Eric decidió evitar
publicar con su propio nombre como deferencia hacia su familia, antes de
publicar su primera obra, “Sin blanca en París y Londres”, en la que narra
algunas de sus propias y duras vivencias en los bajos fondos de dichas
ciudades. Después de barajar varios seudónimos, se decidió por George Orwell,
tomando el nombre de pila del patrón de Inglaterra, y el apellido de un
conocido y querido río. La elección de un apellido cuya inicial es la letra O
no fue casual, ya que el escritor pensaba que le otorgaría una posición privilegiada
en las estanterías de librerías y bibliotecas.
Antes de investigar un poco las razones por las que escritores célebres decidieron publicar con pseudónimo, la verdad, no me imaginaba que una de ellas sería la que llevó a George Orwell a exponer menos a su familia, y tener la consideración de hacer que conservasen un anonimato muy cómodo. Sin embargo, no es el único caso, y sabiendo que el padre de nuestro siguiente ejemplo deploraba la idea de que su hijo se dedicase a la poesía, el ahorrarse problemas e incluso la vergúenza (inexplicable) de su progenitor llevó a Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto a adoptar el seudónimo por el que será recordado eternamente: Pablo Neruda.
No sabemos el
motivo real por el que decidió firmar con pseudónimo, pero sí sabemos que si
llega a utilizar su nombre real hubiese sido más complicado incluirlo en el
lomo de un libro, ya que la complicada composición del nombre que aparece en su
partida de nacimiento es notoria: Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy
Alcayaga.
Este último, el escaso atractivo del nombre propio, es uno de los motivos más extendidos entre los escritores en el momento en que deciden firmar con un “falso nombre” o recortar el suyo propio de modo que tenga más posibilidades de ser recordado por el lector. Oscar Fingal O´Flahertie Wills Wilde decidió por dicho motivo obviar parte de su extenso nombre y nosotros lo recordamos como Oscar Wilde.
En el año 1895,
tras ser acusado de cometer “actos homosexuales”, fue condenado a trabajos
forzados durante dos años. A partir de su liberación, el uso de un pseudónimo
se convirtió más en una forma de supervivencia, ya que hubo de vivir en París
bajo el alias de Sebastian Melmoth.
Si os parece
pondremos como ejemplo (relevante) el caso de las hermanas Brontë. Hoy día sus
nombres son muy conocidos, y Charlotte, Emily y Anne tienen un sitio reservado
en la historia de la Literatura. Sin embargo, antes de obtener ese prestigio que
hoy conservan, sus nombres y apellidos no eran considerados sinónimo de éxito.
De modo que, como decíamos antes, decidieron publicar con pseudónimo masculino.
Lo curioso es que las tres eligieron ser supuestos hermanos (todos con
apellidos Bell) y respetaron las iniciales de sus nombres para elegir publicar
como Currer, Ellis y Acton Bell.
Seguramente te
vengan a la mente algunos ejemplos más de mujeres que hubieron de publicar con
pseudónimo masculino (George Eliot y Fernán Caballero son dos ejemplos más).
Sin embargo es posible que no te venga a la mente ningún ejemplo del caso
contrario. Bueno, voy a expresarme mejor, ya que si conoces el Premio Planeta
de este año sabrás de buena tinta el revuelo que ha causado el que haya sido
otorgado el galardón a la autora superventas Carmen Mola. Detrás de ese
pseudónimo se esconden tres escritores que, creo, hubiesen tenido menos
posibilidades de éxito si se hubiesen presentado como un triunvirato escritor,
fuese masculino o femenino.
No sé qué motivos llevaron o llevan a
los editores a publicar los textos de sus autores con pseudónimo femenino.
Supongo que el público al que va dirigido un texto tiene mucho que ver, y
habrán estudiado las posibilidades de un nombre. Hay géneros en los que podemos
encontrar algunos casos, y el primero que quiero traer es el de Ian Blair, que
publica sus novelas románticas adoptando el pseudónimo Emma Blair. No es el único caso, ya que
en el mismo se encuentran Hugh C. Rae (Jessica Sterling) o Roger
Sanderson, que publica como Jill Sanderson.
También podemos encuadrar en motivos editoriales el hecho de que en EEUU se haya estudiado que los apellidos que tienen más posibilidad de éxito son los que comienzan por H, I, J y K, ya que son los que suelen encontrarse a primera vista los visitantes de las librerías. Además, hay editores que sugieren a alguno de sus escritores que usen uno o varios seudónimos para poner a la venta sus obras.
Se trata de autores
que son capaces de escribir libros a un ritmo alto y producirían saturación
entre sus lectores. El escritor Jack Higgins era capaz de terminar un libro en
tres meses, y los publicó llegando a usar hasta cinco pseudónimos. Por idéntico
motivo Stephen King publicó en alguna ocasión bajo el nombre de Richard
Bachman.
Difícil de clasificar es el motivo por el cual Charles Lutwidge Dodgson transformó su nombre. Con una brillante carrera como matemático, encontró en la fotografía un hobby con el que logró un notable éxito, y a ello añadió su afición a la escritura, que saciaba enviando cuentos y poesías a ciertas publicaciones, consiguiendo publicar en varias de ellas. El director de una de estas publicaciones, The Comic Times, tras observar una falta de don de gentes en Charles, le aconsejó adoptar un seudónimo.
Otro caso curioso es el de Samuel Longhorn Clemens, polifacético escritor que trabajó desempeñando multitud de profesiones como pueden ser aprendiz de impresor, piloto de barcos en el río Misisipi, minero o periodista. De una de las profesiones que desempeñó, la de surcar el río Misisipi en esos característicos barcos que no hace falta describir, tomó su seudónimo, concretamente en una expresión que usaban habitualmente los navegantes de la zona. Dicha expresión aludía a que la profundidad del río en esa zona era de dos brazas o más, y , por lo tanto, era navegable. Las dos palabras que expresaban esa idea eran “mark twain”, y con ese nombre fueron firmados libros como “Las aventuras de Tom Sawyer”.
El repaso que hemos dado tan solo nos trae algunos ejemplos y alguno de los motivos por los que se usa un pseudónimo. Seguramente haya cientos o miles de motivos, puede que parte de ellos sean consecuencia de algún tipo de discriminación y algunos por motivos simplemente comerciales (no creo que haya que recordar que la Literatura también es un negocio y el empresario busca el mayor beneficio posible). No hay que buscar mucho para encontrar decenas y decenas de personas que, por lo que sea, hubieron de (o eligieron) publicar con un pseudónimo. Alguno de ellos llegó a hacerse eterno. Espero haya sido un repaso agradable.