El problema de Ronja y de Melissa
es que su padre, además de ser simpático, encantador y amable, es también
alcohólico, con lo que incapacita eso a cualquier persona. A consecuencia de
ello, ningún trabajo le dura más de unos días, los suficientes como para que
cobre la primera de las pagas y la dilapide en el bar de turno sumando alguna que otra deuda por el camino, dejando sin
atención a sus hijas y obligándolas a crecer demasiado rápido. Este año, sin
embargo, todo parece diferente: el padre de Ronja consigue un trabajo vendiendo
nada menos que árboles de Navidad, lo que supone una incipiente ilusión en la
siempre positiva niña.
Y lo que me encontré es una
historia dulce, entrañable, que envuelve con una prosa con tonos líricos,
concisa y precisa, aderezada con dosis justas de fantasía que hacen un todo muy
particular. Particular y, mucho me temo, difícil de olvidar. Porque “La puerta
de las estrellas” es un libro que se queda conmigo, al que cogí inmediatamente
cariño y que irrumpió para hacerse un hueco en mi corazón, aunque he de
advertir que dejando alguna grieta. Y es que también es una historia triste,
que cura y que desgarra al mismo tiempo.
Creo que es o debería ser ese
tipo de libro que lees, recomiendas y regalas, con ganas de que proporcione las
mismas sensaciones a la mayor parte de personas que lo lleguen a leer. También
creo que es uno de los candidatos a estar en la lista de recomendaciones de, además
de lectores agradecidos como yo, de librerías y bibliotecas. Has de saber además que es un libro minúsculo, que se lee en
una o dos tardes (si puedes parar de hacerlo) y que a mí me sumió en un estado
lector “hipnótico”. Supongo que necesito explicar esto último: la mezcla de
historia bonita, entretenida y fantástica logró que lo fuese leyendo fijándome
en ocasiones en los hechos y en ocasiones en la belleza de lo escrito. La
autora deja un hueco para que la imaginación del lector complete la historia, y
fue algo que fui dilatando hasta el mismo final.
Una vez terminada la lectura, y creo que es la primera vez que me sucede
en la vida (o al menos de esta forma tan intensa), necesité comenzarlo de
nuevo, con los personajes y la historia ya metidos en mí y con ese hueco que
Infvild H. Rishøi
deja a la imaginación del lector un poco difuminado. Así que me decidí a leerlo
de nuevo y la segunda e inmediata lectura no solo aclaró lo que estaba
pendiente de aclarar, sino que hizo crecer el libro de una forma exponencial e
hizo que creciese también mi admiración por la escritora y por lo que llegó a
construir. Sin que sirva de precedente, recomiendo leer “La puerta de las estrellas” al menos una vez. Mejor dos.