Como en todas las profesiones, en
el oficio de escritor hay hijos que se sienten atraídos por el oficio de sus
progenitores, y otros (la mayoría) que deciden que es mejor buscar su propio
camino, alejándose del marcado por los que les proporcionaron el apellido.
En el caso al que vamos a dedicar
unos minutos, o sea, a descendientes que pretendieron honrar el legado de sus
ascendientes, nos podemos encontrar todo tipo de resultados: desde obras que
superaron a lo anteriormente escrito, hasta otras obras totalmente prescindibles,
pasando por colaboraciones entre miembros de la misma familia.
Varias opciones de las que
acabamos de mencionar las podemos encontrar en la familia de Charles John Huffam
Dickens, que en vida llegó a hablar de sus diez hijos en términos despectivos,
afirmando incluso que ninguno de ellos (eran diez) “valía para nada”. Pues si
nos ceñimos a la Literatura, hay que reconocer que sus hijos no lograron hacer
sombra en ningún momento al maestro inglés. Dos de ellos lo intentaron, sin
llegar a cosechar gran éxito.
Un par de generaciones después
nacería su bisnieta Monica Dickens, que tras emprender diferentes aventuras
laborales como cocinera, enfermera o periodista, decidió desempolvar el oficio
que más éxito llevó a su familia y publicó en 1935 “Un par de manos”, que la
llevó a los primeros puestos de ventas, y que le brindó la oportunidad de una
vida dedicada a la escritura.
Parece que el oficio permanecerá
en la familia, ya que, tantos años y tantas generaciones después, otra
descendiente de la familia Dickens, Lucinda Hawksley, que publica para los más
jóvenes. Como curiosidad aportar que otro descendiente de la misma familia,
Harry Lloyd, eligió el camino del espectáculo, y, entre otros, apareció en el
papel del odiado y odioso Viserys Targaryen en la adaptación televisiva de la
serie “Juego de tronos”.
Cambiando de apellido y de
autores, el mundo imaginado por John Ronald Reuel Tolkien y que fue plasmado en
su trilogía de “El señor de los anillos” y en “El Hobbit”, tuvo su continuación
gracias a su hijo Christopher, que, valiéndose de las notas, ilustraciones y
poemas en los que había trabajado su padre durante varios años, aportó mayor
luz a la descripción de la Tierra Media con la publicación de “El Silmarillion” y
otros relatos.
Como nexo entre las dos familias
mencionadas, hay una colaboración muy especial entre dos descendientes,
concretamente entre el poeta Michael Tolkien y el actor Gerald Dickens. Se trata
de una historia publicada por Florence Bone en 1923 llamada “The Rose Coloured
Wish” que J.R.R. Tolkien solía leer, y dicha costumbre fue seguida por todas
las generaciones de la familia. Hace unos años, el poeta decidió hacer una
adaptación de esa historia llamándola simplemente “Wish”, y contó con la ayuda
del actor con tan célebre apellido, que se encargó de narrar la historia en la
versión audio.
Una versión más continua de la continuación
de la tradición familiar la podemos encontrar en la familia del escritor
británico de ascendencia noruega Roald Dahl. El autor de obras tan reconocibles
como “Charlie y la fábrica de chocolate”, “Matilda”, o “James y el melocotón
gigante” pasó el testigo a su hija Tessa, que también se dedicó a publicar
literatura pensada para niños, logrando su mayor éxito con “Gwenda y los
animales”.
La hija de Tessa, Sophie, que sirvió
en su infancia como inspiración para su abuelo en la composición de la historia
“El gigante bonachón”, decidió continuar con la costumbre familiar, y también
publica historias infantiles. Veremos hasta dónde continúa la tradición, ya que
Sophie le lee cuentos que su abuelo, su madre y ella misma escribieron a Lyra,
su hija de tres años.
Haciendo un cambio de familia, de
época y de país nos trasladaremos a la Francia del Siglo XIX, y en la cual nos
encontramos a Alejandro Dumas padre y Alejandro Dumas hijo. La dualidad de
nombres y la coincidencia en el tiempo de algunas de sus obras llevan a la
confusión a muchos lectores (entre los que me incluyo), e incluso se atribuyen
a alguno de ellos obras que jamás escribieron.
El Alejandro Dumas que mayores
éxitos obtuvo fue el padre. A él se deben obras como “Los tres mosqueteros”, “Veinte
años después”, “El conde de Montecristo”, “La reina Margot” o “El tulipán negro”.
Asimismo, erróneamente se le atribuyó la escritura en distintos momentos de
obras como “Ivanhoe” (de Walter Scott, de la que Dumas fue tan sólo traductor)
o “El hombre de la máscara de hierro”, de Emile Ladoucette. También le fue
atribuida la continuación de su propia obra “El conde de Montecristo”, “La mano
del muerto”, realmente escrita por el portugués Alfredo Hogan.
A la sombra de su prolífico y
exitoso padre, Alejandro Dumas hijo también tuvo una bastante extensa lista de
publicaciones, aunque no llegó a alcanzar la fama que obtuvo su padre. De entre
las obras que publicó, cabe destacar “La dama de las camelias”, en la que
plasmó el amor que vivió por una joven cortesana parisina, Marie Duplessis. La
publicó en 1848 y supuso su primera y prometedora obra, no igualada por ninguna
posterior.
Hay otros curiosos casos en otras
familias, como la coincidencia entre la autora de la conocida “La cabaña del
Tío Tom”, Harrier Beecher Stowe, y la autora actual de novelas policiacas y de
intriga Patricia Cornwell, descendiente de la anterior.
También tenemos en la actualidad
a una descendiente del genio de las letras ruso Leon Tolstoi intentando honrar
la memoria de su bisabuelo, publicando cuentos y novelas, y cuyo nombre es
Tatiana Tolstaya.
En fin, como hemos visto, tenemos
ejemplos variopintos sobre la continuación con diferente éxito de la profesión
ejercida por escritores de éxito. Como decíamos al principio, en todas las
familias se siguen los mismos comportamientos, y las familias de los escritores
no son una excepción, aunque también es cierto que en raros casos los
descendientes superan la literatura de sus ascendientes.