lunes, 12 de julio de 2021

"Panza de burro", de Andrea Abreu

 La panza de burro es un fenómeno meteorológico (desconocido por mí hasta hace un par de días) característico de las Islas Canarias, que consiste en una acumulación de nubes que, empujadas por los vientos alisios, quedan estancadas en las laderas de las montañas que forman la mayor parte del archipiélago mencionado. 

La montaña más alta es el volcán Teide, en la isla de Tenerife, y también es la barrera más alta de todas las islas. La capa de nubes, que se estancan a una altura de unos 1500 metros, suele permanecer durante bastante tiempo, lo que provoca que el norte de algunas islas pase parte del verano cubierta. De ahí que la vegetación sea frondosa y exuberante, en parte por la llamada lluvia horizontal, otra de las consecuencias del fenómeno panza de burro.

 

El título del libro que traemos hoy y que hace referencia a lo que explicamos es bastante relevante, ya que esa sensación de “oscuridad” producida por las nubes (si subimos un poco más, vistas desde arriba, se las conoce como mar de nubes) acompaña a las protagonistas durante la narración, y en parte podemos considerar que es un protagonista también, ya que forja en cierto modo el carácter de los habitantes que conviven con esa falta de luz. Hemos de suponer que la acción se desarrolla en una pequeña aldea del norte de Tenerife (lo hemos de suponer porque no es mencionado) y acompañamos a las protagonistas en un viaje que dura un verano en el que parece que el sol no quiere asomar por su pueblo.

 

Esa omisión de la localización no es única ya que (que alguien me corrija si me equivoco) no conocemos el nombre de la protagonista. Tan solo que se trata de una niña de once años, que vive con lo justo en casa de su abuela mientras sus padres han de trabajar en la parte turística de la isla y que durante el verano pasa prácticamente todo el tiempo con su vecina y amiga: Isora. Ésta también vive con su abuela (terrorífica abuela que regenta uno de los pocos negocios locales en el que no es raro fiar lo que vende a los clientes menos pudientes, incluida la abuela de nuestra protagonista) y despierta admiración en la narradora. Una admiración que ella ve más que justificada ya que el desparpajo de Isora tiene encandilados a la mayor parte de sus vecinos, ya sean adultos o niños.

 

Poco más podemos contar del argumento del libro, ya que realmente se trata de un verano en el que la fascinación de una niña por su amiga y de las aventuras que ambas viven con la adolescencia a la vuelta de la esquina es lo que llena las páginas. Y aquí hemos de hacer una pausa. Y es que el argumento de “Panza de burro” además de poder ser el de decenas de libros es de los menos importante (entre comillas) del mismo. Lo que realmente realza el valor del libro es la fresca, rompedora, original y acertada forma de narrar y de ofrecernos un punto de vista muy novedoso. En la puesta en escena de la trama tiene una importancia suprema la cultura local, con decenas de palabras autóctonas (yo no sé si es correcto usar la palabra “canarismo” aunque sospecho que no, ya que el procesador de textos me lo marca como erróneo) mezcladas con anglicismos escritos y pronunciados de una forma muy particular, además de muchos vulgarismos y palabras usadas de forma singular, tanto que algunas de ellas dan la impresión de ser utilizadas por primera vez.

 

El conjunto de los vocablos usados resulta deslumbrante (también es cierto que es posible que a algún lector le resulte abrumador, pero no fue mi caso) y a mí me supone una muestra de la capacidad de la autora. He de confesar que di por hecho (no conocía autora ni obra, tan solo me decidí por una acertada recomendación) que la autora era experimentada (por la arriesgada y, de nuevo, acertada apuesta por la rompedora forma de narrar) pero realmente estamos ante la primera obra de una autora nacida en 1995. Con “Panza de burro”, publicada por una editorial minoritaria como es Barrett, Abreu logró lo que sucede en pocas ocasiones: el boca-oreja fue haciendo su trabajo y lo que iba a ser un libro con escasa trascendencia  fue poco a poco convenciendo a más de 30000 personas (de momento) de que es un libro que vale la pena comprar. Además la crítica tuvo en cuenta ese estilo nuevo y propio, lo que coloca a Andrea Abreu con todos los honores entre los autores a seguir durante los próximos años. Yo también pienso que ha de ser así.

 

Todo ello (ventas y críticas) se convierte muchas veces en una anécdota (y en ocasiones también en un punto en contra) y no sirve de nada si, al comenzar a leer, no sientes lo adecuado. Yo puedo decir bien alto que disfruté y sufrí con la lectura, me reí en ocasiones y me exprimí la cabeza en otras ocasiones para intentar descubrir qué quería decir aquélla palabra, o la otra, o la pronunciación tan particular de algunas palabras que nos dice la protagonista. También hay de agradecer ese tono de descubrimiento de muchas cosas (algunas positivas y algunas negativas) que trae consigo el paso de la niñez y la adolescencia; creo que Abreu se anota un tanto con la naturalidad con la que trata temas que suelen ser delicados y aquí no lo son. No puedo terminar sin repetirme de nuevo y mencionar que el habla tan local y tan exclusiva ha de ser un acicate para los que compartan esa forma de expresarse, pero creo que la autora tiene la habilidad suficiente para que no sea un hándicap para lo que, como yo, no lo hacemos y nos permita disfrutar de un libro que, creo, vale la pena.