Hace mucho (si es
que hubo alguna vez) que no me pasa el desconocer cómo comenzar la reseña de un
libro. Y es lo que me sucede con “sylvia”. Quisiese ser capaz de aislar el
argumento del libro de lo que me hizo sentir la forma de contarlo. Pero,
sinceramente, no creo tener esa capacidad. De todos modos voy a intentarlo.
En una de esas noches que suelen comenzar en una de las mesas de “El búho” en el Orzán coruñés, y cuyo final es incierto ya que puede acabar en la comisaría, conoce a Sylvia (perdón por la mayúscula). Y se enamora. Sylvia es la subdirectora de una revista literaria, Minotauro, y comparten espacio y aficiones aunque ella tiene unos diez años más que él. Para él la vida cobra sentido, y cree haber dejado atrás el dolor que lleva arrastrando desde hace tantos años. Cree que ha nacido para disfrutar de esa relación. Pero, realmente, el incombustible amor que siente hacia ella no es más que el principio de un sufrimiento mayor.
“sylvia” fue una de
mis lecturas pendientes desde hace mucho. Siempre estaba ahí, esperando su
momento, y por diferentes circunstancias se fue dilatando en el tiempo su lectura. Y su momento llegó, por fin, hoy. Y digo hoy porque hoy lo he
comenzado y lo he terminado. Desde las primeras páginas (el libro tiene unas 120) supe que la forma de
escribir de Celso Castro me iba a llenar. Y así fue. Con un particular uso de
las puntuaciones el autor nos coge por el pecho y nos arroja de forma rápida a la mente del protagonista, que se dirige
a nosotros en primera persona.
Además del exclusivo estilo al puntuar las frases y párrafos, la ausencia
de mayúsculas dota a la lectura de una sensación de cercanía, de susurro, de confidencia,
que lo convierte en muy particular y, creo yo, muy acertado. El aparente caos
en la narración que poco a poco adquiere una firme solidez me confirma que
Celso Castro es uno de los autores más interesantes que he tenido la suerte de
leer últimamente. Y “sylvia” todo un acierto como lectura.
Mucho me temo que
la reseña que intento terminar no capta del todo lo que intento expresar, pero
si convenzo a una sola persona de que merece la pena entrar en el mundo del
escritor coruñés, me daré por satisfecho. Antiguamente los libros los
subrayábamos en las líneas que más nos llegaban a gustar; en la actualidad, por
comodidad o por lo que sea, el omnipresente teléfono sirve para captar la
imagen de lo que nos impacta. Hoy he usado el teléfono para recordar varios
párrafos, y de entre ellos elijo la parte que creo más representativa de lo que
te vas a encontrar en las páginas de “sylvia”:
“si nunca has
suplicado de rodillas que no te abandonen, si no te has arrastrado a los pies
de la persona que amas y no la has seguido babeando hasta el ascensor y por
favor, por favor, y que harás lo que quiera, pero por favor...si no te has
desgarrado en la soledad de tu casa, ni has besado su fotografía con una
ternura que desconocías, ni has apretado su camiseta contra tu cara y la has
olido y la has empapado de tus lágrimas, entonces es mejor que me dejes en paz
y te vayas por ahí, porque no entenderás ni una palabra de lo que quiero
contarte, ni una sola palabra.”