
De esa manera la señora Allen desarrolla
su existencia, en la que encontró una labor en la que puede volcar toda su
capacidad y su sensibilidad: el cultivo y esmerado cuidado de sus preciados
crisantemos, que gracias a su dedicación son los mayores y más hermosos
ejemplares que de los que se tenga constancia por la zona. Como es de esperar, Henry, su marido, no
comparte su pasión por dicho cultivo, y preferiría que dedicase sus esfuerzos a
algo que pudiese resultar más productivo.
Hoy es un día cualquiera, y Henry
realiza una buena venta de ganado. Para celebrarlo, decide invitar a cenar a su
esposa en Salinas, lo que es algo tremendamente excepcional. Durante la tarde
Elisa ve cómo se acerca un inestable y desvencijado carromato en el que se
anuncia que se reparan tijeras, ollas y demás enseres. El buhonero que lo
conduce con un caballo y un burro como tiro pregunta por el camino más adecuado
para seguir su viaje.
El encuentro para Elisa supone
una especie de revelación, ya que se ve a sí misma como otra persona, como la
persona que realmente es y que vive tras capas y capas de resignación y
costumbres. Con ello se plantea (con una sutilidad exquisita como nos ofrece
Steinbeck) su existencia, que, de una forma desafortunadamente común, está muy
alejada del conocimiento y desarrollo personal que todos necesitamos y
merecemos.
En este breve relato (unas 60
páginas) John Steinbeck (puedes consultar aquí la biografía publicada en esta misma página) mimó cada detalle, cada minuciosa descripción y consiguió
ofrecer al lector una oportunidad de reflexión inmejorable. Esa dedicación que
procuró el autor (tardó varios meses en pulirlo) se nota en un texto en el que
no sobra ninguna palabra y cuya historia en nuestra mente parece adquirir alas,
precisamente el complemento que le falta a la protagonista de la historia; como
pasa en ocasiones, un encuentro fortuito hizo que Elisa fuese consciente de la
falta de esas alas, y que su descontento encajase como un puzzle que forma una
imagen hasta el momento desconocida para ocupar un vacío que no sabía definir
hasta entonces.
Creo que de las anteriores líneas
se puede desprender que esta novela corta es, a mi modo de ver, una joya
imprescindible, que me pregunto cómo no llegó a mis manos antes y que desde
luego leeré periódicamente. También quiero destacar las ilustraciones que
acompañan al texto realizadas por Carmen Bueno y que realzan la belleza de
dicha obra. Inolvidable.