Bendrix, al que todos conocen y nombran por su apellido, es un escritor con un relativo éxito al que acompañamos en los meses posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial. En una ciudad de Londres cuyas cicatrices tardarán todavía muchos años en curarse, tanto las físicas como las psicológicas, Maurice (su nombre de pila, del que huye como si fuese una enfermedad contagiosa) coincide con un alto funcionario británico llamado Henry Milles, un amigo al que tras intercambiar unas palabras decide acompañar a su casa.
Ahí, en su vivienda y ante una comprometedora vergüenza, Henry le confiesa a Bendrix que duda de la fidelidad de su esposa, Sarah. Sarah es amiga del escritor en mayor medida de lo que los es Henry. Además, le cuenta que llegó a pensar en contratar a un detective privado para que vigile los movimientos de ésta. A pesar del desconcierto inicial, Bendrix comprende las dudas del marido e incluso se ofrece a realizar ese trámite (acudir a la agencia de investigación) por él. Dicha idea es rechazada por el marido, que desconoce que la persona que tiene ante sus ojos fue el amante de su esposa durante prácticamente todo el conflicto, hasta hace tan solo unos meses.
A pesar de ser un planteamiento (tranquilos, no desvelo nada que no se descubra en las primeras páginas) un tanto chocante, Graham Greene nos invita a profundizar en varios aspectos en esta novela: por un lado la fina línea que divide el amor y el odio, y por otro lado cómo ese odio se alimenta de unos celos tan arraigados en el personaje que no le permiten disfrutar de la felicidad en ningún momento.
No quisiese desvelar mucho más de la trama ni de las implicaciones en las que nos involucra el autor, ya que creo que es parte del encanto de una lectura que, desde ya, recomiendo a todo el mundo. Lo que sí quisiese señalar es que Greene nos plantea unas preguntas a las que, como suele suceder en los buenos libros, hemos de responder nosotros mismos. Y es que, a pesar de que no nos damos cuenta y de que (al menos a mí me sucedió) da la impresión de que la trama se agota antes de tiempo, antes incluso de que seamos conscientes estamos ante una novela muy diferente a la que hemos empezado. Lo que parecía ser una historia sin importancia pronto se nos muestra como un ejercicio de reflexión brillante.
A pesar de que, como lector, suelo alternar libros escritos en los últimos años con obras escritas ya hace muchas décadas, siempre es una sorpresa cuando desde el principio se ve el oficio de un autor que sobrevive durante tanto tiempo. Y es que no es casualidad que este libro siga vendiéndose setenta años después de su publicación (por cierto, me parece magnífico el trabajo de traducción realizado por Eduardo Jordá que nos trae Libros del Asteroide), sino que se merece ese privilegio.
Tanto tiempo después es capaz de seguir deleitando a lectores como yo que disfrutamos con los regalos como el inicio tan brillante ("Una historia no tiene principio ni fin") o que perdemos el aliento cuando en un libro como éste se menciona "la librería que se encuentra en Charing Cross, cerca de la estación de metro". "El final de affaire" está considerada la obra cumbre de Graham Greene que, según Vargas Llosa (en esta edición se incluye un epílogo escrito por el Premio Nobel), nunca llegó a escribir la obra maestra para la que estaba capacitado, pero que en este texto estuvo más cerca que nunca. Da la impresión de que el autor puso mucho de su vida privada, y esa C. a la que dedica la obra la hemos de identificar con la Sarah a la que, si la lees, probablemente cojas cariño.