Es muy probable que, leyendo el primer párrafo, te hayas hecho a la idea de que Marc es un médico de vocación, que ama su profesión, y que daría lo que fuese por sus pacientes. Pero ese tipo de personaje lo encontrarías en una lectura mucho más complaciente de lo que es la que traemos hoy. Así que si no está en tus planes una lectura incómoda, lo mejor es que dejes pasar este libro. Realmente no sabemos si es vocación por la medicina real, pero pronto (desde el primer capítulo) nos damos cuenta de que Marc aborrece cada minuto que pasa en su consulta, y que soporta a un número muy reducido de sus pacientes.
Este peculiar doctor es nuestro narrador y narra en primera persona, así que seremos testigos de una actitud cínica, desgarradoramente sincera y en ocasiones rocambolesca, la que usa para atender a sus crédulos y confiados pacientes. Vive con Caroline, su esposa, y sus dos hijas (la mayor de ella tiene trece años y se está asomando ya a la temida adolescencia). Como afamado médico recibe invitaciones de sus pacientes con cierta periodicidad, y procura rechazar la mayoría de ellas. Estamos de acuerdo con Caroline en que lo contrario sería incompatible con la personalidad de su esposo, sería someterse a una dosis de hipocresía innecesaria. Sin embargo un día recibe en la consulta a un medianamente conocido actor (Ralph Meier) y decide aceptar la invitación para que acuda (con su esposa) a la representación de la obra de Ralph en uno de los teatros de la ciudad.
Tras esa
aceptación, viene la invitación que da nombre al libro: Ralph invita a Marc,
Caroline y a sus dos hijas a acudir durante las vacaciones de verano a la casa
que él y su familia alquilarán en una zona costera del Mediterráneo. ¿Irán a
esa casa nuestros protagonistas? Bueno… eso es algo que mejor has de descubrir
al leer esta obra, aunque ya te adelanto que el dónde, cuándo y cómo son cosas
que tienen menos importancia que las que realmente importan en este relato: el
qué y el quién.
A pesar de gustarme
(opino de todos modos que literariamente no es ninguna maravilla) nació ese temor por una razón: dado que Herman
Koch no es un autor, digamos, con un talento literario brillante, y que “La
cena” nos pone en un brete ético, solo había dos posibilidades: que en su
siguiente obra se repitiese en la estructura y me resultase agotadoramente
reiterativo, o que bajase de forma alarmante el nivel (creo que son cosas que suelen pasar, y a
veces de forma simultánea) y tampoco me bastase para tener una lectura satisfactoria. Pues bien: estaba en un error.
“Casa de verano con
piscina” me ha encantado. Y creo, con la comprensible duda del tiempo transcurrido entre las
dos lecturas, que me ha gustado en mayor medida que “La cena”. Es una lectura
incómoda y adictiva, que crea controversia (mejor dicho CONTROVERSIA, así, en mayúsculas) y en la que en los primeros capítulos nos sorprende el
descaro de los pensamientos del doctor, y su ética (o falta de) profesional tan
peculiar. Sin embargo a medida que avanzamos nos vamos sumiendo y enredando en una serie de
interrogantes que se van sumando sin que nos demos cuenta y que van sumergiendo
la lectura en un suspense que comienza de forma sutil y va aumentando hasta finalizar de una
forma arrolladora. El ritmo final parece una fuerza de la naturaleza. Irresistible seguir leyendo una página más.
El tono ácido de la
lectura es lo más destacado. Koch es un tipo inteligente, salta a la vista, y usa esa capacidad para mostrarnos con ironía (y, ¿por qué no decirlo? también muy mala leche) un camino sinuoso y tétrico en el que nos
vamos planteando decenas de interrogantes. ¿En qué punto se decanta la balanza entre inocencia y culpabilidad? ¿Qué harías en cada situación que nos presenta, como padre, como hijo, como amigo? ¿Cómo
encajar que los seres que queremos pueden no comportarse como pensábamos? ¿Es
comprensible actuar de una u otra manera? ¿Es asumible? ¿Podrías vivir con
ello? ¿Y si no lo hubieses hecho? ¿Podrías vivir sin haberlo hecho? Son unas
preguntas y unas posibles respuestas duras, planteadas (se puede decir que
arrancadas) por el autor de una forma descarnada, provocadora, descarada. En
muchos momentos me sentí parte de un juego, como si fuese un experimento hecho
por el escritor. Y, la verdad, la experiencia fue notable.
Creo que en parte es
un libro, un tono y un planteamiento que no se puede tomar de otra manera que
como una crítica a la sociedad en la que vivimos, a la hipocresía de las
relaciones sociales, contado con descaro y aderezado con esas preguntas
incómodas que, seguramente, nunca te harías si no leyeses esta obra.
Yo me alegro de que
esté publicado como está publicado (quién sabe si con la deriva que llevamos no
acabaremos asistiendo de nuevo a la quema de libros en las plazas de los
pueblos, pero a día de hoy ese momento no ha llegado, al menos de forma literal) y me alegro de haber estado inmovilizado mentalmente debido a la tensión
(en muchos casos desagradable) que me hizo estar pegado a la lectura hasta que
llegué al final. Tras acabarlo, como me suele suceder, me regaló la lectura
varios días de repensar lo leído, y de hacerme de nuevo preguntas incómodas que
cada uno respondemos a nuestra manera. Un libro en el que nada es evidente. De hecho si nos convencemos de que sabemos lo que va a suceder, nos puede dejar en evidencia. Incómodo. Brutal a ratos. Cínico. Controvertido. Provocador. Aconsejable.