sábado, 9 de enero de 2021

"La edad del desconsuelo", de Jane Smiley

Dave es un dentista que vive en un pequeño pueblo de Estados Unidos. Se acerca poco a poco a los cuarenta años sin pensar demasiado en ello, y tiene formada una familia con Dana, con la que tiene tres hijas. A pesar de que la vida avanza, Dave siente que la historia se repite, y que a pesar del tiempo que ha pasado desde entonces y de la evolución del mundo se comportan como una familia media de los años cincuenta, con pocas variaciones. Dave conoció a Dana en la facultad y desde ese instante supo que sería la persona con la que querría compartir la vida. Y así es…

 

De hecho, en cuanto acabaron sus estudios decidieron solicitar un crédito en ese pueblo (desconocido hasta entonces para ellos) en el que establecieron una clínica dental y en la que ambos tienen su trabajo, a estas alturas de forma exitosa, ya que tienen su agenda completa en todo momento. Sin embargo, en uno de sus desplazamientos hacia su segunda vivienda, la casa de la que disfrutan los fines de semana, Dana pronuncia distraída: “Nunca más volveré a ser feliz”. Dave comprende perfectamente lo que está sucediendo pero decide simular que no escucha nada.

 

Y “La edad del desconsuelo” va de eso, del monólogo interior que vive Dave, en el que nos muestra su vida, el esqueleto de lo que llevan tantos años construyendo y los cimientos sobre los que se sustenta. También las grietas que amenazan, como las palabras de Dana auguran, con provocar que todo se desmorone. El miedo a que todo acabe en cualquier segundo lo sume en una etapa de desconcierto de la que seremos testigos directos.

 

Jane Smiley es una autora estadounidense con una dilatada carrera en la que ha conseguido un buen número de premios. De entre todos ellos, seguramente el más importante y trascendente es el galardón que le concedieron en 1991 por su novela “Heredarás la tierra”: el premio Pulitzer. La obra que traemos hoy, “La edad del desconsuelo”, fue escrita en 1987, aunque fue publicada en nuestro país con mucha posterioridad. Si tuviese que decir de qué va este libro diría de la vida, de la cotidianeidad, del incalculable valor de lo menos valioso. 


El modo en el que nos decidimos a leer un libro es un misterio, pero ese tipo de portada con objetos inanimados que nos invitan a la introspección que trae esta edición funcionó como un imán para mí. De hecho, esa estética tan similar (tengo que confesar que no sé si lo es o no) a una pintura de Hopper con la ausencia de los habituales personajes tristes y tan inanimados como los objetos expuestos tienen un gancho al que no suelo resistirme... Señores editores, más portadas así. Funcionan.

 

No sé si hay un género en el que clasificar este tipo de libros, pero si lo hubiese me tendría entre sus seguidores: libros que aparentemente no tratan de nada, en los que no pasa nada, pero que llenan sus páginas con las cavilaciones y la voz que lleva cada uno de los personajes en su interior. Creo, y supongo que no me equivoco, que la mayoría de los lectores encontrarán esta novela insulsa y aburrida. Yo no, y, si estás leyendo estas líneas y te sientes identificado con el placer de leer sobre las cosas más sencillas con esa lupa que nos hace ver las entrañas de los personajes y de lo que están hechos, seguramente tú también disfrutes de una novela que es la primera que leo de esta autora, y que no será la última.