Tenía más de
setenta años, de hecho estaba más cerca de los ochenta, y sintió que había llegado el momento: el inexorable paso del
tiempo había hecho su trabajo, vaciando su catálogo de temas sobre los que
escribir. Además, en algún lugar leyó o escuchó que nadie debería escribir más
allá de los setenta y cinco años. Todo un conjunto de señales que le enseñaron
el camino. Decidió abandonar el estudio en el que escribía a diario, y abandonar
para siempre la vida que había vivido hasta entonces, dejando la escritura para
otras generaciones.
La verdad, dado que
para mí era un absoluto desconocido, ese retiro no me hubiese supuesto ningún
problema, y seguramente no habría escuchado el nombre de este autor en la vida.
Sin embargo, es difícil abandonar lo que uno está destinado a (o que siente que ha nacido para) hacer, ¿verdad? Y
Kallifatides estaba destinado a escribir. Así que, aún retirado y queriendo eliminar el hábito escritor, extirparlo de su vida, siguió buscando en su ciudad, en el
pueblo en el que pasa largas estancias, y buscando en su pasado. Y buscar en ese pasado significa reencontrarse irremediablemente con la milenaria cultura griega que parece estar evaporándose; afortunadamente en ese reencuentro el
idilio con la escritura de este autor revivió. Pero esta vez, por primera vez en
su vida, decidió volver al idioma con el que se crio: el griego.
Y así, con un
estilo intimista y profundamente sincero, con una sabiduría que traspasa las
páginas, comienza “Otra vida por vivir”. En este pequeño y gran libro nos
cuenta decenas de cosas, entre otras qué significa ser griego y qué ama de
ello. Qué significa también ser inmigrante y emigrante, y sentirse siempre
fuera de lugar. Qué adora de la sociedad sueca, qué critica de la globalización
y del creciente sentimiento que se opone a la inmigración. También cómo es
percibido el ciudadano griego desde la crisis que amenazó con quebrar su
economía. Pasaron a ser considerados una carga para el resto de países que no
están en la misma situación. Probablemente la misma sensación que genera el
ciudadano español en estos momentos.
Así que leer las
opiniones de este hombre, para mí, es maravilloso. Y su prosa, su delicadeza y
su punto de vista, me parecen imprescindibles. También tenía miedo de lo que me
iba a encontrar tras leer “Madres e hijos”, pero esta obra (anterior) no hace
sino confirmarme que es un coloso de las letras, y que tiene la suficiente
sensibilidad como para contar de qué está hecho él mismo, de dónde viene, de
dónde sale lo que escribe, y lograr con ello mi admiración como persona y como
escritor.