viernes, 14 de marzo de 2025

"Los habitantes del bosque", de Thomas Hardy

En el pequeño e imaginario pueblo de Little Hincock, en la época victoriana, la joven Grace Melbury está a punto de regresar tras un tiempo fuera. Grace es hija de un próspero comerciante de madera, que se nutre del bosque al que hace mención el título. Melbury, el padre, es capaz de invertir todos sus esfuerzos para que su hija adquiera la mejor de las educaciones, aunque tal vez sea éste el motivo que la aleje para siempre de un pueblo que no tiene más alicientes que la modesta y ancestral vida rural que siguen sus habitantes.


Esa educación, y el que Grace esté acostumbrada a compañías mucho más versadas y cultas que cualquiera de sus vecinos y que él mismo, hacen que Giles (joven leñador y uno de los mayores conocedores de su entorno) dude sobre si el precario compromiso de matrimonio que años atrás adquirió con Grace sigue vigente o, en todo caso, si esa joven a la que encuentra muy cambiada querrá mantenerlo. También está por ver si el adolescente amor que nació entre ellos (y que crece en Giles desde entonces) es capaz de sobrevivir a las nuevas circunstancias.


"Los habitantes del bosque" es el primer libro que leo de un pendientísimo desde hace tiempo Thomas Hardy (no confundir con el camaleónico actor Tom Hardy), una de las voces más brillantes de la vida rural del siglo (iba a decir pasado pero ya es antepasado) en la Inglaterra victoriana. Su capacidad descriptiva logra que nos situemos literalmente en Little Hincock, en su oscuridad y sus velas, en sus costumbres y tareas cotidianas, y en la relación entre sus personajes.


El prestigioso escritor tiene una gran capacidad para enganchar al lector en la vida diaria y, sobre todo, en la complicación de las relaciones entre unos personajes bien descritos y delimitados, que evolucionan al mismo tiempo que avanza la narración. Hardy confesó que "Los habitantes del bosque" era la novela de la que estaba más orgulloso y lo entiendo. 

Es un autor para volver a él sin dudarlo (el único pero que le pongo a mi lectura, que no al libro, es que la parte final me descolocó un poquito...). También quiero mencionar la esmerada traducción que realizó Roberto Frías, dando un sinfín de datos interesantes que afinan la lectura, encontrando los sentidos ocultos de las palabras de Thomas Hardy.