Y es que "Theodoros" es uno de los libros más difíciles de leer que han pasado por mis manos. Es denso, de tal manera que he tenido que releer frases o incluso extensos párrafos enteros en muchas ocasiones para entender lo que nos quería decir Mircea, y no perderme ni un detalle de los miles que hay en el libro. Tan denso e intenso es que decidí leer un capítulo al día (más o menos veinte páginas) para disfrutarlo en su medida. Y lo logré.
Porque, además de complejo, denso, extenso, intenso y difícil de leer "Theodoros" es, sin lugar a la más mínima duda, uno de los mejores libros que he leído en mi vida. La capacidad del autor me desbordó. En alguna ocasión pensé si no sería yo un lector indigno de leer esta maravilla, que está pensada, planificada y ejecutada para perdurar. De hecho Mircea reconoce que la historia llevaba 40 años en su mente y en sus diarios, y se tomó la libertad de dar rienda suelta a su capacidad y a su (extensísima) imaginación. Pensé en si sería lector digno y también pensé en que al oficio de escritor habría que inventarle un sinónimo que tan solo un puñado de autores merecieran. Mircea entre ellos.