorancia) sino yo particularmente tengo la costumbre de iniciarlas con un pequeño resumen (lo más aséptico posible, para no desvelar demasiado de la trama) del argumento de la historia; a continuación, de forma habitual, le siguen unas breves anotaciones sobre el autor o la autora de la obra  reseñar. Y para finalizar, unas pequeñas impresiones personales sobre la lectura. Esa es la forma habitual de reseñar que tengo.

 

Evidentemente, te habrás dado cuenta de que no es la que estoy siguiendo, y es que estoy un poco perdido en este aspecto. La razón es que la historia se basa en las impresiones del propio autor (Theodor Kallifatides) en uno de sus viajes a su tierra natal, en Grecia, para visitar a la familia que le queda. En el apartamento en el que vivió de adolescente, situado en Atenas, se encuentra Antonia, su madre, que ya ha cumplido 92 años. Su hijo pequeño, Theodor, tiene ya casi 70, aunque para ella sigue siendo su niño.

 

Un niño ya bastante crecido, escritor de éxito en Suecia, en donde vive desde su época de estudiante. Además, aprovecha ese viaje para intentar tomar notas de la que será una posible historia: la reseñada hoy. Un homenaje a su madre, y una construcción de su familia a partir de sus propios recuerdos, los de su madre, los de su hermano y los de su hace tiempo fallecido padre, que los dejó escritos en unas anotaciones que Theodor le solicitó antes de su muerte para que quedase constancia de su vida. Paseando en los lugares de su infancia recordaremos con él los sabores de entonces, mientras las ruinas de las pocas casas que todavía no fueron reemplazadas funcionan como una metáfora perfecta del paso del tiempo.


A caballo de los recuerdos de una vida difícil (en especial la de sus progenitores) entre los que encontraremos situaciones como guerras, exilios, hambre y dictaduras Kallifatides nos va dando valiosas píldoras de su forma de ver la vida, de su forma de ver muchos aspectos, y en definitiva de su forma de relacionarse con el mundo y consigo mismo. A escondidas de su madre, el autor va anotando sus expresiones, sus recuerdos (y a compararlos con lo anotado por su padre tantos años atrás) y con ello nos proporciona una bella declaración de amor a la persona que le dio la vida y que se la daría cada uno de sus días. A pesar de la distancia, de la vejez, de las ausencias ese amor de madre se puede resumir en una frase que, personalmente, me parece perfecta:


                “Tú dime que vendrás a verme, y yo no me moriré nunca.”

 

A pesar de ser consciente de que esta reseña jamás hará honor al libro (me pasa con los que más me impactan, siempre me parecen injustas e insuficientes) sí he de señalar que acabo de terminarlo y que, al contrario de lo que suelo hacer, no quiero dejar pasar ningún tiempo antes de ponerme a redactar estas líneas. El inicio del libro se me hizo un poco cuesta arriba, ya que a mis ojos no sabía qué me podía esperar, y la falta inicial de interactuación entre personajes me hizo temer una lectura monótona (aunque didáctica). Sin embargo, la perseverancia en la lectura tuvo su premio.

 

Y es que en las páginas de “Madres e hijos” se respira amor, se respira respeto, y se respiran valores. Unos valores inculcados en sus hijos por unos padres que tuvieron que vivir unos tiempos difíciles pero que supieron superar las más adversas condiciones por el bien de sus hijos. Y estos hijos, ya en la tercera edad, también se han convertido en personas entrañables e interesantes. Si lees “Madres e hijos” es muy posible que adores a Antonia, madre: abuela y bisabuela lúcida e inteligente, mordaz y perseverante, capaz de repartir amor a todo aquél que tiene la suerte de cruzarse en su camino, y en dosis mucho mayores a sus familiares. Y también, y al ser un libro de autoficción hay una relación directa entre protagonista y autor, es posible que te pase lo que me ha pasado a mí: admiro profundamente a Theodor Kallifatides. Pero lo admiro como autor y como persona. Los valores que tiene y cómo los expresa y la delicadeza con la que se armó para dejar un testamento en el que la forma de ser de su familia quedará para la eternidad dicen mucho de él.

 

Además de ello, al repasar las frases que fui reuniendo porque me impactaron me doy cuenta de que el escritor griego afincado en Suecia (brillante también cómo compara las formas de ser de los habitantes de ambos países) pertenece al grupo preferente de los autores de este siglo: hay artesanos de la literatura, hay personas que escriben historias (algunas apasionantes y exitosas) y hay ESCRITORES. Theodor Kallifatides es exactamente un escritor con mayúsculas. Y él, su madre, su hermano y su padre se han ganado un emotivo lugar dentro de mí.