
A través de las poquísimas
páginas de este texto asistiremos al éxodo del pequeño personaje en el que saltará de planeta
en planeta intentando mitigar su soledad; en su fantasioso y particular periplo tendremos la oportunidad de conocer a una serie
de simbólicos personajes (cada uno de ellos en un planeta diferente) como serán un rey que da órdenes que pueden ser cumplidas, un
hombre vanidoso, un borracho, un hombre de negocios, un farolero y un geógrafo.
El siguiente viaje lo trae a nuestro planeta y en su búsqueda de escapar a la
soledad entabla amistad con una serpiente, un zorro y el propio aviador.
Probablemente todos los que
estáis leyendo estas líneas ya conocíais el argumento de sobra, y probablemente
todos y cada uno de vosotros habéis leído ya “El principito”, por lo que aportar algo al redactar una reseña sobre este libro puede resultar bastante complicado. Estamos ante un
libro clásico que se lee por primera vez en la infancia, y de hecho está
catalogado como un libro infantil. Sin embargo, creo que este libro se trata de mucho más
que de un cuento para niños (o adultos).
Como el propio narrador (con
inconfundibles puntos en común con el peculiar autor) nos señala, los mayores por regla común no
serán capaces de observar las cosas con la simplicidad con la que las veían de
niños, así que mientras leemos hemos de adoptar una actitud diferente a la habitual. Tal vez sea arriesgado definir de una sola manera el significado del
libro, pero entre las lecturas que se pueden hacer, yo me quedo con aquélla en
la que el adulto (el aviador) reflexiona interiormente y vuelve a ver cada uno
de los pasos que lo llevaron a ser lo que es desde el prisma infantil (principito)
y nos expone de una manera singularmente bella los peligros a evitar durante la
formación de la personalidad (cada uno de los planetas visitados representa uno
de esos peligros y los símbolos de la soberbia, avaricia, etc. son representados por los personajes que lo habitan).
Con cada lectura de este
precioso texto (acompañado habitualmente con las ilustraciones realizadas por el propio
Antoine de Saint-Exupéry y en algunos casos por otras similares y también acertadas) realizamos un inigualable viaje hacia nuestro
interior, con los singulares colores que la visión infantil nos proporciona, y nos
es más sencillo recordar que lo que realmente importa en esta vida y en este
mundo que (quizás) vive una deriva de pérdida de valores y que (quizás) peque también de ser un tanto superficial está en
nuestro interior. Es, en resumen, un hermoso encuentro entre el adulto (“Viví
así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente”) y su propio yo. Espero
que hayas encontrado ya esa conversación que puedes mantener con tu interior, porque es lo más hermoso que se puede
vivir.
“El principito” es uno de los
libros más leídos, y yo me atrevería a permitirme aconsejarte que lo vuelvas a leer, y que
instes a tus allegados a que lo hagan también. Es uno de esos libros que ha de
leerse durante la infancia (regálaselo a tus hijos, sobrinos o nietos), durante la adolescencia, y también en nuestra etapa como adultos para hacer que sea posible vernos de vez en cuando desde la perspectiva del
asteroide B-512 y que seamos capaces también de abrir nuestra mente para ver el famoso elefante en el interior de la boa. También encontrarás algunas de las citas que alegran nuestro
día a día, en la que tal vez la más representativa de lo que vas a encontrar en el texto sea “Sólo se ve bien con el
corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.”