Desde niños todos hemos oído y
leído la más variopinta colección de cuentos populares infantiles. Algunos de
ellos datan de hace ya cientos de años, y están basados en las historias que se
hicieron populares en su momento y que se fueron transmitiendo de boca en boca
hasta que algún autor decidió plasmarlo en las páginas de una publicación, ya
sea aportando su toque personal o reflejando fielmente la tradicional historia.
Se da la circunstancia de que el
mismo cuento, según quién nos lo haya contado, toma diferentes matices, y las
historias pueden llegar a tener poco en común. Por empezar con algún ejemplo,
se le asigna a “Caperucita Roja” variopintos orígenes medievales: desde un
posible origen francés hasta un pasado japonés, pasando por las tradiciones
alemanas e italianas.
Lo cierto es que el francés
Charles Perrault fue el primer escritor que plasmó la historia de esta niña que inicia un peligroso trayecto por el
bosque. Ya en 1697 lo incluyó en un volumen de cuentos (“Cuentos de Mamá Oca”),
en el que nos presentó a una Caperucita que acaba su vida siendo devorada por
el lobo. El bueno de Charles decidió suprimir algunas partes violentas de las
versiones populares anteriores (alguna de ellas afortunadamente). Entre dichas supresiones, Perrault obvió
connotaciones sexuales y lo más chocante probablemente fuese el hecho de que el lobo, haciéndose pasar por
la abuela, ofrece a una inocente Caperucita carne para comer y sangre para
beber, que pertenecían al cuerpo de su propia abuela. Por el contrario, el
final escrito por el autor francés acababa con la niña siendo devorada tras
perderse en el bosque.
Tras varias versiones de los
hechos relatados, la mayoría compartiendo final y con detalles más escabrosos
de los que nos suelen llegar a nosotros, los Hermanos Grimm decidieron pintar
la historia con un tono más esperanzador, e introdujeron la figura por todos
conocida del salvador leñador, que arrebata a las intactas víctimas del lobo de
su vientre.
Es cierto que la historia de la
niña que debe cruzar el bosque ante el peligro de los desconocidos
malintencionados como el lobo es una de las más versionadas de la historia, y
como prueba de ello recordaremos la versión del cuento que, en tono de humor,
el escritor británico Roald Dahl publicó. En él nos encontramos con una
Caperucita mucho menos inocente que las anteriores que termina el cuento
sustituyendo su caperuza por una piel de lobo, tras haber acabado con éste de
un disparo.
También es curioso comprobar cómo
una versión de un cuento puede hacer olvidar las diferencias que mantiene con
las anteriores historias basadas en los mismos personajes y que comparten la
mayor parte del argumento. Con ello llegamos a uno de los cuentos del que más
versiones se conocen: “La Cenicienta”. En total se tiene constancia de unos 700
cuentos diferentes en los que aparece el conocido personaje. Tal y como pasa
con el cuento de Caperucita Roja, ciertos aspectos se van suavizando de una
versión a otra, y nos sorprende el hecho de que en casi la mitad de las
versiones conocidas del cuento la protagonista huía de su hogar para evitar
casarse con su propio padre, un dato que resultaría incomprensible para el
público actual del cuento: los niños.
De las numerosas versiones,
la primera de ellas procede nada menos que de China en el siglo IX. En dicha
versión, ante la ausencia de la figura del príncipe, en una fiesta la
protagonista pierde un zapato de oro, y un rico mercader se casa con ella al
comprobar que es la única persona capaz de calzarse un zapato tan pequeño. Cabe
recordar que en la cultura oriental tradicionalmente el poseer un pie lo más
pequeño posible siempre fue considerado un síntoma de belleza.
Más moderna es la versión de los
Hermanos Grimm, y con ello veremos cómo el cuento fue evolucionando, ya que
según los hermanos alemanes, el príncipe decide casarse con una de las
hermanastras, y fueron felices y comieron perdices hasta que…. el propio
príncipe descubre que la hermanastra, al igual que su hermana, para que su pie
entrase en el zapato de cristal, se había amputado un dedo. El castigo que
reciben las malhechoras será culminado por unas macabras aves que las dejan
ciegas tras picotear sus ojos.
Podemos comprobar que hechos como
el que acabamos de relatar no tendrían cabida en el próximo método (y probablemente
el más efectivo) de evolución en los cuentos: el cine. A nadie se le ocurriría
pensar que en una película de Disney o similar apareciesen hechos tan
escabrosos como los mencionados. Probablemente nuestra generación y las
posteriores vean como la versión más correcta la que han visto en la pequeña o
la gran pantalla.
Como veremos a continuación, las
diferencias de los relatos que fueron llevados al cine con los relatos
tradicionales tienen grandes diferencias. Por ejemplo, el primer largometraje
de los estudios propiedad de Walter Elias Disney fue “Blancanieves”. De las
versiones anteriores del cuento, nos quedamos con las diferencias que
apreciamos con respecto a la versión relatada por los Hermanos Grimm. En ésta,
la Reina exige al cazador que le traiga pruebas de la muerte de Blancanieves.
El cazador le lleva vísceras de cerdo, que son ávidamente devoradas por una
iracunda reina.
También existen diferencias con
el final, ya que la relación de Blancanieves con el príncipe se limita a una
vez fallecida; el príncipe la observa en una urna de cristal, y no puede
evitar secuestrar el cuerpo de la bella
joven y huir a lomos de su caballo. El ajetreo consigue que el trozo de manzana
sea expulsado y la joven vuelva a la vida. A la boda es invitada la Reina
malvada, y es obligada a calzarse unos hermosos zapatos confeccionados en
hierro por el príncipe, y que se conservan cuidadosamente en el fuego. La vida
de la celosa reina acaba tras un cruel baile con esos curiosos zapatos.
Sería difícil reconocer la
historia de Talía, en el cuento publicado por Giambattista Basile en 1636, en
el que “La Bella Durmiente”, una vez se ha pinchado su dedo con una astilla
venenosa e iniciado su largo letargo, es violada por el joven
noble/rey/príncipe. De tan macabra relación nacen dos gemelos: Sol y Luna. Uno de sus retoños chupa el dedo de
Talía, y extrae la astilla venenosa, con lo que el sueño de la Bella Durmiente
llega a su fin.
Las versiones que, como en los
anteriores cuentos, tomamos como “de cabecera”, o sea, las de Perrault y los
Hermanos Grimm, coinciden en gran parte de los puntos relatados, y con ellas la
película más famosa, la de la factoría Disney. Sin embargo, al contrario que en
la versión de los hermanos alemanes, Perrault sigue su relato tras la boda de
los príncipes, y se asemeja al de Basile en cuanto a su descendencia, y la
intención de la Reina de cocinar y devorar a los bebés, y acabar con la vida de
la Bella Durmiente.
En un principio los cuentos no
eran ni mucho menos historias pensadas para contar a los niños, sino que sus
argumentos entretenían a los adultos en las plazas de los pueblos medievales.
Su evolución fue continua, y una historia es poco coincidente con la misma
historia contada un par de siglos más tarde.
En los últimos tiempos esa
evolución, como hemos visto, se vio acelerada por la aparición de esas
historias en los cines, y ahora se nos hace difícil imaginarse a la Sirenita
morir convertida en espuma y al príncipe Eric casado con otra mujer.
En la
factoría Disney son conscientes de que ver a Esmeralda muerta y a Quasimodo
abrazado a su cadáver hasta que también fallece, tal y como Víctor Hugo ideó en
“Nuestra Señora de París” (la historia en la que se basa la película) sería un
trance difícil de digerir para el público al que van dirigidas las películas,
así que incluyeron un ya habitual y casi imprescindible final feliz. Es curioso
ver cómo éstas y otras historias toman diferentes matices, que no está de más
recordar de vez en cuando.