lunes, 25 de enero de 2021

"La insoportable levedad del ser", de Milan Kundera

 Tomás es un cirujano con cierto prestigio que ejerce su profesión en un hospital de Praga. En cuanto empieza la lectura nos damos cuenta de que se trata de una persona que valora en gran medida su soledad, su intimidad, su independencia, y de esa forma lleva su vida personal. A pesar de mantener una intensa vida social junto con sus compañeros  y amigos, y mantener también una interminable serie de relaciones efímeras con mujeres que entran y salen de su vida, la casualidad (en concreto seis casualidades) llevan a Tomás en cierto momento de su vida a encontrarse con Teresa.

 

Sin darse cuenta, y como arrastrados por una indefinida inercia, Teresa y Tomás inician una relación que hace tambalear las convicciones y los hábitos del doctor, y que le trae momentos que jamás había pensado que iba a vivir. Cada uno a su manera se agarra a la necesidad de estar con el otro, y de la mano del narrador (que en ocasiones nos tiende la mano mostrándonos que es el propio autor el que nos habla) asistiremos a todas y cada una de las incidencias de una relación que será difícil que olvidemos. Además de la nueva pareja, también tendremos acceso a la relación de éstos con Sabina, una prometedora pintora, y la relación que ésta mantiene con el último de los protagonistas: Franz.

 

En el tablero que nos plantea el autor ya tenemos las cuatro piezas (Tomás, Teresa, Sabina y Franz) que se van moviendo en el espacio y el tiempo y que sirven de fichas para que el autor nos vaya poniendo sobre la mesa conceptos filosóficos, psicológicos, sociales y personales de una manera profunda a los que nos será sencillo habituarnos. Se sirve también de la narración de sueños para situarnos en los sentimientos que los personajes no son capaces de expresar. Además, la complicada situación política de un país que (el punto central de la narración se sitúa en el año 1968) ya no existe (Checoslovaquia) y que tras haber vivido la invasión del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial llevaba años intentando desligarse del siniestro control de la Unión Soviética nos ofrece un marco físico y político muy potente, que marcará las vidas de nuestros personajes de una forma inevitable.

 

Tras unos años de reformas con visos de apertura que amenazaban el futuro comunista del país, la Unión Soviética muestra su posición contraria a estos avances  y descarga su poderío cargando con toda su potencia militar en un país que, suponían, no presentaría ninguna oposición. La invasión de Checoslovaquia fue liderada por la URSS acompañada de los ejércitos de otros cuatro países del Pacto de Varsovia. A pesar de ello, si hubo resistencia por parte de la población, en una sociedad que estaba harta de la privación de las libertades personales que trajo consigo el comunismo. Intelectuales, trabajadores, personas en general, exigían una libertad de la que parecía no disfrutarían jamás, y lucharon por conservarla enfrentándose a la invasión.

 

Ese período previo a la invasión al que nos referíamos y en el que el autor nos zambulle se conoció como “La primavera de Praga” y debido a ello muchos habitantes de lo que era la unión de las repúblicas Checas y Eslovaca no tuvieron más remedio que emigrar al extranjero escapando de una persecución política capaz de acabar con la vida pública y privada de sus objetivos. Entre ellos, entre los que tuvieron que dejar su país, sus pertenencias y su vida atrás, se encuentran tres de nuestros protagonistas: Sabina, Tomás y Teresa.

 

Milan Kundera es un autor checo (checoslovaco entonces) que, aunque se afilió al partido comunista en cuanto terminó la Segunda Guerra Mundial, pronto fue expulsado del mismo por actividades contrarias a la ideología impuesta. Además, la crítica de ese sistema que tantos muertos provocó en su país y en cada uno de los que se instauró que iba implícita en su obra desembocó primero en la prohibición de sus obras en su país (1967) y la pérdida de su puesto como profesor; a raíz de ello hubo de ganarse la vida con actividades variopintas. Su participación activa en la oposición al comunismo en La primavera de Praga le llevó a una persecución que desembocó en su exilio a Francia en 1975. Perdió la nacionalidad de nacimiento unos años después.

 

Kundera es un escritor que cosecha un innumerable número de galardones a lo largo de una dilatada y prolífica carrera. A pesar de ser un eterno candidato al Premio Nobel (quién sabe si su opción política le cierra esa puerta, con una definición de la izquierda europea que en la obra que traemos hoy no puede ser más contundente y acertada) es también uno de esos autores que lo merecen y no lo han recibido. Su obra es difícil de clasificar y a la vez es sencillo hacerlo: tiene su propio estilo en el que en el mismo punto confluyen la historia en sí, la historia física que mueve a los personajes, y los fundamentos que propician las actitudes, el comportamiento e incluso el entorno de dichos personajes. Un compendio perfecto de una situación con todo lujo de detalles. “La insoportable levedad del ser” fue publicada en 1984 (en Francia, recordemos que era un escritor proscrito durante el comunismo) y, probablemente, sea su obra cumbre. Desde luego es una de las referencias indispensables en la Literatura del Siglo XX.

 

Llegados a este punto he de incluir mi valoración personal, y seguramente sea una tarea complicada para mí. ¿Por qué? Porque tras unos cientos de reseñas realizadas ya he vivido la experiencia que entraña escribir unas líneas sobre lecturas que me han llegado profundamente, también he tenido la oportunidad de revisitar mis libros favoritos y he podido plasmar mi impresión sobre esa segunda, tercera, o séptima lectura… Y sin embargo, jamás hasta hoy me había enfrentado a la tarea de reseñar uno de mis libros preferidos justo en el momento de acabarlo.

 

Y es que “La insoportable levedad del ser” me ha llegado de tal manera que, desde las primeras páginas, supe que era “mi libro”. Kundera tiene la capacidad de desplegar ante el lector una serie de argumentos filosóficos, políticos, psicológicos, culturales, históricos y coyunturales que suma a una narración de una manera difícil de explicar: incluso se permite detener en ocasiones la narración para explicar con todo detalle o recordarnos qué es lo que quiere decir en ese momento, en qué se basa, y para ello se apoya en una serie de reflexiones absolutamente inolvidables. El lector no puede más que admirar lo que lee y profundizar en los conceptos que nos presenta, o sería más correcto decir que nos regala Kundera.

 

“La insoportable levedad del ser” es posible que sea uno de los más acertados y bellos títulos de la historia de la Literatura, y en sus páginas podemos encontrar un sinfín de frases que quisiésemos guardar en la memoria para siempre, una memoria que no tiene la capacidad para hacerlo. Seguramente mi ejemplar de esta obra sea el libro más subrayado de siempre… Kundera inicia la narración expresando la teoría del eterno retorno en el que Nietzsche propone que, ante la visión habitual de que el tiempo es lineal, se destruya esa estructura y se considere el instante como lo más importante, en un tiempo que se repite continuamente.

 

Y por medio de los saltos en el tiempo, de las reiteraciones en lo que nos expresa, y de cómo cada uno de los cuatro personajes (tan diferentes entre sí que parecen y se nos presentan como un brillante expositor de conductas) Kundera nos invita a reflexionar sobre el qué, y sobre el cómo. Sobre cómo un solo hecho puede ser visto de manera tan diferente por dos personas implicadas, obligándonos no solo a ponernos en el sitio del otro sino a entender el proceso que lleva a una persona a ser como es y a actuar como actúa. Del mismo modo se sustenta en esta teoría que no sucede nada nuevo, nada que no haya pasado ya en alguna ocasión. Por poner un ejemplo actual, tal vez las redes sociales actúen hoy día como la Caza de Brujas que hubo hace unos siglos, siempre dispuestos a quemar en la hoguera digital a quien no piensa, actúa o se expresa como los nuevos inquisidores.

 

Soy consciente de que ésta es una reseña que resulta mucho más personal de lo que es habitual (y también mucho más extensa, pero me permito por una vez ese homenaje a mí mismo: la ocasión lo merece), y es que el libro me ha llegado de una forma profunda, de una forma personal, de una forma íntima. Seguramente todos tengamos algún autor o autora que parece escribe en exclusiva para nosotros, y yo he tenido la fortuna de encontrarme con Milan Kundera, y de su mano hacerme preguntas que no me había hecho y de llegar a conclusiones que antes de iniciar el libro no existían. Pero lo importante en sí no son las conclusiones, sino el proceso, el tiempo dedicado a reflexionar de una forma bella, pausada, intensa, como Kundera propicia enfundando cuestiones vitales en una historia de amor que no tiene nada de convencional y que será capaz de hacer evolucionar al lector del mismo modo que lo hacen sus personajes.

 

Y es que “La insoportable levedad del ser” carece de convencionalidad. Y además de la inteligencia que resalta a la hora de estructurar la novela y expresar sus reflexiones (creo que difundir ideas como la de que el comunismo funcionaba como un campo de concentración al aire libre en el que no estaba permitido el desarrollo personal son difíciles de olvidar) al terminar el libro el lector será más transigente con la forma de actuar de cada uno, permitiendo a los personajes (que están muy lejos de ser perfectos, y están llenos de las dudas que a todos nos invaden) mostrar de qué están hechos. Todo ello ayuda al lector a darse cuenta de que, antes de juzgar a alguien, hay que ponerse totalmente en su sitio. En ese aspecto a mí Kundera me dio una lección.

 

No hay un libro capaz de contentar a todos los lectores. No existe ninguno y nunca existirá. Soy consciente de que muchos de los que intenten leer esta historia no sacarán las mismas conclusiones que yo, y no tendrán la misma “conexión” con la narración y con el autor y no vivirán la euforia que yo viví durante la lectura y después de ella. “La insoportable levedad del ser” no es ni será el libro preferido de la mayoría de los lectores como lo es para mí. Se me ocurren muchos calificativos que puedan usar aquéllos que no lleguen a conectar con lo narrado.  

Sin embargo es bonito poder encontrar la lectura adecuada, la horma lectora para nuestro zapato literario, ese libro que sientes que es parte de ti. Y éste lo es: parte de mí. Es una maravilla poder descubrir, tras esos cientos de lecturas, esa obra que te conmueve de una forma difícil de igualar. Hace muchos años inicié este libro y lo dejé. Ahora he vuelto, y era el momento de hacerlo:  durante la lectura es lo que sentí, que así estaba destinado a ser: “es muss sein”.