Seguramente sea un
tanto descabellado comenzar la reseña de un libro hablando de miedo, pero es lo
que me pide el cuerpo. Y es que antes de iniciar la lectura de este libro además de una gran curiosidad tenía una buena cantidad de miedo. Mucho temor. ¿A qué? A que leerlo me estropease el inmejorable recuerdo
que guardaba de otro libro. Y es que “Luz de
febrero” nos trae a la protagonista del mayor éxito de Elisabeth Strout hasta
la fecha, y cuyo nombre también es el título de ese libro: “Olive Kitteridge”.
De hecho el título original de “Luz de febrero”, el que eligió la autora, es
muy diferente al que aparece en la portada de la edición española, y es que es
un esclarecedor “Olive, again”.
Con “Olive Kitterigde” Elisabeth Strout se hizo
con un merecido Premio Pulitzer de novela, y además nos regaló uno de los
personajes más completos, complejos, humanos e inolvidables que he tenido el
placer de leer. Hablar de ese libro, publicado hace ya doce años, es hablar de un agradable descubrimiento, que desde
ya recomiendo a todas las personas que lean estas líneas.
¿Y qué podía pasar
con una ampliación de la historia de la maestra de escuela retirada que ama la
rutina y deplora los cambios? Pues podrían haber salido mal miles de cosas. Las causas habituales que echan a perder segundas partes de libros o de películas. Entre ellas, no era descabellado pensar que tal vez nos llegásemos a hartar de una entrañablemente arisca, tosca y
complicada Olive. O tal vez que nos resultase un libro reiterativo y prescindible. También podría haber pasado que su figura, la de Olive, quedase de alguna manera caricaturizada, y que “Luz de febrero” fuese un homenaje a ese personaje memorable pero que
resultase un homenaje fallido, pasado de vueltas. Ése era mi miedo. ¿Y sucedió eso?
De ninguna manera.
En “Luz de febrero”
nos encontraremos a una Olive cada vez más madura (como la autora que nos trae
sus pensamientos, con una madurez brillante en su oficio, y da la impresión de encontrarse en la cumbre de su carrera), acercándose a la senectud y
sobrepasándola mucho antes de ser consciente de ello. Y a su lado vamos
conociendo un poco más de su vida, y descubriendo qué es lo que la lleva a ser
como es: su incapacidad para exteriorizar lo que lleva en un corazón que adivinamos muy
blandito y que, debido a su difícil carácter, pocas personas sean capaces de verla de esa
manera. La poco cariñosa y afable Olive, siempre dispuesta a responder de forma
seca y más franca (ofensiva por lo sincero en ocasiones) de lo que se espera y
de lo aconsejable poco tiene que ver con la que lleva dentro.
Además de regresar con el personaje principal, este libro
nos presenta, como si de un espléndido catálogo se tratase, a una serie de
personajes que comparten localidad con nuestra protagonista: todos ellos viven
en Crosby, Maine, o acuden de alguna manera al pueblo costero y en algún
momento (aunque sea tan solo un instante) tienen contacto con Olive. En ese
entorno y con esos personajes nos encontraremos con una serie de
situaciones muy humanas que, de la mano de una autora que, sin duda, posee el
don de escudriñar la mente humana. Esas personas y las situaciones a las que tienen que enfrentarse nos van regalando una serie de reflexiones,
e invitando a que nos hagamos una serie de preguntas (preguntas que todos o
alguno de nosotros nos hacemos a medida que transcurre la vida) que convierten
a este libro en lo que, creo, es un claro candidato a ser un clásico
instantáneo: un libro que será recomendado (quiero pensar) durante muchas
generaciones, a pesar de que en nuestro país fue publicado la semana pasada,
hace apenas unos días.
Desde el primer
capítulo (de los trece que consta el libro), e incluso desde las primeras páginas,
me di cuenta de que mi miedo era infundado, y pronto me metí en un “mundo” en
el que me sentí cómodo, en una forma de escribir que nos presenta cada capítulo
como si fuese un cuento (brillante cuento) independiente de los demás y que, he
de decir, me bastaría para incitarme a leer los 13 libros que saliesen de ellos
(uno por capítulo) si la autora tuviese la brillante idea de desarrollar un
poco más las historias (es tan solo un sueño sin ninguna base). Elisabeth Strout tiene el talento y la capacidad para
incluir en su (ágil y fácil de leer) narrativa unas lecciones de vida que nunca están de más. “Luz de
febrero” no empeora a “Olive Kitteridge”. Me atrevería a decir que está a la
altura de ese libro (lo tenía difícil) o incluso que está un nivel por encima
de él. Sí, es atrevido decirlo, pero creo que "Luz de febrero" supera a "Olive Kitteridge".
Retomar la vida de
Olive Kitteridge era una apuesta muy arriesgada que, a mis ojos, Elisabeth
Strout ganó con holgura aportando tanto atrevimiento y sumándolo a su buen
hacer. Soy consciente de que “Luz de febrero” se puede leer independientemente
de su hermano mayor, ya que las historias son complementarias entre sí (la
narración comienza aproximadamente un mes después de donde lo deja el libro
galardonado con el Pulitzer) y me da la impresión de que la editorial que lo lanza intenta que sea así. Yo no soy nadie para aconsejarte si leer “Luz de
febrero” ahora o después de “Olive Kitteridge”. Lo que sí puedo decir es que
ambos son dos de mis libros preferidos y que el orden que yo seguí es el que la
autora pensó. Y funciona. Y tal vez (es una simple sensación) no disfrutes
tanto la primera obra en caso de leerla en segundo lugar.
Si he comenzado esta reseña hablando de un miedo y no de un libro he de decir también que por primera vez en
mi vida reseño un libro antes de terminarlo: tal es el grado de satisfacción
que tengo ahora mismo que, a falta de tres capítulos, ya daría por bueno, por
provechoso, lo que he leído. Evidentemente no me voy a quedar con las ganas de
terminarlo pero, por si no te ha quedado claro, el miedo que tenía en un
principio se disipó en las primeras líneas que vi que estaban al menos al
(alto) nivel del primer libro. (De todos modos si el final estropea el libro,
no te preocupes, editaré esta reseña) (Edito: no solo no estropea el libro,
sino que es uno de los finales más acertados que recuerdo, y
acaba con una frase absolutamente inolvidable
que, imagino, fue la base para decidirse a retomar la historia: un final brillante)
No me tiembla el pulso al afirmar que vale la pena volver
a zambullirse en la ficticia localidad de Crosby y conocer a unos personajes
(la mayoría de los cuales se encuentra en su etapa más madura) que nos pueden
dar herramientas para conocer un poco más de los demás y también de nosotros
mismos. Y en el camino podremos conocer algo más de un personaje que se quedará
conmigo siempre: Olive, “mi” Olive. Era difícil, había muy pocas posibilidades
de éxito y, sobre todo (el éxito a mí me importa bien poco comparado con las sensaciones que me regale la lectura), pocas opciones de que yo quedase satisfecho con el resultado ya que estaba predispuesto
de forma negativa pero Strout lo consiguió: una pareja de libros entre mis
preferidos. ¿Será "Luz de febrero" su obra cumbre? Probablemente. De todos modos, Elisabeth Strout se ha ganado hacerse un hueco entre mis autores preferidos.