Jim Dixon es un
joven profesor que ejerce su labor en una Universidad de poco prestigio situada
en una pequeña población de la principal isla británica. Al igual que le sucede
al centro donde imparte clases, Jim es un profesor discreto, se puede decir con
poco interés por ejercer en la Historia Medieval, asignatura para la que fue
contratado. A pesar de tener un contrato inicial de dos años, en el primer
verano decidirán si sigue en el siguiente curso o, de lo contrario, se
rescindirá su contrato.
Teniendo en cuenta el
poco apego que tiene por Universidad, clases, alumnos, compañeros y ciudad, todos
supondríamos que quedarse en tal lugar sería la última de las opciones de Jim;
sin embargo, la perspectiva de quedarse sin empleo no le agrada demasiado, así
que en el momento en el que se inicia la narración comprobaremos sus esfuerzos
porque ese contrato siga en vigor. Para ello ha de conseguir a toda costa que
uno de sus artículos sea, por fin, publicado en una revista especializada en
Historia, lo que le otorgaría a la Universidad una mínima visibilidad.
Además, ha de
cuidar su relación con el pedante y difícilmente soportable profesor Welch, que
tiene la capacidad para decidir sobre su contrato ya que es el director del
departamento de Historia. Así, Jim ha de visitar en varias ocasiones la
vivienda del pudiente (por matrimonio, no por los escasos emolumentos que se
puede permitir la Universidad) Welch y entablar relaciones con los excéntricos
miembros de su familia, además de seguir manteniendo una relación de amor/odio
con Margaret, que en los últimos meses se aloja en dicha casa. Entre conciertos
esperpénticos, vino de jerez y charlas más o menos disparatadas comprobaremos
si nuestro (¿Lucky/afortunado?) Jim conseguirá su objetivo.
A pesar de que, hoy
día, su hijo Martin Amis tiene mayor popularidad como escritor, la verdad es que
Kingsley Amis me ha sorprendido gratamente. Con ésta, su primera novela,
publicada en 1954, consiguió el Premio Somerset Maugham. Además, logró un buen
éxito de crítica y de ventas. Entre las páginas de “Lucky Jim” podemos
encontrar un humor que yo considero, a pesar de haber sido escrita hace más de
sesenta años, muy actual. Cinismo, sarcarmo, ironía, mordacidad, y una visión
pesimista de la sociedad secundada por una serie de personajes con los que es
difícil empatizar (incluyendo a nuestro protagonista) se ven mezclados en una
historia que está entrelazada con brillantez, haciendo que sea una lectura muy
fácil de llevar.
El mundillo
universitario filtrado de un modo caricaturesco será capaz de sacarnos alguna
sonrisa; el humor tan “inglés” al menos a mí me resulta complicado convencerme de que autores posteriores (me viene a la mente Tom Sharpe) no se
inspiraron en Amis para traernos ese humor tan diferente (irreverente y
políticamente incorrecto) y tan característico que en “Lucky Jim” puede tener
sus raíces. Incluso sabiendo que me equivoco al esperar que un porcentaje alto
de los lectores puedan apreciar un humor tan particular y peculiar, no puedo más que
recomendar la lectura de esta novela que recientemente ha vivido una
actualización de la traducción. Una agradable sorpresa.