jueves, 8 de septiembre de 2016

"Desayuno en Tiffany's", de Truman Capote

Paul Varjak es un escritor que, tras años sin saber nada de su antiguo amigo Joe Bell, recibe una llamada de éste. Pronto se da cuenta de que el único motivo de esa llamada tiene que ser para hablarle sobre una mujer que ambos conocieron hace años: Holly Golightly. Así que se dirige a visitar a su amigo Joe al bar que regenta en el barrio neoyorquino de Upper East Side y al que acudían hace ya una docena de años el propio Paul y Holly.

Dicha visita sirve como excusa para presentarnos con todo lujo de detalles cada uno de los momentos que Paul compartió con su vecina Holly, un personaje que por muchas razones nos será difícil de olvidar. Holly es una mujer capaz de generar una oleada de expectación con solo una mirada, tiene una personalidad absolutamente fascinante para todo aquél que se cruza por su camino y utiliza esa capacidad para, como ella misma explica, "saltar de rama en rama subiendo cada vez un poco más". 

A través de las palabras de un Paul (Holly decide llamarle Fred, como su propio hermano) por aquel entonces aspirante a escritor sin ningún escrito publicado, recibimos una invitación para asistir al apartamento de Holly.  En él veremos un sinfín de hombres hipnotizados por la personalidad de la joven, que son cautivados por una mujer dispuesta a recibir todas las muestras de cariño pero con pocas (o nulas) posibilidades de que ese cariño sea recíproco. Prácticamente a diario Paul/Fred conoce a nuevos personajes, algunos de ellos fascinantes y la mayoría de ellos cuando menos peculiares.

El personaje de Holly es un personaje icónico, el de una mujer que reniega de su pasado, que vive una provisionalidad continua (me viene a la mente la frase “Tú serás mi primer esposo”) en un día a día en el que conviviremos con los más modernos cócteles, los perfumes más selectos y el sueño de llegar a convertirse en una clienta habitual de la joyería que es nombrada en el título de la novela. Holly tiene las cosas muy claras y las aparentes ingenuidad e inocencia no son sino apariencia, ya que  a primera vista nos resulta vulnerable pero realmente comprobaremos que  tiene una fuerza que escapa a lo habitual.

Estoy seguro de que, como me pasó a mí mismo, desde el momento en el que comenzaste la lectura o incluso en cuanto leíste el título del libro te vino a la mente la imagen de la inolvidable (para un buen número de gente entre la que me incluyo) Audrey Hepburn. Es prácticamente imposible no suspirar por esa primera imagen que viene a la mente y que adorna tantas paredes con su silueta y, hoy en día, tantas imágenes de perfil. Y es que la película basada en esta novela (y que en nuestro país se tituló "Desayuno con diamantes") es, probablemente, la que convirtió a la actriz en el icono que es desde entonces.

Sin embargo, las diferencias entre la novela y la película son notorias e importantes (empezando porque Holly en su origen era una joven de pelo claro para la que, como opinaba el propio Capote, Marilyn Monroe se acercaría más al perfil imaginado por él mismo). Pero el tono es, tal vez, la mayor diferencia; en este libro hay una parte un tanto oscura en la personalidad de Holly y su comportamiento es tal vez más crudo y más acorde a su personalidad. También el desarrollo de los hechos avanza con evidentes diferencias en un tono más cerca del sabor amargo que del dulce.

Truman Capote fue uno de los más grandes escritores del siglo pasado y “Desayuno en Tiffany's” es una de sus obras más conocidas, aunque “A sangre fría” es considerada por la crítica la mejor de ellas. La dulcificación aplicada a este texto a la hora de llevarlo a la gran pantalla hará que los lectores se encuentren con algo diferente a lo esperado, pero sin duda la mayor parte de estos lectores encontrarán un libro fresco, divertido, sorprendente; el glamour y el encanto que desprende el principal de sus personajes muestra un desequilibrio absoluto entre interior y exterior, lo que nos hará plantearnos ciertas preguntas para las que cada uno tendremos una respuesta diferente.


Atraído por la, como decía, icónica e inolvidable imagen de Audrey Hepburn de la que no conseguí olvidarme en toda la novela (ni lo haré), me he encontrado con una lectura ágil, divertida y agradable, más profunda de lo esperado y que no dudaría en  recomendar a la mayor parte de los lectores.