Un japonés descubre que una mujer vivió en un armario de
su casa oculta durante un año.
Este titular
apareció ya en 2008 en un periódico local y pronto se hicieron eco las redacciones de los diarios de la mayor parte de los países del
mundo. La extraña situación narrada tras el impactante titular se acompañó además de unas imágenes reales en las que se
observaban los movimientos de dicha mujer, imágenes que hoy día denominaríamos virales y
seguramente nos llegarían de algún modo a nuestro teléfono. A pesar de ser una
noticia curiosa y de poco recorrido, para Éric Faye supuso el argumento del
libro al que realizamos nuestra visita de hoy.
Así, tomando como
base los datos del artículo periodístico, el autor francés nos plantea una
historia en la que un solitario y soltero hombre, metódico hasta la
extenuación, vive su anodina existencia en una vivienda situada en las afueras
de Nagasaki. Asfixiado por la soledad y la falta de estímulos, su día a día se ve alterado por signos
de que algo está sucediendo en su casa: productos que está prácticamente seguro
de haber comprado desaparecen de su frigorífico de forma esporádica.
Con el paso del
tiempo los signos se convierten en sospechas cada vez más intensas, por lo que
el hombre (Shimura) decide instalar una cámara web en su cocina. Tras unos días
intentando averiguar qué sucede, observando desde su puesto de trabajo (de
meteorólogo) descubre los hechos que saltaron a los informativos de todo el
mundo.
Con esta obra el
autor francés logró ganar el Gran Premio de la Academia Francesa, y en sus
páginas nos presenta una obra intimista en la que, debido a que todos conocemos
la historia de antemano, el argumento es lo de menos. En sus escasas páginas
nos muestra el proceso de evolución de un personaje que carece de cualquier
tipo de motivación personal y cómo percibe a la persona que invadió su intimidad de la
forma más extraña que hayamos llegado a imaginar. El tono por el que se desliza
la narración me parece una forma muy acertada de homenajear a la literatura
japonesa, ya que bien podría estar firmada por un autor de dicho país.
De una forma delicada y contenida, con una mesura muy presente desde el inicio hasta el final de la obra y caminando por el imperturbable silencio de los protagonistas, escuchamos la historia como en susurros. Así, en “La intrusa”
no podemos esperar sorpresas, pero sí somos invitados a observar la evolución
de los personajes y qué es lo que les lleva a actuar de esa manera, y al mismo
tiempo nos invita a reflexionar sobre lo que llevamos cada uno de nosotros dentro
y, creo yo, es una de las maravillas que nos proporciona la literatura. En
resumen, me ha parecido una obra corta e interesante.