Es complicado introducirse en la
mente de una persona que comete uno o varios crímenes. A pesar de la
experiencia que puedan tener muchos psiquiatras o psicólogos y de los exámenes
a los que puedan ser sometidas esas personas, siempre quedan algunos flecos que
escapan al entendimiento de cualquiera. Cuando un trastorno afecta a la mente
de un individuo es posible que llegue a encontrar cualquier pretexto con el que
desencadenar un conflicto.
En los últimos años tenemos
muchos ejemplos, gracias a los medios de comunicación y últimamente a las redes
sociales (que actúan como unos medios de comunicación todavía más controlados y
efectivos que los tradicionales), de criminales que se inspiraron en
videojuegos (con una mayor o menor medida de violencia empleada en el juego),
canciones o, y éste es el tema que trataremos hoy, libros.
Para comenzar veremos un ejemplo
muy revelador sobre cómo un joven con problemas puede ser influenciado de
muchas maneras y una de ellas es la lectura de un libro. “Rabia” es un texto
(los seguidores lo habrán reconocido ya) publicado en 1977 por Richard Bachman,
en el que el protagonista del libro, Charlie, coge un arma de su taquilla e
inicia una escalada de violencia en su instituto, comenzando por disparar a
varias profesoras.
Desgraciadamente es un argumento
que encaja con multitud de situaciones que vemos en los últimos años, y
desafortunadamente “Rabia” sirvió como fuente de inspiración a varios jóvenes
que llevaron a cabo hechos similares en sus institutos. Por ejemplo, en 1988 Jeffrey
Lyne Cox secuestró a 60 personas en un aula, en un acto que acabó sin víctimas
mortales. Jeffrey reconoció que había leído innumerables veces la obra que
mencionamos.
Además de un hecho similar al año
siguiente, en el que se desencadenaron hechos similares sin lamentar fallecidos
y se encontró entre las posesiones del autor el texto que estamos recordando
Michael Carnea sí dejó víctimas (3 adolescentes) en 1997 en un ataque instigado
por la esquizofrenia que sufría e inspirado en “Rabia”.
A raíz de ello el autor (que
había usado Richard Bachman como pseudónimo en sus primeras obras) Stephen King
decidió que “Rabia” dejase de editarse para no servir como excusa antes futuros
hechos similares.
Para seguir con el siguiente de
los ejemplos tomemos el nombre de Ted Kaczynski. Este hombre estaba tan
obsesionado con un libro de Joseph Conrad (“El agente secreto”) que incluso
llegó a registrarse en varios hoteles con el apellido de su autor y firmar
cartas de la misma manera. El protagonista del libro, publicado en 1907 pero
cuya trama se desarrolla en la década de 1880, es un anarquista que planea
colocar una bomba en el observatorio Greenwich.
Kaczynski se sentía muy
identificado con dicho personaje, de tal manera que insistía a familiares y
conocidos en que leyesen el libro para comprender su pensamiento (a todas luces
radical). Como en el libro que inicia nuestro repaso a estas obras que
sirvieron de inspiración criminal, Kaczynski llevó más lejos esa identificación
con el protagonista y decidió preparar y enviar bombas a diversos organismos y
localizaciones, llegando a causar tres víctimas mortales y numerosos heridos.
Tras una compleja investigación se produjo a su detención y acabar con sus
planes que habían encontrado inspiración en “El agente secreto” y desde
entonces pasa sus días en la prisión. Seguramente su nombre no sea conocido
pero sí el pseudónimo que utilizó y que llegó a hacerse célebre: Unabomber.
Para romper la inercia de
desvelar el nombre más conocido (Stephen King y Unabomber) al final de cada
ejemplo quisiera empezar el siguiente con el asesino que, de alguna manera,
está relacionado con un libro: Charles Manson. Y el libro con el que lo vamos a
relacionar es “Forastero en tierra extraña”, de Robert A. Heinlein (uno de los
más célebres autores de la ciencia ficción).
El libro se basa en una
expedición (la segunda, varias décadas después de la primera) terrícola enviada
a Marte. En dicho planeta se encuentran con Michael, hijo de miembros de la
primera expedición y único superviviente humano. Deciden traerlo de vuelta a la
Tierra y se convierte en una celebridad, pero también en un ejemplo de las
debilidades de la sociedad de entonces. Desde su lanzamiento en la década de
los 60 este libro se convirtió en uno de los símbolos de la cultura Hippie, y
se relacionó con el asesino de Sharon Tate y varias personas más como
instigador de los crímenes.
De una forma difícil de explicar
Manson se convirtió en una especie de gurú que daba instrucciones a sus
seguidores (“La familia”) y éstos cometían horribles crímenes de forma ciega y
delirante. A pesar de que no se pudo relacionar a Manson con “Forastero en
tierra extraña” este libro sí fue mencionado por alguno de sus seguidores y
brazos ejecutores de sus obras.
Como otra curiosidad hemos de hablar
también de una canción de los Beatles que alude a una atracción de feria de entonces que Manson sí mencionaba y cuyo título
apareció escrito con sangre en uno de los escenarios de los horribles crímenes
cometidos: “Helter Skelter”. Dicha canción se convirtió desde entonces en una
canción maldita, hasta que en la década de los ochenta el conocido grupo U2
decidió recuperarla (en una de sus grabaciones dicen literalmente. “Esta es una
canción que Charles Manson robó a los Beatles, la robamos de vuelta.”)
El argumento y la violencia
explícita que aparecen en las páginas de “American Psycho”, de Bret Easton
Ellis generaron un impacto inmediato en la sociedad de los años 90 del siglo
pasado. Además, se convirtió también en un éxito, aunque fue prohibido en
diversos países. Probablemente sirvió para muchos asesinos como molde de
actuación, pero del que sí tenemos constancia es de Paul Bernardo, un asesino
en serie canadiense que declaró en el juicio al que fue sometido que había
leído el libro del que hablamos como si de una Biblia se tratase.
Como vemos en estas líneas,
cualquier modo de expresarse (música, literatura…) o incluso cualquier
actividad puede servir de ejemplo para personas que tienen algún desequilibrio.
Todos conocemos el efecto imitación de juegos con altas dosis de violencia o de
películas como “La naranja mecánica”, que lejos de resultar el abrumador
alegato antiviolencia que pretende, para algunas personas supone la defensa de
la misma.
En la Literatura podemos
encontrar muchos ejemplos de lo que queremos exponer hoy, y los mencionados son
tan un botón de muestra con el que poder hacerse una idea. Tal vez algunos
resulten más representativos que otros, pero seguramente ninguno llegue a
resultarlo tanto como el último ejemplo que queremos mostrar.
Holden Caulfield es uno de los
personajes más célebres de la literatura y, lejos de discutir si es bueno, malo
o regular, he de decir que es uno de mis personajes favoritos. Cada uno verá en
las páginas de “El guardián entre el centeno” (seguramente) elementos con los
que identificarse en algún momento de su vida. Sin embargo hay personas que
llevaron las acciones que J.D. Salinger incluyó en este texto mucho más allá de
lo razonable.
Además del mencionado Charles
Manson (que encontraba con facilidad referencias fatales en muchas cosas que
leía, escuchaba o veía) hay otros personajes tristemente célebres que mencionaron
a Holdel Caulfield y “El guardián entre el centeno” como inspiración a la hora
de actuar.
El 8 de diciembre de 1980 Mark
David Chapman se dirigió al edificio Dakota, en Nueva York, y esperó
pacientemente en la acera. Tras saludar a Sean, el hijo de John Lennon, volvió
a su espera. Logró que la estrella de los Beatles le firmase la carátula de un
disco que había comprado antes de subirse a su limusina. Al contrario que el
resto de las personas que esperaban, como cada día, la salida de John Lennon de
su domicilio, Mark no abandonó el lugar.
Por la noche, cuando llegó de
regreso la limusina de Lennon, Mark disparó cinco veces al músico y le causó la
muerte. Con total tranquilidad sacó el ejemplar de “El guardián entre el
centeno” que había adquirido y se sentó a leerlo, esperando a que la policía lo
detuviese. En el interior había escrito: “Ésta es mi declaración”. Más tarde,
durante el interrogatorio policial, manifestó: “Estoy seguro de que la mayor
parte de mí es Holden Caulfield; el resto debe ser el Diablo.”
Un año más tarde el presidente
por aquel entonces de los Estados Unidos de América, Ronald Reagan, sufrió un
atentado que a punto estuvo de acabar con su vida. Un individuo, John Hinckley
Jr., se abalanzó sobre él y consiguió dispararle con un revólver antes de ser
reducido por los guardaespaldas del mandatario. El agresor confesó que, al
igual que Chapman, estaba obsesionado con el libro de J.D. Salinger. Además de
esta obsesión, en este caso el desequilibrado también estaba obsesionado con la
actriz Jodie Foster desde que la vio actuar en la película “Taxi driver”. En su
mente estaba la idea de que quedaría impresionada si lograba su objetivo.
En la misma década de los años
ochenta una actriz sufrió la misma obsesión por parte de un fan que Foster,
aunque éste logró llegar más allá. La actriz se llamaba Rebeca Schaffer y el
fan Robert John Bardo. Bardo acudió al apartamento de la joven y consiguió
entablar una breve conversación hasta que la actriz pudo desembarazarse de él.
Robert regresó una hora después y, en cuanto Rebeca abrió la puerta, le disparó
en el pecho causándole la muerte.
Cuando iba a ser detenido, Bardo
se arrojó a un vehículo en circulación y falleció. Consigo, como en los otros
casos, llevaba un ejemplar de “El guardián entre el centeno”.
También se escucha (aunque a
estas alturas es difícil que haya algún tipo de confirmación) que asesinos de
personajes como John Fitzgerald Kennedy o su hermano Robert actuaron
influenciados por la lectura de un libro que lleva vendidos más de 60 millones
de ejemplares y que, probablemente, sea considerado uno de los clásicos del
Siglo XX.
Como decíamos al principio, es
difícil entrar en la mente de una persona que comete un crimen, y mucho menos
en la de aquellas personas que sufren un trastorno que se escapa de nuestro
conocimiento. Ante todo hay que decir que la responsabilidad del escritor es
absolutamente nula, ya que se limita a contar una historia que puede ser
interpretada de tantas maneras como lectores acudan a visitarla.
Afortunadamente en los ejemplos
que hemos visto hay millones y millones de lectores que sacaron un provecho
mucho mayor del que lo hicieron aquéllos que usaron estos libros como excusa o
como manual para cometer un crimen.