A partir de ese inicio la autora compone a dos tiempos la historia de esas dos adolescentes inseparables, y la de la mujer madura que sobrevivió como pudo, recogiendo los trozos, las migas que quedaron de ella, pero sin saber muy bien qué hacer con ellas. Así, nos trae de vuelta (a los que estuvimos ahí) a los ochenta, y a esa época en la que "se oían guitarras eléctricas en las discotecas" y al desenfoque y desenfreno natural de esa edad, de la búsqueda de la libertad y de un sitio en el mundo que no siempre se encuentra. Todo eso en una Valencia célebre entonces por ser el escenario perfecto para ello.
Voy a intentar ser comedido al expresar mi opinión sobre el libro. Parto de la base de que para mí es un cuatro estrellas y pico de cinco. Y que es reincidente. Quiero decir que hace ya un año comencé "Dicen los síntomas" y me agarró por el pecho y me zarandeó.
Suelo dejar unos meses de "cuarentena" antes de volver a autores que consiguen eso con el lector que soy y así lo hice. Y "La memoria del alambre" me trae otra voz que también consiguió que leyese el libro en menos de veinticuatro horas, con frases que duelen y que hacen pensar, con verdades sin piedad que resultan en ocasiones como golpes. También hay que mencionar el acierto de introducir una banda sonora durante la narración que apoya lo contado.