Además de la
competencia que ofrece el descargarse un libro electrónico directamente a
nuestro lector olvidándonos de muchos sentidos con ello (portada, tacto, la
maquetación, el olor inconfundible del libro…) el editor también habrá de
competir con el buen gusto de las editoriales rivales. Por ello, es bola de
nieve que es la importancia de la imagen, también creemos que influye en la
importancia de una bella (o efectiva para atraer a un tipo de lector concreto)
portada. Se podría decir que es una costumbre más bien reciente, ya que
seguramente a todos nosotros nos vengan a la mente grandes obras de la Historia
de la Literatura con una portada muy sencilla o, simplemente, cuya portada se
ve limitada al título del libro escrito en sobria fuente caligráfica bajo el
nombre de su autor.
Al contrario que
hace muchos años hoy día es extremadamente complicado encontrarnos en una
librería un libro con una portada descuidada o discreta (por no decir
directamente cutre) entre las novedades a la venta, aunque no es tarea
imposible. Para seguir con la comparación de lo que era editar un libro hace
muchas décadas ante lo que es hoy, hay que destacar que todavía hoy día hay portadas
de libros que permanecen en la mente de los lectores y van resistiendo en las
nuevas ediciones que salen a la venta.
En el caso
contrario nos encontramos con libros que son publicados con diferentes
portadas. Tal vez tenga que ver con ello algún aspecto como lo son los derechos
de publicación de la propia obra que, al ser adquiridos por diferentes
editoriales, llegan a la venta con multitud de portadas diferentes (incluso
añadiendo la impronta estética de cada editorial) en el mismo país de edición. Imaginamos
también que la tendencia en el momento del lanzamiento de cada ejemplar tendrá
mucho que ver, y las modas bien sabemos que son cada vez más cambiantes. También hemos de tener en cuenta que los
gustos, costumbres y tradiciones de cada país influyen en la estética con la
que es presentada la obra, y a consecuencia de ello es muy común que varíe la
portada en función del país en el que salga a la venta.
En este paseo sobre
la revisión de las cubiertas con las que las editoriales quieren llamar la
atención del lector sobre el resto de ofertas que podemos encontrar en las
librerías deberíamos mencionar la similitud entre portadas de diferentes
libros. Esa, por llamarla de una manera suave, similitud, es posible que a
veces se lleve demasiado lejos. Más allá de esas coincidencias (en ocasiones
sospechosas) nos podremos incluso encontrar con libros de diferentes autores y
de diferentes países e incluso épocas que llegan a compartir portada,
principalmente por estar ilustradas por una obra de arte común.
Creo que la
sensación de ser una ventana a través de la que accedemos a la intimidad y la
introspección de la mujer que pintó Hopper es un buen reclamo para llevar al
lector a tener una idea de lo que se va a encontrar en el libro que la luce. El
cuadro puede ser visto en el madrileño museo Thyssen-Bornemisza. Como
curiosidad he de decir que un libro que tenga éste u otro cuadro de Hopper
tiene ganada mi atención. Otro dato increíble es que alguien puso su interés en contar las portadas de libros en los que encontraba este cuadro y superó la veintena.
De nuevo la
Editorial Planeta decidió utilizarla como imagen de otro de sus premios, en
este caso del premio del año 2001, “La canción de Dorotea”, de Rosa Regás. Es
una icónica imagen que transmite ciertas sensaciones que también fueron
aprovechadas para llenar las portadas de infinidad de libros en multitud de
países, y es probable que la mayoría de los lectores hayan tenido en sus manos
al menos un ejemplar con este cuadro en su cubierta.
De hecho fue
elegida para ser estampada en la cubierta de los libros de Lauren Barnholdt
(“One night”) y de Ann Redish Stampler (“After party”). En este último caso, la
“coincidencia” es mucho mayor, ya que el título comparte la primera palabra, y
con facilidad un lector con la intención de comprar el libro de Murakami puede
terminar en su estantería con el libro (por ejemplo) de Stampler. No puedo
decir cuál de las dos opciones resulta más satisfactoria, y como siempre cada
lector tendrá su opinión y sus preferencias.
Para ir acabando por este repaso tan visual es imprescindible hacer mención a un fenómeno que, seguramente, ya habrás apreciado ya que salta a la vista en la mayor parte de las estanterías. Se trata de esas portadas que buscan casi al dedillo aprovechar el éxito del último o penúltimo bombazo editorial copiando (a veces prescindiendo del pudor) la estética, colores, tipografía elegida, etc.
También hay que suponer que para que haya tantas duplicidades o multiplicidades habrá de existir (yo no lo conozco) una especie de banco de imágenes en el que las editoriales, por un módico precio, adquieran los derechos para imprimir esa imagen. Eso explicaría muchas cosas y ha de dar muchas coincidencias.
Hay muchos más ejemplos (¿cuántos libros has visto en los
que hay una mujer con un paraguas rojo, o mirando la torre Eiffel?) y muchos
casos diferentes que visitar en cuanto a una portada se refiere, pero esperamos
que lo escrito en estas líneas haya sido un agradable paseo por alguno de
dichos aspectos y nos haya acercado de una forma sencilla a algunos de los
diferentes matices que se tienen en cuenta al elegir la portada de un libro.