Hay libros que
dejan una sensación de vacío, una especie de abandono, cuando los terminas. Si hace poco más de 24 horas
no sabía nada de “Casas vacías”, ahora mismo no entiendo la literatura de los
últimos años sin incluir este libro entre los más destacados. Esa sensación de ausencia, que me ancla a la ventana con la mirada perdida en el horizonte, me temo que va a complicar un poco la escritura de estas líneas. Si resulta ser así, quisiera pedir disculpas por adelantado.
Daniel es un niño
de tres años, que vive con su padre y su madre en México. Además, ya desde antes del nacimiento del propio Daniel cuentan con la compañía de Nagore, su prima nacida y criada al otro
lado del Atlántico a la que la violencia arrebató a sus padres: por un lado la
muerte de su madre, y por otro el hecho de que fue su padre el asesino. La
insistencia de Fran, su tío y desde entonces padre sustituto en llevarla
consigo, le proporcionó esa nueva casa, que no sabemos si llegará algún día a
ser un hogar.
Sin embargo, un
fatídico día Daniel desaparece en el parque cercano a su casa. Sin dejar
rastro. Con su ausencia el dolor se instala en esa vivienda, donde cada uno lo vive a su manera, y nos arrastra a
todos los lectores al sufrimiento por la pérdida, por la incertidumbre y por el
devastador sentimiento de culpa de la madre de Daniel. El relato de los
sentimientos que proporciona una maternidad arrebatada es el hilo que
seguiremos durante la mayor parte del libro. También hay otro hilo argumental
que, sinceramente, prefiero descubras cuando leas el relato.
En esta página
solemos dar unas pinceladas del argumento del libro, intentando tan solo que se
tenga una idea aproximada de lo que se puede encontrar dentro. Sin embargo, mi
costumbre al decidirme por una lectura suele ser leer por impulso, sin saber lo
que me voy a encontrar al comenzarla. Y así ha sido con “Casas vacías”. La
comencé sin conocer ni una línea de su argumento. Y creo que, si de verdad
quieres disfrutar de su lectura, es lo que deberías hacer. Decidirte sin más.
Como me suele
pasar, los libros que más me gustan son los que más difícil me resulta reseñar.
Quiero continuar diciendo que creo que si esperas encontrar en “Casas vacías” una
lectura fácil te vas a llevar una decepción. No es una lectura sencilla. Brenda
Navarro utiliza las palabras como cuchillos que destrozan el interior de sus
personajes, dejando pocas concesiones a los que asistimos al proceso de desintegración
que provoca el dolor, un dolor que los personajes proyectan violentamente hacia
los que los (las) rodean y con mayor virulencia hacia ellas mismas.
“Casas vacías” es
una obra que fue publicada de forma gratuita por un proyecto novedoso llamado
Kaja Negra. La tirada en papel que acompañó a dicho lanzamiento fue casi
testimonial. Un año más tarde la editorial Sexto Piso se hizo eco del éxito que
estaba teniendo entre los lectores y lo editó de la forma tradicional. Desde
entonces no deja de sorprender en los países en los que se va presentando. Y es
una reacción, a mi manera de ver, absolutamente comprensible.
Como decía antes,
cuando me decido a leer un libro lo suelo hacer “a ciegas”; pero, una vez
terminado, también tengo la costumbre de buscar opiniones entre las que bucear
y encontrar alguna que sea compatible con lo que produjo en mí la lectura. Tras
echar un vistazo a las reacciones que provoca “Casas vacías” creo que las
etiquetas mayoritarias se refieren a su acertada, inteligente y compleja visión
de la maternidad y también a la exitosa presentación de dos de los personajes
femeninos más destacados de los últimos años.
Como buen gallego, estoy de acuerdo por un lado y estoy en desacuerdo por el otro. Y quiero explicarlo con más detalle,
esperando no perderme por el camino. Sí, es una visión totalmente acertada de la
maternidad, y los personajes de este relato son personajes femeninos muy poderosos y desde luego inolvidables. En eso estoy muy de acuerdo. Pero creo que etiquetar este relato de esa manera es limitarlo, porque opino que
va mucho más allá. Los personajes de “Casas vacías” son personajes literarios
inolvidables, independientemente del género. El argumento es novedoso,
inteligente, sincero, crudo y visceral, acertado y sorprendente, crítico en la
medida que debe de serlo y que invita al lector a pensar por sí mismo. En
definitiva, independientemente de que se considere un relato feminista, o
femenino, o la etiqueta que queramos ponerle, “Casas vacías” está por encima de ello ya que es un gran libro.
Es la primera obra
de Brenda Navarro, de la que no conocía absolutamente nada hasta hace un par de
días, y que ahora coloco en esa nueva ola de autores que están deseando tomar
el testigo con sus ganas, inteligencia, capacidad y talento. Desconozco si “Casas
vacías” será a la postre el mejor libro de la autora, pero sí pienso
comprobarlo leyendo cada uno de los que publique. La sensación de vacío de la que hablaba al principio se lo pone difícil a mi próxima lectura. Se admiten sugerencias.