sábado, 26 de diciembre de 2020

"Thérèse Raquin", de Émile Zola

Thérèse nació en África, fruto de la relación entre un soldado francés en una de sus campañas en tan lejana tierra con su madre. Sin embargo, el temprano fallecimiento de ésta lleva al padre, viéndose solo ante el cuidado de la niña, a llevarla al pueblo donde se crio. Allí, sin más miramientos que los justos, la deja bajo la custodia definitiva de su hermana, alegando que él ni sabría ni querría educar a una niña. Viuda, cuida también de su hijo Camille, un frágil y enfermizo niño cuyas dolencias hacen que permanezca la mayor parte de su vida postrado en la cama.

 

La señora Raquin, la tía de Thérèse y madre de Camille, trata a ambos del mismo modo; a priori puede parecernos una ventaja y un modo de dar cariño a la niña, pero la mujer realmente trata a su sobrina como si estuviese enferma y con la misma protección que a su hijo. Incluso le da las mismas medicinas que a Camille para que éste no se vea en desventaja. Además delega en ella el entretener y cuidar a un Camille que parece obtener todo lo que quiere. Fruto de esta sobreprotección ejercida por la mujer crecen ambos niños, adolescentes ya, como hermanos y sin ningún poder de decisión; simplemente obedecen las órdenes de su madre/tía.

 

Sin embargo, por primera vez en su vida los jóvenes se atreven a realizar una solicitud: quieren vivir en París. A pesar de parecer algo descabellado, la idea de su tía es que se unan en matrimonio, así que accede a esa petición como contrapartida a un acto tan desafortunado y tan poco atractivo y deseado para nuestra protagonista. Para ello, y con ayuda de los ahorros de toda su vida, se hace con una mercería con una vivienda en el piso superior que será el escenario de prácticamente toda la novela. Un escenario opresivo y en el que Thérèse no puede respirar.

 

Esta novela es la primera que leo del autor francés, la que sería su segunda novela y cuarta publicación. Se dice que es uno de los inicios del movimiento naturalista, del que Zola es el máximo representante. Sus características, a grandes rasgos, eran usar el realismo para describir con un rigor documental cómo influye en las personas y en sus comportamientos su entorno social, intentando mantener una distancia lo más objetiva posible. Creo que “Thérèse Raquin” es un vigoroso expositor del naturalismo.

 

Sus descripciones tanto físicas como del comportamiento de los personajes no pueden ser más concretas.  Y por poner un ejemplo, la descripción del entorno en el que se encuentra la mercería en la que pasarán años los personajes es absolutamente excepcional. Personalmente a partir de las palabras de Zola yo fui capaz de ver una zona de París muy alejada del romanticismo, en la que incluso sentí el hedor que desprendían las calles sucias, infectas, sin luz, llenas de personajes alejados de la higiene y con un comportamiento igual de repugnante. El mugriento, húmedo e insano callejón en el que se encuentra el comercio de los Raquin no podría producir en el caminante más que la sensación de que podría ser atacado en cualquier momento por los seres que malvivían en ese barrio, y que veían como un logro el conseguir el alimento de cada día. Lo más alejado a la idílica tienda que veía la tía de Thérèse.

 

Hay que decir que Zola hubo de justificar su obra tras haber sido atacado casi de forma unánime por la creación de unos personajes con tan pocas virtudes y capaces de hacer lo que se narra en la novela. Y si lo hubo de hacer es porque los hechos narrados (al parecer basados en un suceso de la época) son duros, durísimos, y son capaces de remover la más calmada conciencia.

 

Zola nos lleva de la mano por la bajeza moral de unos actores sumidos en el egoísmo, un egoísmo que parece omnipresente y al que se aferran prácticamente todos los personajes (de un modo más o menos nocivo) en su afán de supervivencia. La capacidad y el afán descriptivos del autor nos dan datos explícitos de hechos y de lo que motiva cada uno de esos sucesos y comportamientos. Así, es difícil no comprender (comprender no es sinónimo de compartir) qué lleva a Thérèse a actuar como actúa. También he de decir que es difícil empatizar en general (en algún momento sí, se puede llegar a hacerlo) con cualquiera de los protagonistas de la historia, e incluso con cualquier personaje secundario. Son personajes con los que nadie se querría identificar.

 

“Thérèse Raquin” es una obra excepcional que sirve de ejemplo perfecto del naturalismo, con unas descripciones que nos llevan al lugar y nos exponen con todo lujo de detalles los pensamientos e intenciones de los personajes (lo que durante una parte del libro es un lastre por su reiteración) en unos hechos tan duros que serán difíciles de masticar y casi imposibles de olvidar. Tan solo puedo decir que Zola es una asignatura pendiente de todos los lectores (lo fue para mí hasta que comencé este libro) y que leeré las obras más destacadas del autor francés.