sábado, 7 de agosto de 2021

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Teniendo en cuenta la importancia que tiene la imagen en la sociedad actual y desde hace ya unas cuantas décadas (aunque en los últimos años parece una bola de nieve capaz de arrasar con todo) no es complicado llegar a la conclusión de que la imagen de un libro ha de ser cuidada al máximo para que tenga más posibilidades de ser el elegido en el momento de la compra por encima de los miles de competidores que tiene al lado. Gran parte de la imagen del libro, sabiendo que el posible lector y comprador posará sus ojos sobre él tan solo unos segundos, es la portada elegida. No sé si sería exagerar afirmar que una buena imagen  puede llevar a un libro discreto a acercarse a la estantería de libros más vendidos y, por el contrario, una mala portada puede alejar a una buena cantidad de lectores de decidirse por un buen libro.

 

Además de la competencia que ofrece el descargarse un libro electrónico directamente a nuestro lector olvidándonos de muchos sentidos con ello (portada, tacto, la maquetación, el olor inconfundible del libro…) el editor también habrá de competir con el buen gusto de las editoriales rivales. Por ello, es bola de nieve que es la importancia de la imagen, también creemos que influye en la importancia de una bella (o efectiva para atraer a un tipo de lector concreto) portada. Se podría decir que es una costumbre más bien reciente, ya que seguramente a todos nosotros nos vengan a la mente grandes obras de la Historia de la Literatura con una portada muy sencilla o, simplemente, cuya portada se ve limitada al título del libro escrito en sobria fuente caligráfica bajo el nombre de su autor.

 

Al contrario que hace muchos años hoy día es extremadamente complicado encontrarnos en una librería un libro con una portada descuidada o discreta (por no decir directamente cutre) entre las novedades a la venta, aunque no es tarea imposible. Para seguir con la comparación de lo que era editar un libro hace muchas décadas ante lo que es hoy, hay que destacar que todavía hoy día hay portadas de libros que permanecen en la mente de los lectores y van resistiendo en las nuevas ediciones que salen a la venta.

 

Seguramente al pensar en este detalle te venga a la mente un libro concreto, pero yo me voy a permitir incluir como ejemplo perfecto de lo que estamos diciendo entre las últimas la preciosa ilustración con la que se suele adornar la igualmente hermosa e inolvidable historia de Antoine De Saint-Exupery, o sea, “El principito”. La mayoría de las ediciones que aparecen en las librerías aprovechan la estética que imaginó el propio autor y que plasmó en sus acuarelas y que le otorga un carácter inconfundible.

 

En el caso contrario nos encontramos con libros que son publicados con diferentes portadas. Tal vez tenga que ver con ello algún aspecto como lo son los derechos de publicación de la propia obra que, al ser adquiridos por diferentes editoriales, llegan a la venta con multitud de portadas diferentes (incluso añadiendo la impronta estética de cada editorial) en el mismo país de edición. Imaginamos también que la tendencia en el momento del lanzamiento de cada ejemplar tendrá mucho que ver, y las modas bien sabemos que son cada vez más cambiantes.  También hemos de tener en cuenta que los gustos, costumbres y tradiciones de cada país influyen en la estética con la que es presentada la obra, y a consecuencia de ello es muy común que varíe la portada en función del país en el que salga a la venta.

 

Además de las mencionadas ilustraciones que acompañan a la historia de "El principito" hay portadas que resultaron absolutamente icónicas. Sería injusto dejar de mencionar en este apartado la cubierta que recibió el libro más notable de Francis Scott Fitzgerald, “El Gran Gatsby”. Se tituló “Ojos celestiales”, y fue realizada por el español Francis Cugat, habitual ilustrador de los carteles de éxitos de Hollywood de los años veinte y hermano del famoso Xavier Cugat. A pesar de tan acertada ilustración el  diseño fue insuficiente para que este libro conservase la ilustre cubierta, y tras ella (tal vez por darle un aire de modernidad en las diferentes épocas en las que se modificó)  se fueron sucediendo diferentes diseños, unos más acertados que otros.

 

En este paseo sobre la revisión de las cubiertas con las que las editoriales quieren llamar la atención del lector sobre el resto de ofertas que podemos encontrar en las librerías deberíamos mencionar la similitud entre portadas de diferentes libros. Esa, por llamarla de una manera suave, similitud, es posible que a veces se lleve demasiado lejos. Más allá de esas coincidencias (en ocasiones sospechosas) nos podremos incluso encontrar con libros de diferentes autores y de diferentes países e incluso épocas que llegan a compartir portada, principalmente por estar ilustradas por una obra de arte común.

 

En el amplio espectro que representan las obras de las que habitualmente se echa mano para ayudar a un libro a ofrecer “algo” al lector que lo ve, quiero mencionar una de esas obras que suelen ser utilizadas por diferentes autores. Es también uno de mis cuadros preferidos y se trata de la obra de Edward Hopper “La habitación de hotel”,  óleo pintado en 1931 en la que se puede ver una bucólica figura femenina sentada sobre una cama. Dicha imagen fue utilizada desde la Editorial Planeta para ilustrar la portada del premio de 1989 “Queda la noche” (de Soledad Puértolas), y para multitud de escritores de diferentes nacionalidades, incluyendo a Arthur Miller.

 

Creo que la sensación de ser una ventana a través de la que accedemos a la intimidad y la introspección de la mujer que pintó Hopper es un buen reclamo para llevar al lector a tener una idea de lo que se va a encontrar en el libro que la luce. El cuadro puede ser visto en el madrileño museo Thyssen-Bornemisza. Como curiosidad he de decir que un libro que tenga éste u otro cuadro de Hopper tiene ganada mi atención. Otro dato increíble es que alguien puso su interés en contar las portadas de libros en los que encontraba este cuadro y superó la veintena.

 

Un caso similar se da con el cuadro realizado también usando la técnica de óleo “Mujer joven vistas de espaldas”, pintado por Vilhem Hammershoi en 1904, y que se encuentra en el danés Randers Kunstmuseum. Con dicha figura, también femenina, editores de todo el mundo pretenden llamar la atención de los lectores hacia el libro y el escritor con el que comparten portada.

 

De nuevo la Editorial Planeta decidió utilizarla como imagen de otro de sus premios, en este caso del premio del año 2001, “La canción de Dorotea”, de Rosa Regás. Es una icónica imagen que transmite ciertas sensaciones que también fueron aprovechadas para llenar las portadas de infinidad de libros en multitud de países, y es probable que la mayoría de los lectores hayan tenido en sus manos al menos un ejemplar con este cuadro en su cubierta.

 

 

En este baile de portadas de quita y pon, recicladas y reutilizadas nos podemos encontrar incluso  con que autores tan exitosos en la actualidad como Haruki Murakami “sufren” la situación de tener que compartir estanterías con otros autores y otros títulos con la misma imagen en la portada. Es el caso de la imagen elegida en España para lanzar “After dark”, uno de sus éxitos, y cuya fotografía (a mí personalmente me llamó mucho la atención y me pareció un acierto en relación al contenido del libro y de hecho su portada me llevó a comprar ese libro) se puede ver en otras novelas.

 

De hecho fue elegida para ser estampada en la cubierta de los libros de Lauren Barnholdt (“One night”) y de Ann Redish Stampler (“After party”). En este último caso, la “coincidencia” es mucho mayor, ya que el título comparte la primera palabra, y con facilidad un lector con la intención de comprar el libro de Murakami puede terminar en su estantería con el libro (por ejemplo) de Stampler. No puedo decir cuál de las dos opciones resulta más satisfactoria, y como siempre cada lector tendrá su opinión y sus preferencias.

 

 

No vamos a abandonar este último ejemplo para poner en solfa otra de las curiosidades que queremos señalar sobre las portadas que tanta importancia tienen en la actualidad. El libro de Murakami cuya portada acabamos de mencionar también nos sirve para fijarnos en lo diferentes que pueden llegar a ser las portadas que ilustran un mismo libro al ser publicadas en distintos países o incluso por distintas editoriales. Puede resultar sorprendente el ver cómo los editores eligen diferentes estilos dependiendo de cuál es el país en el que va a ser vendido el libro, convirtiendo “After dark” en una especie de museo de imágenes que,  incluso teniendo tanto en común, no tienen nada que ver.

 

 

Para ir acabando por este repaso tan visual es imprescindible hacer mención a un fenómeno que, seguramente, ya habrás apreciado ya que salta a la vista en la mayor parte de las estanterías. Se trata de esas portadas que buscan casi al dedillo aprovechar el éxito del último o penúltimo bombazo editorial copiando (a veces prescindiendo del pudor) la estética, colores, tipografía elegida, etc. 


Con ello se busca que el lector que ya ha leído y disfrutado ese éxito sea atraído como por un imán por un libro que promete ofrecer una historia similar. En este punto podemos encontrar diferentes gradaciones en las coincidencias entre portadas: algunas no dejan de ser curiosas, otras pasan al nivel de preocupantes y en último grado las hay que con todo el descaro que es posible copian sin ninguna duda la portada inicial y exitosa.

 

Seguramente sea un tema del que se pueda sacar mucho más provecho del que nosotros estamos sacando pero también creo que con estos ejemplos ya tenemos acceso a un pequeño mapa en el que divisar las diferentes curiosidades que nos traen las portadas a día de hoy, con la competencia brutal a la que se tienen que enfrentar (me pregunto si en algún momento de la historia hubo tantos libros a la venta y yo mismo me respondo, sin estar seguro, que no).

 

También hay que suponer que para que haya tantas duplicidades o multiplicidades habrá de existir (yo no lo conozco) una especie de banco de imágenes en el que las editoriales, por un módico precio, adquieran los derechos para imprimir esa imagen. Eso explicaría muchas cosas y ha de dar muchas coincidencias. 


Hay muchos más ejemplos (¿cuántos libros has visto en los que hay una mujer con un paraguas rojo, o mirando la torre Eiffel?) y muchos casos diferentes que visitar en cuanto a una portada se refiere, pero esperamos que lo escrito en estas líneas haya sido un agradable paseo por alguno de dichos aspectos y nos haya acercado de una forma sencilla a algunos de los diferentes matices que se tienen en cuenta al elegir la portada de un libro.