jueves, 19 de agosto de 2021

De 5 en 5: Escritores fantasmas

 

El oficio de escritor es un oficio complicado. De todas las personas que se dedican a ello, el porcentaje de éxito ha de ser mínimo, y más con la competencia que hay últimamente. El mercado tan amplio, con un abanico tan grande de libros a los que tiene acceso el posible lector es interminable, y no es raro el caso en el que uno tiene decenas de libros pendientes por leer (o con intención de hacerlo) y mientras lee el primero se amplía en tres o cuatro ejemplares más la lista.

 

Así que, cuando un autor consigue un estatus envidiable, en el que tiene miles de lectores esperando su próxima obra independientemente del argumento, de la posible calidad o de cualquier otro factor, es difícil renunciar a ella. Tiene que ser gratificante el saber que cuando se inicia una nueva historia ésta va a tener una segura aceptación y las interminables horas empleadas seguramente sean más llevaderas.

 

Sin embargo, la forma en la que se aprovecha el tirón de un autor no siempre es la que parece a simple vista. Y no siempre las obras firmadas por autores de éxito son escritas en su totalidad por la persona que firma el libro. La figura del escritor que presta su labor para que otro agrande las páginas de sus obras o, directamente, la escriba para que la firme aquella persona que asegura una mayor cantidad de ejemplares vendidos se llama en España escritor negro, y en otros países escritor fantasma.

 

En esta lista intentaremos nombrar a algunos autores de los que se comenta (difícil probar) sin tener la seguridad de ello que en algún momento usaron uno o varios escritores fantasmas. Así que, basándonos en rumores bien o malintencionados traeremos algunos de los casos más famosos sospechosos de no escribir todas y cada una de las páginas de sus libros. Recalco que usaré para estas líneas medios tan fiables como Wikipedia o Google, así que atente a las consecuencias. Para comenzar traemos un nombre jugoso y que, seguramente, poca gente hubiese relacionado con una práctica así (seguramente legal y no tiene por qué considerarse lejos de la moral): se trata de uno de los nombres más reconocibles de la Literatura, el de Alejandro Dumas padre.

 

El autor de obras tan conocidas como “El conde de Montecristo” publicó más de 1200 obras durante su vida, la mayoría un éxito de ventas. Murió a los 68 años, lo que nos da una media de unas 18 obras al año sin prorratear su infancia y adolescencia. Difícil. Sin embargo, era de dominio público en su entorno que usaba un ejército de escritores fantasmas (dicen que hasta 72), aunque al parecer el argumento salía de él y revisaba el resultado final.

 

Para hacernos una idea, corre por ahí una anécdota en la que se supone que el autor le pregunta a su hijo por su última obra, concretamente si la ha leído ya.  Y su hijo (el también escritor Alejandro Dumas Hijo) le responde con un elocuente: “Claro que sí. ¿Y tú, la has leído?”.

 

Rumores aparte, al parecer Dumas fue demandado por Auguste Maquet, que reclamaba la escritura de nada más y nada menos que “Los tres mosqueteros”. Nuestro primer fantasma ganó el juicio y Dumas hubo de pagarle 145000 francos. Todo un dineral. Como vemos, pocas dudas caben en este caso concreto. Maquet también escribió “El conde Montecristo”.

 

 

Para seguir adentrándonos en el mundo de los rumores nos vamos a encontrar con uno de los más prolíficos (¿será que una importante cantidad de obras publicadas es lo que enciende la mecha de la duda sobre su autoría?) de la ciencia ficción, ya que se estima que llegó a publicar más de medio millar de obras. A pesar de ser un icono de este género, también publicó no ficción e incluso alguna obra de misterio y de fantasía. Si te hablo de unas patillas características seguramente te vendrá a la mente el nombre de Isaac Asimov, y del autor ruso nacionalizado estadounidense estamos hablando.

 

Para seguir con el cuestionable método usado con Dumas he de decir que, dado que el (inteligentísimo) escritor que viene en segunda posición en nuestra lista vivió 72 años, nos da una media de unas siete obras publicadas al año, pero en este caso si tenemos en cuenta que sus últimos años fueron de sufrimiento por una enfermedad adquirida y que, a pesar de ser considerado un genio, al menos tardaría unos cuantos años en escribir su primera obra nos resulta una cifra que alienta esos rumores que, en este caso, no vienen avalados por ningún dato objetivo ni por ninguna sentencia judicial.

 

Para continuar este repaso vamos a visitar a uno de los autores que, probablemente, más libros haya vendido en los últimos años con ese estilo de thriller que tantas veces hemos visto adaptado a la gran y pequeña pantalla. Tom Clancy trajo a personajes tan reconocibles como Jack Ryan, que fue interpretado por actores como Harrison Ford o Ben Affleck. También fue objeto de una adaptación en forma de serie de TV, en este caso interpretada por John Krasinski, el inolvidable Jim Harpet de la serie “The Office”.

 

En el caso del autor superventas estadounidense se da el caso de que en sus últimos años sus libros fueron publicados con su nombre en fuente grande en la portada con un nombre chiquitito más abajo. Se dice que Clancy tan solo aportaba un esbozo del argumento y quien desarrollaba el argumento y llevaba a cabo la escritura era el escritor fantasma que tenía cierta visibilidad en esa obra. Una versión más ligera que las anteriores.

 

Vamos avanzando y vemos a medida que lo hacemos que cada caso es particular y no hay una estandarización de la colaboración entre un autor negro o fantasma y el firmante de una obra. El siguiente nombre a mencionar es complicado. Si tenemos en cuenta que en el Siglo XXI es difícil dilucidar si éste u otro autor dejó de escribir parte de su obra, aún con todos los medios técnicos de los que disponemos, imagina cuán difícil es hacerlo remontándose quinientos años, cuando los datos erar prácticamente inexistentes.

 

Al hacerlo nos encontramos con la llamada Teoría Marlowe. Christopher Marlowe fue un erudito y bien formado dramaturgo y poeta inglés que vivió en el siglo XVI. Su muerte se supone a finales de siglo, pero en la teoría de la conspiración que recordamos se supone que su muerte no era más que una noticia ficticia. La causa oficial es que, en una reyerta en una posada, Marlowe resultó muerto por una daga impulsada por él mismo. La hipótesis es que fue una muerte fingida para evitar enfrentarse a la justicia por unos serios problemas legales.

 

Según esta discutida, discutible y difícilmente demostrable tantos años después su autenticidad (al igual que es difícil demostrar que es falsa) Marlowe, el experimientado autor, siguió escribiendo y para publicar sus obras se valió de un joven aunque peor formado que él. Su nombre: William Shakespeare. ¿Es Marlowe autor de la obra de Shakespeare, o al menos de parte de ella? Sobre ese tema y otros sigue habiendo enconadas discusiones tanto tiempo después, seguidas por algunas de las mejores universidades. Desde aquí nos limitamos a encajar estos rumores en este listado tan precario pero, esperamos, entretenido.

 

Para finalizar con este repaso curioso queremos cerrar la quinta aportación trayendo un caso especial. Se trata, por un lado, de la serie de libros cuya protagonista es Nancy Drew y que está firmada por Carolyn Keene. Por otro lado, de la serie conocida como Hardy Boys, en este caso firmada por Franklin W. Dixon. Ambas tuvieron una importante popularidad entre los años 20 y 50 del siglo pasado e incluso se siguieron publicando más allá de esos años.

 

La particularidad de estas dos series de personajes es que fueron ideadas por la misma persona: el editor y autor Edward Stratemeyer. Mientras desarrollaba su oficio ejercía también como prolífico autor bajo pseudónimo de novelas de misterio, detectives, y más géneros. Al mismo tiempo vio un filón en explotar la literatura destinada a que la leyesen los niños, y en ello puso todo su empeño. Para ello fundó el denominado Sindicato Stratemeyer, que se centró en editar obras y series de las mismas para que las leyesen los más pequeños. Según una encuesta realizada por aquellos años la inmensa mayoría de los libros leídos por los niños estaban editados por este curioso sindicato.

 

La imposibilidad de generar tantas obras como pedía el mercado por falta de tiempo creó en Stratemeyer la necesidad de ir contratando a escritores fantasmas que fuesen ampliando su catálogo. Y ahí comenzó un movimiento que duró décadas en el que esos negros, esos fantasmas, fueron usados de forma sistemática, hasta el punto de que los pseudónimos Carolyn Keene y Franklin W. Dixon (los de las series Nancy Drew y Hardy Boys) no son más que un alias de un sinfín de escritores fantasmas. El sindicato Stratemeyer perduró tras la muerte de su creador.

 

Como decíamos al iniciar este pequeño listado, nos nutrimos de datos obtenidos de forma poco fiable y de rumores (bueno… también algún dato que parece contrastado) para hacernos una idea de lo que a priori puede parecer cuestionable moralmente pero, si rascamos un poco en la superficie, vemos que tal vez no sea así y que tras nombres conocidos se esconda un trabajo en la sombra que tiene más relevancia de la que solemos sospechar. ¿Interesante? Espero que sí.