Mathilde es una
joven profesora de Literatura en un instituto parisino. Es una enamorada de su
trabajo y en este trimestre está desgranando “La educación sentimental”, de
Gustave Flaubert, con sus jóvenes alumnos, lo que para ella es una de sus actividades preferidas. La vida que lleva la protagonista es
una vida cómoda, con un sinfín de prometedores proyectos que están a punto de
cumplirse, y puede que sean definitivos. Y en todos esos planes de futuro se encuentra
Étienne, su compañero y su amor durante los últimos cinco años y, seguramente, la persona que la acompañe durante toda su vida.
Sin embargo, tras
unas noches con un comportamiento extraño y una actitud lacónica, Étienne, su pareja,
resquebraja la vida de Mathilde de una forma que ella no había llegado a
imaginar ni tan siquiera en sus más enconadas pesadillas: una noche le comunica
que decide abandonar el piso que comparten y, por lo tanto, que acaba con su
relación.
El mundo de
Mathilde se viene inmediatamente abajo, y a partir de ese momento entra en una
depresión que amenaza con hundirla tan profundamente que no pueda levantarse. A
pesar de los empeños de las personas que la aprecian, Mathilde no consigue
levantar cabeza. Tal vez Agathe, su hermana, tenga la llave que convierta su
sufrimiento en felicidad.
David Foenkinos es
un autor que, probablemente, no levante pasiones ya que su prosa es un tanto
aséptica. Sin embargo, esa aparente frialdad al expresar los sentimientos es
también una de sus virtudes, ya que consigue narrar multitud de sentimientos de
una forma cruda y concisa. Tal vez me equivoque, pero Foenkinos me parece un
escritor que basa la mayor parte de su obra en las relaciones de pareja por un
lado y la sensación de pérdida por otro.
Y en esta novela
tenemos ambas (y alguna cosa más). El devastador dolor que invade la vida, el
cuerpo y alma de Mathilde (todos nos podemos imaginar qué se siente cuando se
rompe el amor de tu vida) y que ayuda a que su comportamiento sea errático y a
menudo erróneo puede recordar a la repentina viudedad de la protagonista de su
obra más conocida y premiada: “La delicadeza”. Sin embargo el tratamiento de
ese dolor es muy diferente en cada una de sus libros, y creo que es básico para
que sus obras, a pesar de contener un estilo muy definido y particular, no
pequen de ser reiterativas o agotadoras. Y os lo dice un lector que está muy
habituado a ver cómo se pierde el interés por autores que le gustan por sus
tics a la hora de escribir.
No recuerdo cuántos
libros he leído de David Foenkinos, pero sí recuerdo que, en mayor o menor
medida, disfruté cada uno de ellos. Seguramente el autor francés no llegue a
escribir ninguna obra maestra, y con mayor seguridad “Dos hermanas” no es su
mejor obra, pero se lee con rapidez, con interés, sin perder en ningún momento
una tensión que es mucho menos lineal que en el resto de sus libros y que supone una pequeña vuelta de tuerca a su estilo. Recomiendo
la lectura de esta obra y creo que se ha ganado que la siguiente (que todavía
no ha publicado) sea también una de mis lecturas.