David Foster Wallace murió hace unos años. En el momento de su muerte su literatura tenía un prestigio incuestionable, y la monumental "La broma infinita", su obra más reconocida y más recordada, está incluida en varias listas como una de las mejores del siglo pasado.
Wallace fue un carismático, reputado y polifacético profesor licenciado en Inglés, Filosofía y Escritura Creativa, y además tenía una especie de aura que lo convertía en un icono, algo parecido a una estrella de rock. Por ponernos en perspectiva, daba la impresión de que todo lo hacía bien, e incluso en su juventud destacó en un buen nivel jugando a tenis.
Sin embargo esa mente brillante y prolífica hubo de convivir durante al menos los últimos veinte años de su vida con una profunda y resistente depresión de la que no consiguió librarse y que acabó en un temido y tal vez anunciado en algunos de sus relatos suicidio, cometido en 2008. Tres años antes había sido invitado a realizar un discurso en la ceremonia de graduación de la Universidad de Keyton, y es el texto que traemos hoy.
"Esto es agua" es una tremendamente lúcida colección de pensamientos y una exposición de una filosofía de vida de las que emocionan y que, en algunos casos, cambian vidas. Engalanada con toques de un humor necesario, intenta exponer a los recién licenciados su punto de vista un poco más maduro, y qué significa para él aprender a pensar, y entre otras cosas cómo deshacerse en el día a día del pensamiento egocentrista inherente a nuestra raza.
Rescatado este discurso de una media hora unos años tras su muerte, y editado en unas cien páginas profundamente vacías en su mayoría (de palabras, que no de peso de las mismas), creo que debería estar en cada casa y ser usado cíclicamente como una especie de manual para aprender a vivir.
A vivir de una manera que el propio autor no pudo llevar a cabo. Lo que es imprescindible, si te decides a leerlo, es tener claro que es un discurso de media hora y que hay que bebérselo en tragos cortitos disfrutando de cada párrafo sin ninguna prisa. Así aprenderemos, tal vez, a ver el agua en la que nadamos cada día. IMPRESCINDIBLE.