Pero es tan solo el inicio. El grueso de la narración lo compone el Nueva York de los años 40, con una Anna de 20 años incluida, dispuesta a surtir con la mayor celeridad y eficiencia a las tropas que intentan evitar que el mundo se convierta en terreno nazi. Ante la ausencia de mano de obra masculina se sirven de valientes y decididas mujeres como Anna para construir sus barcos en los arsenales que ocupan decenas de muelles en la pujante ciudad norteamericana. Anna, cuyo trabajo consiste en medir con minuciosidad piezas cuya función desconoce, sueña con algún día ser buzo, zambullirse en el fondo de las aguas que observa en cada pausa del almuerzo.
Tengo que decir que la Nueva York de la primera mitad del siglo pasado es un tema y un escenario para mí apasionantes. Y Jennifer Egan una de mis autoras preferidas. ¿Qué podía salir mal? Pues nada. Porque Egan despliega su enorme talento para desarrollar una historia larga y compleja consiguiendo que fluya con naturalidad y manteniendo un hilo de tensión que hace que vayamos tirando de él y sumando páginas a la lectura. Es el tercer libro que leo de Egan (tras los experimentales y geniales "El tiempo es un canalla" y su continuación "La casa de caramelo") y realmente no me esperaba un libro como éste.