viernes, 23 de julio de 2021

"Los días perfectos", de Jacobo Bergareche

Luis lleva meses esperando para asistir a una convención que se celebra en Austin, en el estado de Texas, en Estados Unidos. Periodista de profesión, cada año resulta más complicado que la empresa que paga sus servicios justifique un gasto de ese tipo para una actividad que tiende a realizarse aprovechando que la conectividad permita conferencias con sus asistentes separados por miles de kilómetros de distancia.  Sin embargo, el empeño que pone prometiendo frutos palpables de su asistencia consigue que sea enviado un año más. Quién sabe, tal vez sea el último, ya que esos frutos no parecen muy sustanciales a priori. Hay que aprovechar.

 

La razón de su insistencia y de la necesidad de regresar es que hace años, la primera vez que fue, se encontró con Camila, una mujer mexicana, casada como él, con la que inició una relación en esa ciudad. Repitieron varios años y éste promete ser tan bueno o mejor que cada uno de los días anteriores en los que se vieron: los días perfectos. Sin embargo, cuando ya está confirmada la asistencia de Luis recibe un mensaje de Camila: su esposo decidió acompañarla y será imposible para ella verlo y, además,  ya no ve sentido a mantener una relación en la que se ven tan solo unos días al año. Todo se ha acabado. En ese estado Luis inicia su viaje, lejos de su familia y con destino a la misma ciudad en la que Camila paseará con su marido.

 

“Los días perfectos” son las reflexiones de Luis sobre esa relación a tiempo parcial con Camila, además de la que mantiene con su esposa, Paula, relación de la que no parece quedar mucho más que el recuerdo, tras años de convivencia y de obligaciones; en definitiva, de haber pasado de ser una pareja a una familia. Para ello utiliza dos cartas: una dirigida a cada una de ellas. Además de esas dos cartas, el hilo narrativo se basa en las que el Premio Nobel de Literatura William Faulkner (para Luis y para nosotros será Bill) envió durante años a su amante Mena Carpenter. El tesoro íntimo del escritor sirve como esqueleto para que Luis desgrane la relación con Camila, que no sabemos si podrá sobrevivir al golpe que recibió, y de nexo con el pasado que vivió con Paula.

 

El lujo de poder hurgar en los sentimientos de un gigante de la literatura como es Faulkner es una razón más que suficiente para decidirse a leer “Los días perfectos”. Además, la cita de una de las obras del autor sirve también como introducción a lo que vamos a leer en sus páginas: “Entre la pena y la nada, elijo la pena”. Esas dos premisas me parecieron irresistibles y me llevaron a iniciar la lectura. ¿Y qué me encontré?

 

Para empezar, he de decir que el comienzo del libro me pareció brillante y prometedor, con unas reflexiones potentes y maduras, que van bebiendo de la disección que se hace de las cartas mencionadas de Bill a Mena, a las que tiene acceso Luis mientras pasa los días en la ciudad texana. Unos días que estaban destinados a pasarlos con Camila y que se esfumaban entre sus manos. A medida que avanza en la descripción de la relación me parece que baja un poco más “al barro”, y las reflexiones son más mundanas, más de diario, seguramente de forma intencionada. Sin embargo ese desequilibrio me hizo desconectar mínimamente de la historia, deseando que la intensidad del principio siguiese durante la mayor parte de la lectura.

 

Jacobo Bergareche es un versátil escritor capaz de escribir poesía, guiones de televisión o incluso trabajar como productor televisivo. También residió un tiempo en Austin, Texas (¿te suena de algo?) ciudad en la que estudió la correspondencia de algunos autores, sospechamos que entre ellos la de William Faulkner. En “Los días perfectos” nos trae su visión sobre la crisis de mediana edad (¿sigue siendo de los cuarenta o es demasiado pronto?) en la que es difícil contrastar lo que uno pensaba que iba a vivir cuando se empezaba a ello con lo que realmente vive día a día. Una visión sincera, llena de dudas (como no puede ser de otra manera) y de interrogantes más que de respuestas.

 

Tal vez fue el momento o la forma de leer “Los días perfectos”, pero me quedó una sensación final de que había una historia fabulosa escrita por un autor con mimbres para regalarnos un libro redondo, pero lamentablemente creo que el resultado final no es ese. Es un buen libro. Lo es. Pero la historia prometía y pedía ser un gran libro, con esas reflexiones tan acertadas. No sé si fue problema del lector (yo) pero esperaba un poquito más. Y creo que en la siguiente obra el autor llegará un poco más lejos. Yo, desde luego, leeré lo que decida desarrollar.


⭐⭐⭐⭐