domingo, 27 de noviembre de 2022

"La puerta de las estrellas" de Infvild H. Rishøi

 

Se acerca la Navidad y nuestra narradora, Ronja, una niña de tan solo 10 años, tiene la ilusión de tener al menos una vez en su vida un árbol de Navidad que jamás ha llegado a tener. Sabemos que Ronja es húerfana de madre, y suponemos que lo es desde hace mucho tiempo, ya que parece no tenerla presente en su día a día. Vive con su hermana Melissa, seis años mayor que ella, y con su encantador padre, hacia el que Ronja siente una devoción y admiración que saltan a la vista. Habitan un pequeño piso en un pequeño pueblo noruego (iba a poner el nombre pero no encuentro en el teclado una de las letras, así que tendré que prescindir de ello, aunque no sea importante) y, como podemos imaginar, en esas fechas la nieve es una constante.

 

El problema de Ronja y de Melissa es que su padre, además de ser simpático, encantador y amable, es también alcohólico, con lo que incapacita eso a cualquier persona. A consecuencia de ello, ningún trabajo le dura más de unos días, los suficientes como para que cobre la primera de las pagas y la dilapide en el bar de turno sumando alguna que otra deuda por el camino, dejando sin atención a sus hijas y obligándolas a crecer demasiado rápido. Este año, sin embargo, todo parece diferente: el padre de Ronja consigue un trabajo vendiendo nada menos que árboles de Navidad, lo que supone una incipiente ilusión en la siempre positiva niña.

 

El argumento es, como puedes ver, bastante simple. Y podríamos decir que puede pasar por el argumento de un cuento, ¿verdad? A priori no llamaría mi atención de no haber sido un libro recomendado por varias personas ilustres (entre las que se encuentra el brillante autor Theodor Kallifatides, y cuando pasa eso simplemente me pongo en pie y sigo su recomendación lo antes posible) en las últimas semanas. Me decidí a leerlo sin saber lo que me iba a encontrar.

 

Y lo que me encontré es una historia dulce, entrañable, que envuelve con una prosa con tonos líricos, concisa y precisa, aderezada con dosis justas de fantasía que hacen un todo muy particular. Particular y, mucho me temo, difícil de olvidar. Porque “La puerta de las estrellas” es un libro que se queda conmigo, al que cogí inmediatamente cariño y que irrumpió para hacerse un hueco en mi corazón, aunque he de advertir que dejando alguna grieta. Y es que también es una historia triste, que cura y que desgarra al mismo tiempo.


La autora llegó a esta historia casi sin querer, mezclando recuerdos familiares con tradición y experiencias propias (ella misma fue vendedora de abetos, tuvo experiencias con el alcoholismo en su familia y conoció el bar llamado Stargate o La puerta de las estrellas) e hilando un cuento de Navidad que a mi manera de ver está destinado a perdurar y traernos una voz amable (la autora dice que escuchó esa voz, la narradora, y a partir de ello gestó toda la historia) y que enciende una luz esperanzadora en medio de las múltiples miserias humanas. Una luz de color verde.

 

Creo que es o debería ser ese tipo de libro que lees, recomiendas y regalas, con ganas de que proporcione las mismas sensaciones a la mayor parte de personas que lo lleguen a leer. También creo que es uno de los candidatos a estar en la lista de recomendaciones de, además de lectores agradecidos como yo, de librerías y bibliotecas. Has de saber además  que es un libro minúsculo, que se lee en una o dos tardes (si puedes parar de hacerlo) y que a mí me sumió en un estado lector “hipnótico”. Supongo que necesito explicar esto último: la mezcla de historia bonita, entretenida y fantástica logró que lo fuese leyendo fijándome en ocasiones en los hechos y en ocasiones en la belleza de lo escrito. La autora deja un hueco para que la imaginación del lector complete la historia, y fue algo que fui dilatando hasta el mismo final.

 

Una vez terminada la lectura, y creo que es la primera vez que me sucede en la vida (o al menos de esta forma tan intensa), necesité comenzarlo de nuevo, con los personajes y la historia ya metidos en mí y con ese hueco que Infvild H. Rishøi deja a la imaginación del lector un poco difuminado. Así que me decidí a leerlo de nuevo y la segunda e inmediata lectura no solo aclaró lo que estaba pendiente de aclarar, sino que hizo crecer el libro de una forma exponencial e hizo que creciese también mi admiración por la escritora y por lo que llegó a construir. Sin que sirva de precedente, recomiendo leer “La puerta de las estrellas” al menos una vez. Mejor dos.