En una remota y aislada granja de
la campiña inglesa vive nuestra protagonista. Estamos en el primer tercio del
Siglo XIX y, junto a ella, viven sus tres hermanas, padres y un abuelo cuyas
piernas ya no le permiten ponerse en pie. En dicho entorno cada día es una
tremenda e incansable lucha, en la que todos han de trabajar de sol a sol. Cada
una de las agotadoras tareas que emprenden los miembros de esta familia es
sucedida por otra y otra, a cada cual más dura. Además, la estricta forma de
ser del padre (que lamenta no haber tenido hijos varones) y la madre de las
niñas hace que el ambiente sea casi irrespirable.
A pesar de ello, la vida que
lleva nuestra protagonista es la única que conoce, y su mundo se reduce a los
campos en los que trabaja y el espacio que separa la iglesia del pueblo de la
granja. La lucha diaria que supone dar esquinazo al hambre se vería perturbada
en caso de que faltase un miembro de la familia, ya que los demás deberían
sumar a su propio trabajo el que deja de hacer esa persona.
Aun así, cuando el padre recibe
la oferta por parte del vicario del pueblo de contratar a una de sus hijas para
que ayude en las tareas de su casa y haga compañía a su enferma esposa, decide
aceptar. Dado que nuestra protagonista tiene un defecto de nacimiento que
afecta a una de sus piernas, es la elegida para ocuparse de esa labor y
abandonar, por tanto, la granja.
Pese a lo que pueda parecer, ya
que la vida de nuestra narradora no es nada envidiable, para ella es dejar la
vida que conoce y la que quiere vivir. Se resiste al cambio con todas sus
fuerzas, incluso cuando es consciente de que el trabajo en la casa del Vicario
es mucho más llevadero que el que lleva haciendo toda la vida. Poco a poco va
pasando el tiempo y nuestra protagonista (el nombre lo veremos a continuación)
se convertirá, gracias a las enseñanzas del vicario, en la primera persona de
su familia que aprende a leer y a escribir. Y éste es un dato básico en la
narración del libro.
Como hemos dicho, nuestra
protagonista (mary/ eme, a, erre, i griega) es nuestra narradora y desde la
primera frase nos damos cuenta de la dificultad que supone para ella escribir, presentándonos
una narración torpe e infantil, sin mayúsculas (ni en su propio nombre como
hemos visto) ni signos de puntuación que no nos abandonará en todo el libro. mary
aprovecha su poco desarrollada habilidad para la escritura para dejar escrita
su versión de unos hechos que se convierten en el argumento del libro. Quiero
recalcar que, además de torpe, la narración se me antoja apasionante y adictiva.
En unas páginas la autora consigue que queramos a mary (me resisto a ponerle
mayúscula a su nombre) y sufrimos con ella los rigores de una vida tan
complicada.
Con un estilo sorprendente, la
escritora inglesa Nell Lehyshon tiene la capacidad de ponernos inmediatamente en
el barro, en un ambiente que no suele ser visitado. Un ambiente que se aleja de cualquier
convencionalismo, en una existencia tremendamente hostil, incluso se podría decir "más bruta que un arado" (nunca mejor dicho) y consigue transmitirnos una la visión de los desheredados de
la época regalándonos, además, un personaje absolutamente inolvidable. “Del
color de la leche” es uno de esos libros que, si decides comenzar a leer,
probablemente lo termines sin respiración cuanto antes y deje de un modo u otro un poso en ti.