martes, 2 de octubre de 2018

"Juan Salvador Gaviota", de Richard Bach


Cuando hablamos de “Juan Salvador Gaviota” (Jonathan Livinston Seagull) hablamos de un cuento que supuso un éxito abrumador desde su lanzamiento. Tal vez por ello el argumento sea conocido por la mayor parte de las personas, y ni tan siquiera hiciese falta resumirlo. Además, el resumen de este cuento o relato corto es probablemente igual de corto que el texto en sí: Juan Salvador Gaviota es una gaviota insatisfecha con la vida que le espera si forma parte de su bandada, en la que el instinto de supervivencia impulsa a sus congéneres a ir cada día al punto donde se encuentra su comida y regresar al día siguiente. 

Juan  ansía algo más: buscar lo mejor de sí mismo, desarrollar su espíritu de superación y seguir su sueño: volar como no ha llegado a conseguirlo ninguna gaviota y así sentirse libre y realizado.


Hasta ahí la historia que podemos encontrar en esta fábula. Richard Bach logró en este texto hacer pensar a muchas generaciones desde su publicación, un libro que se puede visitar durante la niñez, la adolescencia, y revisitar varias veces durante la edad adulta. En sus páginas probablemente cada uno de nosotros vea, según sea nuestra forma de pensar, diferentes matices. Tal vez no sea descabellado ver una crítica de la sociedad actual, representada por la bandada de Juan Salvador, que no entiende su ansia por hacer otra cosa diferente de la que ellos hacen, y de la que se hizo durante generaciones.

Esa falta de comprensión por la lucha que Juan inicia contra su propio destino les lleva a rechazarlo y expulsarlo de su círculo, imposibilitando con ello que aporte matices nuevos al grupo, y negando un posible beneficio por mínimo que fuese que podrían lograr todos los miembros de la bandada. Sin embargo, Juan prefiere seguir sus ideales, a pesar de las consecuencias que tiene hacerlo. Y lo logra. En su exilio logrará también conectar con personas (sé que son gaviotas pero es un mero símbolo) con sus mismas inquietudes, de las que aprenderá y a las que enseñará lo que ha aprendido.

 Esta historia, que lleva tantos años haciéndonos cuestionar tantas cosas, había sido pensada con una parte final que no fue publicada. Hace unos pocos años Richard Bach decidió añadir esta parte final (la cuarta) en la nueva edición del relato. En ella Juan ya no es más que un recuerdo idolatrado por las gaviotas que lo conocieron, y vemos cómo se va distorsionando su figura generación a generación por el desgaste del boca a boca, y se llega a convertir en una especie de Dios para las generaciones que nunca lo conocieron. Además, su mensaje (el ser libre, el luchar por ser él mismo, el apoyar a los demás) es completamente mancillado. En este último capítulo hay una evidente y dura crítica a la(s) religión(es) y cómo son utilizadas todavía en los días que vivimos.

Como decíamos antes, cada uno sacará sus propias conclusiones. Entre las que esta última lectura me aportan está la intensidad con la que algunas personas viven su interior, y cómo éste puja por salir en una sociedad en la que prima lo material, en la que no hay sitio para cultivar ese interior. Si Juan Salvador Gaviota fuese una persona de hoy en día, desecharía el dedicar su vida a tener una casa como la de los demás (mejor a poder ser), un modelo de coche que coincida con los sueños de la sociedad (bandada), unas vacaciones como las de sus amigos y una vida que parece organizada desde que nace hasta que muere.

A pesar de que esta lectura, seguramente, no coincida con la que haces tú, si no lo has leído has de leerlo; si lo has leído hace tiempo has de volver a leerlo; si tienes hijos, deja que lo lean… y que cada uno saque sus propias conclusiones, ya que en eso consiste la vida: en encontrar lo que somos cada uno de nosotros y vivir acorde a ello.