Puede resultar extraño comenzar
la reseña de un libro haciendo referencia a la película que se rodó en base a
éste. Sin embargo, mentiría si no mencionase que tanto la decisión de leer el
libro como la lectura en sí vino influenciada por haber visto el largometraje
(no homónimo, como veremos más adelante) hace ya un cuarto de siglo. El
argumento, como probablemente recordarás, se basaba a grandes rasgos en un
cartero que entablaba relación con el poeta chileno Pablo Neruda y se valía de
su amistad para lograr el amor de la bella Beatriz, cantinera de su pueblo.
Dicha película tuvo un notable
éxito en aquella temporada de 1994 y concurren en ella varias curiosidades: la
más notable es que el protagonista del filme, Massimo Troisi, padecía problemas
cardíacos que requerían una intervención quirúrgica. Debido al rodaje de la
película, Troisi decidió posponer dicha cirugía hasta finalizar el mismo. Pues
bien, al día siguiente de terminar el trabajo, Troisi sufrió una insuficiencia
cardíaca que acabó con su vida. Recibió una nominación al Oscar de la Academia
al mejor Actor de forma póstuma por esta película.
He de pedir disculpas por seguir
hablando de una película varios párrafos después de iniciar la reseña, pero (quizás
de forma errónea) me parece procedente en estos momentos. Si tenemos en cuenta
que Massimo Troisi murió con 41 años y que la protagonista femenina era una María
Grazia Cuccinota en su época de mayor éxito podemos deducir que poco tienen que
ver con la pareja protagonista de la novela que hoy visitamos, ya que ninguno
de los dos miembros de la historia de amor había alcanzado la mayoría de edad
durante el inicio de la narración. El argumento fue modificado también para que
tuviese lugar en Italia, el país productor del filme.
Además, y prometo ponerme con el
libro en breve, he de decir que el éxito de la película modificó el título
original del libro. Fue publicado como “Ardiente paciencia” (dos palabras que Pablo Neruda pronunció en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura), y el propio autor
chileno Antonio Skármeta dirigió una adaptación (ésta sí, homónima) con mucho
menor éxito en los años 80. Dependiendo del país en el que se proyectase la
película con la que iniciamos esta reseña se tituló “El cartero (y Pablo
Neruda)” o “El cartero de Neruda”.
Todo lo mencionado hasta ahora
intenta justificar el modo en el que inicié la lectura, y lo que esperaba de
ella. Desde las primeras páginas me encontré un tono diferente (al menos al que
yo conservo en mi memoria) y descubrí a Mario, un adolescente que vive en Isla
Negra, una pequeña isla de Chile y cuyo padre (pescador como tantos hombres de
la isla) le apremia para que consiga un trabajo. En la oficina postal de la
isla hay una vacante no muy bien remunerada, ya que basa la mayoría de los
ingresos en las propinas de los destinatarios del correo y Mario decide aceptarla.
Debido al analfabetismo reinante
entre los habitantes de la isla, Mario solo ha de entregar el correo a uno de
los moradores: el célebre autor chileno Pablo Neruda que, por cierto, al menos
en esta ficción, era poco generoso con las propinas. A pesar de ello, para
Mario es un aliciente conocer y poco a poco ganarse la confianza del famoso
creador de versos. Pronto nos encontramos con Beatriz, la hija de la nueva
cantinera de la isla, que supone un fulminante flechazo para Mario. Desesperadamente
enamorado, pide al poeta que le enseñe a expresar sus sentimientos en forma de
versos. A raíz de ello…. bueno, creo que como pinceladas del argumento ya hemos
contado lo suficiente.
¿Qué esperaba, recordando las
sensaciones que me quedaron de una película vista hace tantos años? Es una pregunta tan complicada de responder que quizás sea
mejor y más sencillo decir qué me encontré sin esperarlo. Me encontré con una bonita y ciertamente sensual historia
de amor aderezada con toques de humor que, al menos en mi caso, logran el
objetivo de robar alguna sonrisa.
Además, el autor nos relata
paralelamente y sin que nos demos cuenta los importantes acontecimientos
políticos que se desarrollaron en su país durante la época de la narración
(sobre los primeros años 70 del siglo pasado). De dichos hechos pocas noticias tenía yo, y es agradable ampliar conocimientos de una forma tan ágil como la que nos ofrece Skármeta. Con todos estos ingredientes mezclados en su justa medida me
he encontrado una novela sorprendentemente agradable, de fácil y rápida lectura
(es una novela corta) que nos saca alguna que otra sonrisa en forma de ese inocente e
imparable amor que nos narra y también en forma de un sentido del humor con
mucho tino. Desde luego, me parece una novela recomendable, escrita con mucha vitalidad y sin más
pretensiones que pasar un par de horas de agradable lectura.