domingo, 28 de junio de 2020

Cameos de escritores

La relación entre el Cine y la Literatura siempre ha sido muy estrecha. Como hemos visto en muchas ocasiones, incluso en esta página (date una vuelta por la pestaña “Curiosidades” o por el “Índice”), muchos libros han sido adaptados a lo largo de los más de cien años de historia del Séptimo Arte. También hay que decir que lo han sido con mayor o menor éxito (mucho nos tememos que la balanza está peligrosamente inclinada hacia el lado negativo).

También hemos visto en diversas ocasiones que muchos autores, incluso los considerados mejores escritores de su época, pagaron sus facturas colaborando en la escritura de guiones en Hollywood o en cualquier lado en el que se quisiese producir una película. De hecho en la actualidad es una práctica que se sigue llevando a cabo, ya sea en historias propias, en historias creadas en exclusiva para proyectos cinematográficos o incluso en adaptaciones de novelas de otros autores para llevarlas a la pantalla.


Sin embargo, hoy nos vamos a inclinar por otra forma más visual de colaboración entre Literatura y Cine: los cameos. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua un cameo es una “intervención breve de un personaje célebre, actor o no, en una película o serie de televisión”. Y si buscamos un poco entre las miles de películas producidas en todos estos años podremos ver curiosos cameos de algunos escritores en películas.

Sin ningún orden ni concierto me inclino por recordar en primer lugar a uno de los Premios Nobel de habla (y escritura) hispana, y que nació en España. Es difícil no recordar la adaptación de su propia novela sin ubicar al peculiar e inimitable Camilo José Cela en un reparto coral repleto de rostros conocidos, algunos de ellos de los mejores actores y actrices de su generación. La difícil vida de la posguerra en Madrid es plasmada con crudeza y sin concesiones en “La colmena”, y el autor se reservó un espacio que le permitió interpretar el papel de Matías.

En un registro muy diferente, salto que suele ser habitual en estas página, nos trasladamos a una de las películas más representativas de uno de los directores más prolíficos y reconocidos del cine actual: Woody Allen. Si hacemos un repaso de su obra, seguramente nos hayamos de trasladar unas décadas atrás para seleccionar las mejores películas que nos ha regalado. Entre esos títulos tenemos una decena al menos de obras dignas de ser mencionadas. Varias de ellas incluyen el coprotagonismo del propio director/actor/escritor/músico judío y la fabulosa actriz Diane Keaton.

Sin embargo, como en estas líneas hablamos de cameos de escritores recordaremos la magnífica “Annie Hall” (cuyo guión reseñamos hace unas semanas en esta misma página) y en concreto de la escena en la que, paseando por el neoyorquino (¿cómo no, tratándose de Allen?) Central Park y le comenta, señalando a un individuo, a su acompañante:

                -“Y aquí tenemos al ganador del concurso de imitadores de Truman Capote”. Pues bien, como puedes imaginar, la persona a la que señalaba Woody era el mismísimo Truman Capote.

De nuevo vagando y dando un volantazo a los géneros cinematográficos, nos acercamos ahora al terror que se desprende de una obra de hace ya unas cuantas décadas. Seguramente si escuchas el título de “El exorcista” lo asocias inmediatamente a la película, y en concreto a alguna escena memorable (o alguna frase que se hizo muy famosa) que se incluye en su metraje. Sin embargo, cabe señalar que el guión de tan recordado éxito cinematográfico está basado en la novela homónima de William Peter Blatty.

Yo, personalmente, sería incapaz de describir físicamente al autor, ya que no tengo el placer de conocerlo. Y por muchas veces que viese la película no llegaría a apreciar que uno de los personajes que aparece es el propio autor, que concretamente interpreta a un productor cinematográfico.

Siguiendo con este género (sin que sirva de precedente), seguramente uno de los autores con más adaptaciones a la gran y la pequeña pantalla sea el estadounidense Stephen Edwin King, del que a ciencia cierta te habrán venido de forma inmediata a la mente un puñado de películas relacionadas con él. Autor de más de sesenta novelas y de cientos de relatos cortos, muchos de ellos fueron la base tanto de películas como de series y de capítulos de las mismas.

Al contrario que el anterior caso, Stephen King es un autor muy reconocido y su rostro es tan peculiar que es difícil de obviarlo en cuanto aparece en la pantalla. Pues bien, además de ser uno de los autores más adaptados a la pantalla, King también es uno de los más pródigos en realizar cameos en el cine y la televisión. En un reciente recuento salen más de veinticinco cameos en total, cada uno más peculiar que el otro.

De todos ellos quisiera quedarme con la, en mi opinión, mejor adaptación que han tenido sus historias: “El resplandor”. Cualquier historia que haya tenido la suerte de pasar por el filtro del genial director Stanley Kubrick creo que ganó en el proceso, y ésta es una de esas obras. El hotel maldito/maldito hotel en el que se confina un aspirante a escritor con su esposa y su hijo no tiene más personajes (en la mayor parte de la película) que estos tres, además de personas que se aparecen de otras épocas.

En una de estas apariciones, King es miembro de la orquesta que ameniza una de las veladas en uno de los ostentosos salones del establecimiento. Aprovecho para señalar que las interpretaciones de los protagonistas (un estratosférico Jack Nicholson y la magnífica Shelley Duvall, que por cierto también tiene una faceta de escritora) ganan mucho si las vemos en versión original, cosa que hice hace tan solo unos días. La diferencia es colosal respecto a la versión doblada (al menos en lo que se refiere al doblaje al castellano).

A la siguiente historia no será necesaria nombrarla para que te hagas una idea inmediata de a qué nos referimos. Hace unos años sucedió uno de esos fenómenos editoriales que atraen a millones de lectores a devorar una serie de libros que se llegan a expandir de una forma similar a una pandemia. Es difícil que mencione tan solo a unos jóvenes vampiros y no venga a tu mente la serie de libros escrita por Stephenie Meyer que pronto tuvo cada uno de ellos cada uno su adaptación cinematográfica. Tanto la versión escrita como la filmada fueron un rotundo éxito.

La denominada “Saga Crepúsculo” consta de cuatro libros y, si no me equivoco, el mismo número de películas. La (desde entonces) millonaria escritora tuvo a bien aparecer en dos de las películas en papeles meramente testimoniales. Por mencionar uno de ellos, Meyer se encuentra en la mesa de al lado en una cafetería en la que se encuentran los protagonistas escribiendo en su portátil y recibiendo de la camarera un trozo de tarta.

Unas décadas antes se escribió la lisérgica “Miedo y asco en Las Vegas”; se trata de una narración de Hunter S. Thompson en la que él mismo viaja en la compañía de su abogado a Las Vegas, y en la que la presencia de drogas es una constante. El polifacético Terry Gilliam, que entre otras cosas fue miembro del inolvidable grupo humorístico Monty Python, es también un eficaz director de cine. Decidió adaptar esa novela y para ello contrató a Johnny Depp como protagonista, en el papel de Thompson, y a Benicio del Toro como su abogado. (Por cierto, como curiosidad he de mencionar el tremendo, el increíble parecido que encuentro entre Del Toro y Brad Pitt, aunque tal vez el bueno de Benicio parece un Pitt una mañana de resaca o un Pitt sin haber pasado en ninguna ocasión por el filtro que le proporciona el cirujano plástico).

En un flashback en el que el protagonista recuerda su pasado, tal y como corresponde a estos párrafos, el propio autor aparece haciendo su cameo, e interpretándose en este caso a sí mismo.

William S. Burroughs, autor básico de la llamada Generación Beat, llevaba la polémica consigo. Todavía hoy hay dudas sobre si la muerte de su esposa, tras un disparo que él declaró como accidental, fue tal accidente o un homicidio. Además, sus relaciones con las drogas también lo convirtieron en controvertido. Durante su carrera interpretó varios papeles, en algunos cortos, en algún largometraje, y también en alguna adaptación de sus obras.

Sin embargo, su papel más recordado está incluido en una de las obras más reconocidas del irregular director de cine Gus Van Sant, que fue presentada en 1989. “Drugstore Cowboy” nos trae a una serie de personajes (encabezados por Matt Dillon) que para saciar su adicción a las drogas inician un viaje en el que atracan una serie de farmacias. Burroughs tiene un papel relavante como “El cura”, a través del cual deja unas frases memorables. Se dice que también ayudó a pulir el guión de esa película de culto.

John Irving es un conocido autor estadounidense, cuya relación con el cine es muy cercana. De hecho, es ganador de un Oscar por la adaptación de una de sus propias historias cuyo título final fue  traducido como “Las normas de la casa de la sidra”. Además de ello, recordaremos “El inolvidable Simon Birch” o “El hotel New Hampshire” como adaptaciones más o menos exitosas. Sin embargo, si pensamos en su obra más representativa nos hemos de remontar al inicio de su carrera y rescatar "El mundo según Garp”.

Publicada en 1978, cuatro años después tuvo su adaptación al cine, en la que el protagonista fue el malogrado Robin Williams. En ella aparecía el autor, interpretando brevemente a un árbitro en un combate de lucha libre.

Para terminar con esta parte del repaso que iniciamos hace unos párrafos, voy a incluir al siempre simpático experto en cameos en películas que se basaban en sus comics, series y películas con personajes cuyos gustos se decantan por los mismos y también casi imprescindible en la filmografía de directores como Kevin Smith, siempre obsesionado con los comics y que tiene como mayor icono al creador de Spiderman, Stan Lee. Inconfundible con sus gafas sombreadas y su sempiterno bigote, Lee apareció en más de sesenta películas, una cifra que desgraciadamente no tiene oportunidad de aumentar.

A pesar de que, probablemente, hayas recordado muchos más casos de escritores que aparecen en películas, creo que el repaso de hoy es más que suficiente para hacernos a la idea que hemos traído hoy, en la que profundizamos un poco más en la relación entre Literatura y Cine, artes que caminan casi siempre de la mano. En una próxima ocasión visitaremos las películas en las que autores literarios se pusieron al lado contrario de la cámara que hemos visto hoy. Espero haya resultado mínimamente interesante.