Thérèse nació en
África, fruto de la relación entre un soldado francés en una de sus campañas en tan lejana tierra con su madre. Sin embargo, el temprano fallecimiento de ésta lleva al padre,
viéndose solo ante el cuidado de la niña, a llevarla al pueblo donde se crio.
Allí, sin más miramientos que los justos, la deja bajo la custodia definitiva
de su hermana, alegando que él ni sabría ni querría educar a una niña. Viuda, cuida también de su hijo Camille, un frágil y enfermizo
niño cuyas dolencias hacen que permanezca la mayor parte de su vida postrado en la
cama.
La señora Raquin,
la tía de Thérèse y madre de Camille, trata a ambos del mismo modo; a priori puede
parecernos una ventaja y un modo de dar cariño a la niña, pero la mujer realmente trata a su sobrina como si estuviese
enferma y con la misma protección que a su hijo. Incluso le da las mismas
medicinas que a Camille para que éste no se vea en desventaja. Además delega en ella el entretener y cuidar a un Camille que parece obtener todo lo que quiere. Fruto de esta
sobreprotección ejercida por la mujer crecen ambos niños, adolescentes ya, como hermanos y sin ningún
poder de decisión; simplemente obedecen las órdenes de su madre/tía.
Sin embargo, por
primera vez en su vida los jóvenes se atreven a realizar una solicitud: quieren vivir
en París. A pesar de parecer algo descabellado, la idea de su tía es que se unan en matrimonio, así que accede a esa petición como contrapartida a
un acto tan desafortunado y tan poco atractivo y deseado para nuestra protagonista. Para ello, y con ayuda de los ahorros de toda
su vida, se hace con una mercería con una vivienda en el piso superior que será
el escenario de prácticamente toda la novela. Un escenario opresivo y en el que
Thérèse no puede respirar.
Esta novela es la
primera que leo del autor francés, la que sería su segunda novela y cuarta
publicación. Se dice que es uno de los inicios del movimiento naturalista, del que Zola es el máximo
representante. Sus características, a grandes rasgos, eran usar el realismo
para describir con un rigor documental cómo influye en las personas y en sus
comportamientos su entorno social, intentando mantener una distancia lo más
objetiva posible. Creo que “Thérèse Raquin” es un vigoroso expositor del
naturalismo.
Sus descripciones
tanto físicas como del comportamiento de los personajes no pueden ser más
concretas. Y por poner un ejemplo, la
descripción del entorno en el que se encuentra la mercería en la que pasarán
años los personajes es absolutamente excepcional. Personalmente a partir de las
palabras de Zola yo fui capaz de ver una zona de París muy alejada del
romanticismo, en la que incluso sentí el hedor que desprendían las calles
sucias, infectas, sin luz, llenas de personajes alejados de la higiene y con un
comportamiento igual de repugnante. El mugriento, húmedo e insano callejón en el que se encuentra el comercio de los Raquin no podría producir en el caminante más que la sensación de que podría ser atacado en cualquier momento por los seres que malvivían en ese barrio, y que veían como un logro el conseguir el alimento de cada día. Lo más alejado a la idílica tienda que veía la tía de Thérèse.
Hay que decir que Zola
hubo de justificar su obra tras haber sido atacado casi de forma unánime por la
creación de unos personajes con tan pocas virtudes y capaces de hacer lo que se
narra en la novela. Y si lo hubo de hacer es porque los hechos narrados (al
parecer basados en un suceso de la época) son duros, durísimos, y son capaces
de remover la más calmada conciencia.
Zola nos lleva de
la mano por la bajeza moral de unos actores sumidos en el egoísmo, un egoísmo
que parece omnipresente y al que se aferran prácticamente todos los personajes (de
un modo más o menos nocivo) en su afán de supervivencia. La capacidad y el
afán descriptivos del autor nos dan datos explícitos de hechos y de lo que
motiva cada uno de esos sucesos y comportamientos. Así, es difícil no
comprender (comprender no es sinónimo de compartir) qué lleva a Thérèse a
actuar como actúa. También he de decir que es difícil empatizar en general (en
algún momento sí, se puede llegar a hacerlo) con cualquiera de los protagonistas de la
historia, e incluso con cualquier personaje secundario. Son personajes con los
que nadie se querría identificar.
“Thérèse Raquin” es
una obra excepcional que sirve de ejemplo perfecto del naturalismo, con unas
descripciones que nos llevan al lugar y nos exponen con todo lujo de detalles
los pensamientos e intenciones de los personajes (lo que durante una parte del
libro es un lastre por su reiteración) en unos hechos tan duros que serán
difíciles de masticar y casi imposibles de olvidar. Tan solo puedo decir que
Zola es una asignatura pendiente de todos los lectores (lo fue para mí hasta
que comencé este libro) y que leeré las obras más destacadas del autor francés.