sábado, 29 de abril de 2023

De 5 en 5: Libros "Asesinos"

 

Es evidente y puede resultar redundante resaltar que un objeto inanimado no puede cometer un asesinato. Incluso si nos ponemos en el más extremo de los casos (vamos, lo que viene siendo un arma asesina) se necesita a una persona para realizar el acto. 

Así que opinamos por un lado que un libro no puede ser un asesino, y por otro lado que en ningún caso puede ser la justificación para cometer asesinatos. Pero en estas líneas traeremos una lista de libros que fueron mencionados como inspiración por criminales que cometieron el más grave de los delitos.

 

Para comenzar el recorrido recordaremos uno de los grandes libros del siglo pasado, que al parecer había sido leído por un medicado Joseph T. Wesbecker unos días antes de acudir a su antigua fábrica en Kentucky (de la que salía el Prozac, medicamento que él mismo estaba tomando) y disparar a veinte personas, acabando con la vida de ocho de ellas. 

Según las autoridades fue una importante influencia el teatro de los sueños y la asfixiante atmósfera que Hermann Hesse y ese famoso teatro sólo para locos. Por si todavía no te suena hay que decir que el primer libro de la lista es “El lobo estepario”.

 

El siguiente título que traemos tenía más posibilidades de resultar inspirador para alguien perturbado, y es que la violencia extrema narrada con todo lujo de detalles en “American psycho”, de Bret Easton Ellis, se regocija de tal manera que no resulta difícil imaginar el acto que cometió Michael Hernández (que asestó más de cuarenta puñaladas a su mejor amigo, Jamie Cough, y luego guardó el arma usada en su mochila) como parte de la obra citada.

 

Tras salir del lugar del crimen (el baño de su instituto) acudió a la siguiente clase. En el interrogatorio posterior Hernández confesó que tenía planes para seguir asesinando, empezando por su hermana. Por fortuna, su carrera delictiva terminó en ese momento, ya que fue encarcelado y acabó su vida entre rejas.

 

El desgraciado instrumento usado por desequilibrados que traemos a continuación es “Rabia”, un libro publicado originalmente por Richard Bachman, el primer pseudónimo del superventas Stephen King. La trama se desarrolla en un centro educativo, y el protagonista comienza secuestrando a decenas de alumnos. En al menos dos ocasiones lectores asiduos de este libro secuestraron a alumnos, tal y como sucede en el libro. Por fortuna, ambos hechos acabaron sin víctimas.

 

Menos suerte hubo con un tercer enfermo, Michael Carneal, que acabó con tres jóvenes de su instituto además de disparar a otros 5. “Rabia” era el único libro que estaba en su taquilla. A raíz de todo esto, el autor decidió retirarlo de las librerías.

 

El penúltimo paso del recorrido nos trae a Joseph Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski), autor polaco que decidió publicar en inglés a principios del siglo pasado. De su obra traemos “El agente secreto”, cuyo protagonista se dedica a la profesión que evidencia su título y en cuya trama el anarquismo, el espionaje y el terrorismo son tratados en profundidad. Ted Kaczynski, un superdotado alumno que entró en Harvard a los 16 años, vivió obsesionado con el libro y con uno de los personajes (El Profesor). De hecho usó el nombre del autor (ya fuese el pseudónimo o alguno de los nombres auténticos) para registrarse en varios hoteles. Además, a sus padres les dijo: “Si me queréis entender, empezad por leer “El agente secreto”.

 

Como su nombre por estos lares no es muy conocido hay que decir que Kaxzynski fue la persona más buscada en los Estados Unidos durante varios lustros, y el FBI invirtió un descomunal presupuesto para intentar detenerlo, tras un rastro de 16 atentados con bomba diseminados por el país. Al final la única manera de detenerlo fue porque su hermano reconoció la forma de escribir de Ted en un manifiesto que publicaron los periódicos más importantes del país. El mote de Ted es Unabomber.

 

El último libro tiene el dudoso honor de ser el más mencionado por asesinos como objeto de inspiración. Mark David Chapman, tras asesinar al Beatle John Lennon, se sentó en el suelo a leer “El guardián entre el centeno”, de J.D. Salinger, mientras esperaba a ser detenido. Se identificó como un alter ego de Holden Caulfield, el adolescente protagonista del libro.

 

Ese asesinato es tan solo uno de los que iniciaron una leyenda negra sobre ese libro, que también fue mencionado por asesinos (o encontrados entre los objetos en los primeros reconocimientos por parte de la policía) como el del atentado fallido a Ronald Reagan o por Robert Bardo, hombre obsesionado con la actriz Rebecca Schaffer, a la que acabaría asesinando. Se dice también que Charles Manson actuaba influenciado por las sensaciones durante la lectura de tan icónico libro, así como el asesino de John Fitzgerald Kennedy o de su hermano Robert. En fin…

 

Como decíamos al principio, un libro no puede ser asesino, sino la persona que lo lee. Pero resulta curioso al menos advertir cómo un libro puede generar sensaciones tan diversas y a veces opuestas entre los lectores. Ojalá todas fueren positivas, pero en ese caso estaríamos ante una humanidad perfecta que, por desgracia, nunca existirá.