jueves, 30 de julio de 2020

De 5 en 5: Autoeditados sorprendentes

En los últimos años es muy común el hecho de que un autor, cansado de intentar que una editorial tras otra muestre el interés deseado por su obra y no sea capaz de conseguirlo, use una de las múltiples formas de autoedición que existen en la actualidad.

 

La proliferación de plataformas en Internet para poder conseguir la visibilidad deseada en ocasiones (creo que las menos) ayudan a lograr el efecto deseado. Gracias a ello, multitud de personas se deciden a hacerlo y un lector tiene un catálogo prácticamente ilimitado a la hora de elegir un libro. Evidentemente, sin el filtro de los editores en más fácil que se cuelen libros con un déficit de calidad, pero no siempre es así.


Lo que sí se consigue es que muchas personas con la intención y el pundonor suficiente (ojo que incluso yo amenazo con ello) tengan la posibilidad de publicar su obra, en la mayoría de los casos con la aspiración de sentirse realizados. A pesar de que hoy es una práctica muy extendida, ni mucho menos es reciente. De hecho, vamos a repasar algunos casos que (al menos a mí) me parecen sorprendentes.


Si con el auge de Internet es difícil destacar entre las cientos de miles de obras que se publican cada poco tiempo, en el pasado, y hablo de dos siglos atrás, creo que resultaba más difícil si cabe llegar a ver una obra plasmada en papel. Con lo que hoy sabemos, parece difícil imaginar que una autora como Jane Austen tuviese problemas para encontrar un editor para su obra. Pero así fue.

 

Además, las dificultades que entonces tenían las autoras por el hecho de ser mujer le puso las cosas más complicadas. Por ello, Jane decidió invertir sus ahorros para que su obra “Sentido y sensibilidad” tuviese su primera edición. Como decíamos antes, es difícil imaginar que una autora tan leída hubiese de recurrir a esos extremos, pero la realidad actual también vale para el pasado.

 

La siguiente obra nos confirma la dificultad de publicar en cualquier época. Incluso para un autor tan brillante como Charles Dickens, que llevaba varias obras publicadas con notable éxito, como “Oliver Twist”, le fue complicado encontrar un editor que se decidiese a imprimir una de sus obras más conocidas.

 

El relato que condena la avaricia (probablemente) más famoso de la historia de la Literatura, “Cuento de Navidad” no hubiese sobrevivido hasta nuestros días si su autor no hubiese perseverado y olvidado las negativas de diferentes editores para invertir en su propia publicación. Al igual que el caso anterior, probablemente muchos de esos editores hubiesen pensado en dedicarse a otra cosa unos años más tarde de haberlo rechazado.

 

No sé si conocías los casos mencionados hasta el momento, pero para mí son casos sorprendentes. Creo que los cinco que traemos hoy lo son. Quizás el menos sorprendente de los cinco sea el que comentamos en este párrafo. El autor francés Valentin Louis Eugène Marcel Proust, cuyo nombre afortunadamente se recortaba al publicar sus libros, ya tuvo problemas para lanzar su primera obra, “Los placeres y los días”. Sin embargo, Proust no está reconocido como uno de los autores más importantes de la historia por esa publicación, que costeó de su bolsillo.

 

Sin duda la causa de su reconocimiento es “En busca del tiempo perdido” una serie de libros que en principio calculaba terminaría en dos tomos pero que realmente contiene siete. El primero de ellos es “Por el camino de Swann”, y es una muestra inconfundible de su prosa y de su talento. Al igual que pasó con su primera obra, fue rechazada (André Gide reconoció que no lo leyó en su totalidad sino que buscó un capítulo aislado que no le gustó). Así que, afortunadamente, Proust hizo lo que todos los autores que traemos hoy tuvieron que hacer: apostar su dinero por sí mismo.

 

La siguiente obra que vamos a visitar merece una mención especial. A pesar de ser una de las más conocidas del siglo pasado, también es una de las más complicadas de entender. El talento del autor es absolutamente innegable, pero su despliegue del mismo supera con mucho a la capacidad de comprensión del lector medio, grupo en el que me incluyo.

 

Y es que leer el “Ulysses” de James Joyce fue uno de los tragos más amargos de mis incursiones en la literatura. He de decir que lo intenté cuatro veces, y a la cuarta lo conseguí. No con placer, sino con cabezonería. Así lo acabé. Así que el editor que recibió el manuscrito y decidió rechazarlo recibe mi comprensión, aunque no sea compartida por todos vosotros. De todos modos, Joyce pensó que valía la pena invertir su dinero y gracias a ello llega hasta nuestros días una de las obras más analizadas y estudiadas de la historia. Y me temo que incomprendidas.

 

A pesar de que muchos autores conocidos tuvieron que pasar por el trago de los mencionados, en nuestras listas tan solo tienen cabida cinco libros. Así que Stephen King, E.L. James, Paulo Coelho y muchos más autores que vivieron el rechazo y la autoedición han de esperar a una futura lista para que incluyamos alguna de sus obras. Y es que creo que el último puesto lo merece una autora que hubo de esconder su género en unas siglas para no ser rechazada.

 

Aun así, su primera obra fue rechazada no una, sino una docena de veces. Así que J.K. Rowling decidió no esperar al decimotercer rechazo e invertir sus ahorros en, probablemente, la inversión más rentable desde hace muchos años. Y es que con ello comenzó la serie de libros más vendida de la historia, y Rowling se ha convertido (si la memoria no me falla) en la autora que más beneficios ha obtenido de su obra. Además, ahora ha presentado su propia plataforma para que autores noveles tengan otra oportunidad.

 

Espero que el repaso haya sido interesante para ti y que hayas pasado un rato divertido recordando que la autoedición, a pesar de ser una práctica muy extendida en la actualidad, tiene un pasado más largo de lo imaginado, y unos usuarios más célebres de lo esperado.