A pesar de ser el jefe de la
empresa su trabajo es incansable, y sirve de sol a sol sus cargamentos de
carbón a tantos vecinos como puede, siempre de forma atenta y amable. Estamos
en la víspera de Navidad, y el invierno está siendo duro, lo que significa que
seguramente pueda aguantar otro año más sin despedir a ningún trabajador por el
aumento de necesidades de calor en cada hogar. Entre los vecinos a los que
sirve (y a veces fía su mercancía hasta que vengan tiempos mejores para los
clientes) se encuentra la Lavandería de la Magdalena, una institución regida
por religiosas que tuvo ramificaciones por todo el país durante siglo y medio.
“Cosas pequeñas como esas” nos da
muchas pistas ya en su propio título: se trata de una historia minúscula (sus poco más de ochenta páginas
se encuentran en el límite de novela corta o relato largo y novela) en la que
los pequeños detalles van marcando la narración. La sutilidad al ofrecer una historia
sin caer en recrearse en las posibles partes negativas que pudiese contener es,
para mi gusto, muy de agradecer, y engrandece el texto. También la voz elegida, que sigue a Bill durante su jornada laboral, me parece muy adecuada.
Creo que lo más destacable es,
como dije ya, la sutilidad con la que enfrenta la historia, la delicadeza de
dejar al lector ir descubriendo lo que se quiere contar, y la perspicacia de dar
por hecho que será entendido en su totalidad a pesar de tan solo mostrar pequeñas sugerencias. No conocía a la autora, y me alegro de haberme decidido a leerla,
porque creo que es una voz potente a la que seguir en futuras lecturas. Pequeña obra pero acertada en su medida y su contenido. No le sobra ni le falta nada a una
historia contada de forma muy personal.