Como es comprensible, podemos
encontrar una enorme cantidad de razones y de vicisitudes que llevaron a los
autores literarios a ser lo que son o lo que llegaron a ser. Más allá de
circunstancias familiares, personales o incluso situaciones políticas por las
que atravesó su país en el momento de su carrera, hay casi tantas trayectorias profesionales
como autores. Hemos visto en otras ocasiones (puedes consultar aquí curiosidades sobre las profesiones de algunos autores) las profesiones que ejercieron
algunos escritores famosos, así que hoy nos vamos a ocupar de otro tema.
Como decíamos, las circunstancias
(algunas más o menos crudas) personales de algunos reputados escritores los
llevaron por diversos caminos, y el camino que elegimos hoy es el de aquéllos
que por la razón que fuese no pudieron o quisieron acabar sus estudios.
Para empezar por la primera razón
que probablemente a la mayoría de nosotros nos viene a la cabeza en cuanto
pensamos qué pudo llevarles a no acabar los estudios, comentaremos algún caso
como el de Charles Dickens. El caso al que nos referimos es el no poder acudir
a la escuela por tener que aportar desde jóvenes con su trabajo a la economía
familiar. En sus primeros años de vida, Dickens tuvo la fortuna de recibir
desde los nueve años una educación que no estaba al alcance de todos los niños
de primeros del Siglo XIX.
Sin embargo, una denuncia
recibida por el despilfarrador padre de Charles que lo llevó a la cárcel de deudores
de Marshalsea lo cambió todo. La familia se hubo de trasladar a prisión para
subsistir, mientras que Charles fue acogido durante la condena en una vivienda.
Pronto hubo de comenzar su vida laboral, concretamente en una fábrica de betún
de unos familiares, en la que estuvo más tiempo del deseado.
Circunstancias parecidas llevaron
al polifacético Mark Twain (Samuel Langhorne Clemmens) (¿te interesa consultar su biografía?) a abandonar la escuela.
Nació en una familia en la que no pasaron penurias y que se instaló en la
localidad de Hannibal, a orillas del río Mississippi. Dicha localidad sería el
escenario en sus obras más famosas, pero con el ficticio nombre de San
Petersburgo. El pequeño Sam cursaba con normalidad sus estudios en dicha
ciudad.
Sin embargo, su padre falleció
debido a las complicaciones surgidas por una neumonía. Desde ese momento hubo
de abandonar la escuela (había terminado el quinto curso) y empezó como
aprendiz en una imprenta en la que trabajaba su hermano. Desde ese momento arrancó una vida laboral
peculiar, en la que ejerció diversos oficios como los de piloto fluvial o
minero de plata. Una vida que sin duda vivió con intensidad y que sirvió para
surtir de experiencias inolvidables sus libros.
Caso distinto es el del escritor
estadounidense Jack London (John Griffith Chaney), del que no está claro quién
era su padre y que hubo de adquirir su educación acudiendo a la Biblioteca de
San Francisco y leyendo todos los libros a los que tuvo acceso. Según él
contaba, en uno de los libros que leyó en ese período encontró la fuerza
necesaria para comenzar a escribir. Se trata de la novela “Signa”, escrita por
Marie Louise de la Rameé (que publicaba bajo el seudónimo Ouida) y en la que el personaje principal, un
campesino italiano con los mismos estudios (sin ellos) que London adquiere fama
como compositor de ópera.
Tras muchas peripecias, y una
vida en la que vagó por diversos oficios en una época convulsa en cuanto a
derechos laborales, e incluso ejerció de vagabundo (de hecho pasó unos días en
la cárcel por este hecho), la inspiración recibida por esa novela le llevó a
publicar numerosas obras, de las cuales “Colmillo blanco” puede considerarse la
más célebre.
También podemos encontrar casos
en los que no tienen que ver necesidades ni penurias económicas, sino que
simplemente hay escritores a los que la vida escolar nunca llegó a llenar. Por
ejemplo, Harper Lee, autora conocida por haber escrito “Matar un ruiseñor”, (aquí tienes la reseña de "Matar un ruiseñor") comenzó a estudiar Leyes, pero en tan solo un semestre supo que no era su
vocación y lo dejó. Se trasladó a Nueva York a dedicarse a su verdadera
vocación, y por fortuna, tuvo el tiempo necesario para dejarnos un libro que
será recordado por muchos años.
También Ray Bradbury declaró no
haber cursado estudios universitarios, y recordaba que todo lo había aprendido
leyendo libros de la Biblioteca Pública, adquiriendo un amor por la Literatura
que poco a poco fue creando una necesidad de escribir. Al principio se atrevió
con cuentos, algunos de los cuales fueron vendidos a varias publicaciones
periódicas, y finalmente con las novelas con las que pasó a la posteridad, como
“Farenheit 451” o “Crónicas marcianas”. Como él mismo decía, obtuvo un graduado
de Biblioteca.
Otro reputado autor, ganador del
Premio Nobel de Literatura, fue en su niñez y juventud muy poco tolerante con el
orden y la disciplina que se requiere en los centros educativos, lo que le hizo
abandonar sus estudios a los quince años y posteriormente ser expulsado de
varios de sus empleos. Es sorprendente conocer la falta de preparación
académica de un hombre que probablemente haya formado parte del avance más importante
de la Literatura en los últimos tiempos. Y es que tras volver de la Primera Guerra
Mundial William Faulkner intentó cursar estudios universitarios, pero pronto
desistió y, como muchos de los escritores que mencionamos, vagó de un oficio a
otro hasta poder dedicarse al que le llevó a la inmortalidad. (puedes consultar aquí la reseña de una de sus obras, "Luz de agosto")
No es una causa concreta la que
puede hacer a una persona convertirse en escritor, es un cúmulo de
circunstancias que no se suelen repetir en otros casos. En algunos casos hay un
talento desbordante que no requiere gran dedicación (sin duda los casos menos
numerosos). En otras ocasiones, a un talento notable se le añade una gran
preparación y trabajo. Y también se da el caso en el que, sin poseer gran
talento, esa preparación y una buena cantidad de trabajo y dedicación hace a
algunos escritores producir obras dignas de ser recordadas.
En los ejemplos que vemos
observamos cómo se procuraron la preparación estos autores, y vamos a terminar
con un ejemplo que puede agrupar características de prácticamente todos los que
hemos mencionado hasta ahora. Y es que José Saramago nació en una familia de
campesinos (sus padres José de Sousa y María da Piedade) con pocos o nulos
recursos. Tras trasladarse a Lisboa, a los doce años José se matricula en la
Escuela Industrial de Lisboa, en donde entra en contacto con obras literarias
que despertarán en él un gusto por la Literatura que no abandonaría jamás.
Sin embargo, la escasez de
recursos de su familia impidió que continuase con sus estudios, y hubo de
emplearse como aprendiz de cerrajero, iniciando así una vida laboral (de nuevo
como la mayoría de los autores mencionados) variopinta. Escribió dos novelas de
joven, pero la falta de éxito (y lo que él denominaba el no tener nada que
contar) hizo que la abandonase. El entrar a trabajar en una editorial le hizo
entrar en contacto con ese mundo, y fue traduciendo obras y escribiendo
relatos, hasta que consigue una carrera literaria (que culminaría con el Premio
Nobel de Literatura) a las puertas del retiro.
Como hemos visto, hay algunos
escritores que suplieron la falta de preparación académica con otros medios.
También es cierto que, a medida que avanza el Siglo XX, es menos común
encontrar a uno de esos escritores que hayan fracasado en sus estudios, y que
supieron potenciar su talento para darnos obras para recordar.