Hokkaido es una de las 6852 islas
que forman Japón (lo he buscado, ¿eh?, no es un dato que se lleve en la cabeza
pero seguro que a partir de ahora no nos sorprenderá esa cifra si vuelve a aparecer), concretamente la segunda en cuanto a tamaño, y cuya capital es Sapporo, la primera ciudad en la que se celebraron los Juegos Olímpicos de Invierno. En ella, en la isla, vive Masayo,
una joven que no se resigna a llevar la vida para la que parece estar destinada,
en un tiempo difícil en un Japón devastado por una guerra demasiado
reciente. En cuanto Masayo tiene la oportunidad se lanza a por su sueño, que es
adquirir los conocimientos suficientes para dedicar su vida a la pintura
artística.
¿Y cuál es la oportunidad? El
hijo de un afamado pintor, que heredó también su oficio, se quedó viudo y
necesita ayuda en su casa, principalmente como apoyo en los estudios de Momoko,
su hija de ocho años. La atracción de esa función es que el pintor y profesor
de pintura promete convertirla en su alumna más cercana. Masayo, después de
recibir la propuesta de trabajo y de formación de parte de una amiga, decide
lanzarse a la aventura y trasladarse a Tokio y vivir ayudando a Momoko y Goro,
su padre. Con ellos vivirá Lala, una curiosa gata blanca a la que está muy
unida la niña. Décadas después Masayo recuerda el tiempo en el que vivió en esa
casa y la relación que se estableció entre los seres que la habitaban.