lunes, 31 de marzo de 2014

Descendientes de escritores.

Como en todas las profesiones, en el oficio de escritor hay hijos que se sienten atraídos por el oficio de sus progenitores, y otros (la mayoría) que deciden que es mejor buscar su propio camino, alejándose del marcado por los que les proporcionaron el apellido.

En el caso al que vamos a dedicar unos minutos, o sea, a descendientes que pretendieron honrar el legado de sus ascendientes, nos podemos encontrar todo tipo de resultados: desde obras que superaron a lo anteriormente escrito, hasta otras obras totalmente prescindibles, pasando por colaboraciones entre miembros de la misma familia.

Varias opciones de las que acabamos de mencionar las podemos encontrar en la familia de Charles John Huffam Dickens, que en vida llegó a hablar de sus diez hijos en términos despectivos, afirmando incluso que ninguno de ellos (eran diez) “valía para nada”. Pues si nos ceñimos a la Literatura, hay que reconocer que sus hijos no lograron hacer sombra en ningún momento al maestro inglés. Dos de ellos lo intentaron, sin llegar a cosechar gran éxito.

Un par de generaciones después nacería su bisnieta Monica Dickens, que tras emprender diferentes aventuras laborales como cocinera, enfermera o periodista, decidió desempolvar el oficio que más éxito llevó a su familia y publicó en 1935 “Un par de manos”, que la llevó a los primeros puestos de ventas, y que le brindó la oportunidad de una vida dedicada a la escritura.

Parece que el oficio permanecerá en la familia, ya que, tantos años y tantas generaciones después, otra descendiente de la familia Dickens, Lucinda Hawksley, que publica para los más jóvenes. Como curiosidad aportar que otro descendiente de la misma familia, Harry Lloyd, eligió el camino del espectáculo, y, entre otros, apareció en el papel del odiado y odioso Viserys Targaryen en la adaptación televisiva de la serie “Juego de tronos”.

Cambiando de apellido y de autores, el mundo imaginado por John Ronald Reuel Tolkien y que fue plasmado en su trilogía de “El señor de los anillos” y en “El Hobbit”, tuvo su continuación gracias a su hijo Christopher, que, valiéndose de las notas, ilustraciones y poemas en los que había trabajado su padre durante varios años, aportó mayor luz a la descripción de la  Tierra Media  con la publicación de “El Silmarillion” y otros relatos.

Como nexo entre las dos familias mencionadas, hay una colaboración muy especial entre dos descendientes, concretamente entre el poeta Michael Tolkien y el actor Gerald Dickens. Se trata de una historia publicada por Florence Bone en 1923 llamada “The Rose Coloured Wish” que J.R.R. Tolkien solía leer, y dicha costumbre fue seguida por todas las generaciones de la familia. Hace unos años, el poeta decidió hacer una adaptación de esa historia llamándola simplemente “Wish”, y contó con la ayuda del actor con tan célebre apellido, que se encargó de narrar la historia en la versión audio.

Una versión más continua de la continuación de la tradición familiar la podemos encontrar en la familia del escritor británico de ascendencia noruega Roald Dahl. El autor de obras tan reconocibles como “Charlie y la fábrica de chocolate”, “Matilda”, o “James y el melocotón gigante” pasó el testigo a su hija Tessa, que también se dedicó a publicar literatura pensada para niños, logrando su mayor éxito con “Gwenda y los animales”.

La hija de Tessa, Sophie, que sirvió en su infancia como inspiración para su abuelo en la composición de la historia “El gigante bonachón”, decidió continuar con la costumbre familiar, y también publica historias infantiles. Veremos hasta dónde continúa la tradición, ya que Sophie le lee cuentos que su abuelo, su madre y ella misma escribieron a Lyra, su hija de tres años.

Haciendo un cambio de familia, de época y de país nos trasladaremos a la Francia del Siglo XIX, y en la cual nos encontramos a Alejandro Dumas padre y Alejandro Dumas hijo. La dualidad de nombres y la coincidencia en el tiempo de algunas de sus obras llevan a la confusión a muchos lectores (entre los que me incluyo), e incluso se atribuyen a alguno de ellos obras que jamás escribieron.

El Alejandro Dumas que mayores éxitos obtuvo fue el padre. A él se deben obras como “Los tres mosqueteros”, “Veinte años después”, “El conde de Montecristo”, “La reina Margot” o “El tulipán negro”. Asimismo, erróneamente se le atribuyó la escritura en distintos momentos de obras como “Ivanhoe” (de Walter Scott, de la que Dumas fue tan sólo traductor) o “El hombre de la máscara de hierro”, de Emile Ladoucette. También le fue atribuida la continuación de su propia obra “El conde de Montecristo”, “La mano del muerto”, realmente escrita por el portugués Alfredo Hogan.

A la sombra de su prolífico y exitoso padre, Alejandro Dumas hijo también tuvo una bastante extensa lista de publicaciones, aunque no llegó a alcanzar la fama que obtuvo su padre. De entre las obras que publicó, cabe destacar “La dama de las camelias”, en la que plasmó el amor que vivió por una joven cortesana parisina, Marie Duplessis. La publicó en 1848 y supuso su primera y prometedora obra, no igualada por ninguna posterior.

Hay otros curiosos casos en otras familias, como la coincidencia entre la autora de la conocida “La cabaña del Tío Tom”, Harrier Beecher Stowe, y la autora actual de novelas policiacas y de intriga Patricia Cornwell, descendiente de la anterior.

También tenemos en la actualidad a una descendiente del genio de las letras ruso Leon Tolstoi intentando honrar la memoria de su bisabuelo, publicando cuentos y novelas, y cuyo nombre es Tatiana Tolstaya.


En fin, como hemos visto, tenemos ejemplos variopintos sobre la continuación con diferente éxito de la profesión ejercida por escritores de éxito. Como decíamos al principio, en todas las familias se siguen los mismos comportamientos, y las familias de los escritores no son una excepción, aunque también es cierto que en raros casos los descendientes superan la literatura de sus ascendientes.